El jerarca que tiene fascinado al presidente y el ministro que logró sorprender

Tiempo de lectura: -'

21 de agosto de 2020 a las 13:54

Estás por alcanzar el límite de notas.

Suscribite ahora a

Pasá de informarte a formar tu opinión.

Suscribite desde US$ 3 45 / mes

Esta es tu última nota gratuita.

Se parte de desde US$ 3 45 / mes

¿En algún momento te pusiste a pensar lo difícil que debe haber sido estar en los zapatos de Daniel Salinas en los últimos meses? ¿Y asumir al frente de los hospitales públicos, en medio de una pandemia y luego de lo extremadamente críticos que habían sido los blancos con las pasadas administraciones de ASSE?

Bienvenidos a una nueva edición de  EnClave, la newsletter de análisis político de El Observador. Hoy analizamos a dos figuras del gobierno vinculadas al área de la salud que se transformaron en una sorpresa positiva para el Ejecutivo: el ministro Salinas y el presidente de ASSE, Leonardo Cipriani.

 

El jerarca del gobierno que tiene fascinado al presidente

 

Leonardo Carreño
                                                     

Luis Lacalle Pou lo conoció el 12 agosto de 2000, un día después de su cumpleaños número 27. Fue el año en que se transformó en diputado por primera vez y dos meses después de haberse casado con Lorena Ponce de León. Ese 12 de agosto, Lacalle asumió como presidente de la departamental de Canelones del Partido Nacional y allí vio por primera vez a Leonardo Cipriani, un dirigente incluso un poco más joven que él, que era delegado del grupo político del histórico caudillo canario Walter Santoro. 

Si bien Cipriani siguió militando dentro del Partido Nacional, nunca estuvo en la primera línea. Se enfocó mucho en la medicina, hizo carrera en el Círculo Católico  y con el tiempo se volvió cercano a Álvaro Delgado por ser su médico. 

Pero cuando el nuevo gobierno lo designó como presidente de ASSE, ese monstruo indomable que administra los hospitales públicos de todo el país, Cipriani era un ilustre desconocido para la enorme mayoría de los uruguayos.

Luego de toda la campaña en contra que los blancos -y especialmente el diputado Martín Lema- habían hecho contra ASSE, ese puesto tendría la vara de la calificación muy alta. Era una papa caliente la presidencia del organismo desconcentrado.

Presidencia

Lema, uno de los dirigentes más cercanos al presidente y en quien Lacalle confía buena parte del futuro de su sector, parecía el candidato natural para el puesto. Pero si agarrar la presidencia de ASSE era un desafío para cualquiera, mucho más lo era para él, a quién todos lo iban a medir por las críticas, los cuestionamientos y las denuncias que hizo en los últimos años. Si bien Lema quería asumir el desafío, la decisión fue otra. 

Por eso cuando Cipriani asumió lo hizo con un gran peso sobre sus espaldas. 

El gobierno está muy cerca de cumplir seis meses de gestión y no se puede decir que en ASSE haya habido grandes cambios estructurales. Es cierto, la crisis sanitaria por el covid-19 fue el mayor foco de tensión en la salud y como lo vimos esta semana con el foco en un asentamiento, ASSE juega un papel fundamental en la primera línea de fuego. 

Pero sin haber hecho grandes reestructuras ni cambios de fondo, Cipriani ya se ganó la confianza y el respeto del presidente. “Hoy de mañana, como yo soy fan del presidente de ASSE, lo venía escuchando en una entrevista en radio y fue contundente en que el sistema de salud es nacional, es uno”, dijo el 22 de junio al responder una pregunta en Treinta y Tres. 

Según me contaron fuentes del gobierno, Cipriani se ganó la confianza del presidente a fuerza de dos factores: mucho trabajo y un estilo caudillesco en la gestión. 

Cipriani suele estar a las 6.30 de la mañana en su oficina de ASSE poniéndose al día antes que llegue todo el mundo y sus jornadas son maratónicas. A la vez es alguien que recorre mucho las dependencias de su organismo y dialoga directamente con los funcionarios para ver de primera mano la realidad de los hospitales.

Su estilo directo, la presencia in situ e incluso la actitud de enfrentar en el mano a mano los problemas o los reclamos, son las actitudes que más valoran en Presidencia.

ASSE es un organismo muy difícil. Salir con vida política de allí es una tarea titánica. Siempre puede saltar un caso de corrupción, un escándalo o un conflicto complicado. Por eso entre los blancos algunos creen que si Cipriani sobrevive a los hospitales, habrá nacido un nuevo dirigente de peso.


 

El ministro que empezó de la peor manera y conquistó a sus críticos

Leonardo Carreño

Daniel Salinas empezó de la peor manera posible. Incluso antes de asumir. Primero porque en la salud, donde muchas veces hay más política que en la política partidaria, los médicos más de izquierda que dominan el Sindicato Médico –y ahora también el Casmu– le mostraron los dientes. 

La nueva directiva del Casmu anunció en diciembre pasado que había iniciado una investigación interna del hospital que implicaba al entonces “posible” ministro de Salud del gobierno que empezaría tres meses después. Salinas había sido gerente de Recursos Materiales en el Casmu y por su cercanía personal con Guido Manini Ríos –tal como fue contado en esta nota– fue propuesto por Cabildo Abierto para ser ministro de Salud, luego de que el líder del sector rechazara la propuesta de Lacalle. Salinas trabajó mucho y es amigo de Gustavo Bogliaccini, el expresidente del Casmu que a la vez fue uno de los líderes de la SAQ en momentos en que empezó la guerra con el SMU.

La indagatoria avanzó y apuntaba directo a Salinas. Pero a los pocos días pasó algo –aún desconocido– y el Casmu bajó el tono y lo deslindó.

Cuando esa tormenta aún sobrevolaba, Salinas –que todavía no había asumido– ya tenía otro frente mucho más complicado: las acusaciones por haber sido socio del psiquiatra Martín Gutiérrez, denunciado por torturas en la dictadura, en la empresa EEG Electro Diagnóstico Médico. 

Era fin de año, y si bien estaba claro que Salinas iba a ser el ministro, Lacalle Pou aún no lo había oficializado. El 12 de diciembre el presidente electo lo recibió en la sede de la transición y estuvieron tres horas reunidos. Cuando salió, Lacalle –que basa mucho sus acciones políticas en las relaciones interpersonales y el olfato– le dijo una frase a su entorno que daba por cerrado el asunto: “Yo le creo”.

Salinas le había llevado documentación, con la que argumentaba que nunca había sido socio de Gutiérrez, que a la vez era tío de su esposa. Pero lo que vino segundos después no logró cerrar el tema: Salinas salió de la sede, habló con los periodistas y sus declaraciones fueron malas.

Esos días, cuentan hoy algunos de los que lo conocen, fueron muy duros para Salinas. La pasó muy mal. Pero finalmente todo eso quedó en el pasado y pudo asumir sin problemas como ministro. Cuando parecía que todo aclaraba, la crisis mundial generada por el covid-19 tocó las puertas de Uruguay y se desató una emergencia sanitaria sin precedentes.

Además de tener que gestionar esa situación, Salinas debió lidiar con dos problemas: su mala comunicación pública y las críticas que parte de la corporación médica hacía a la gestión de la crisis. 

Seguramente si Lacalle y su entorno hubiesen sabido lo que se iba a venir, la figura elegida para ese puesto no hubiese sido Salinas, un médico que ni conocían, ni tampoco pensaban en Cabildo Abierto, un partido nuevo con muy pocas figuras. Las dudas de todos los que seguimos la política aumentaron a medida que lo vimos en la cancha los primeros días de la crisis sanitaria. Fue un contexto donde los ministros de Salud caían como moscas en toda la región.

En la segunda quincena de marzo las conferencias de prensa en prime time del gobierno eran cosa de todos los días. Los principales voceros eran Lacalle y Delgado. Pero cuando le tocaba hablar a Salinas muchos temblaban en el piso 11 de la Torre Ejecutiva.

Esta muy buena columna de Carina Novarese relata esos errores de comunicación pero también todo lo que vino después: la reinvención de Salinas. El ministro fue muy apoyado con coaching para mejorar sus apariciones públicas y fue un buen alumno. No solo fue asesorado por expertos, sino también por su esposa. Un día, en una pausa durante una entrevista en un canal de televisión, su esposa se acercó y le criticó varias cosas. En una de las tantas conferencias de prensa él blanqueó ese rol: “Mi mujer me dice que no diga...”, comentó entre risas.

Inés Guimaraens

El humor de Salinas es algo que todos destacan. En el piso 11 de la Torre Ejecutiva son de hacer bromas y chistes todo el tiempo a los invitados y Salinas es cartón ligador. Cuando usaba tiradores le decían que era un “sex symbol”. Cuando dijo en una entrevista con El Observador que era una “estrella fugaz”, lo apodaron así por varios días. Lejos de enojarse, Salinas sigue las bromas y se divierte con ellos. 

Hubo un momento en el que Presidencia debió asumir un rol mucho más activo ante los problemas que estaba teniendo Salinas. Fue en medio de una disputa entre los médicos, las mutualistas y el MSP por el pago de los hisopados, en momentos que el gobierno los quería hacer masivos. Delgado debió coordinar una reunión con todos los prestadores y los sindicatos. Era un rol para el ministro, pero lo debió asumir Presidencia. Ese fue un punto de quiebre. Luego de eso, Salinas empezó a repuntar en el relacionamiento con los actores de la salud.

El ministro logró reinventarse al empezar a tejer un buen relacionamiento con toda la corporación médica, que hoy, lejos de ponerle palos en la rueda o criticarlo como en la transición y los primeros meses, lo respetan y tienen un buen diálogo con él. 

 

José Mujica contó un día que el ministro lo llamó para pedirle consejos. Eso habla también de él como un dirigente político dialoguista.

Un tema en el que se ganó la confianza de la academia fue el etiquetado de alimentos. La mayor parte de los ministerios estaban a favor de tirar abajo la normativa que obligaba a la industria alimentaria a poner etiquetas sobre excesos de grasa y sodio. Salinas resistió hasta el final y logró convencer a Lacalle de mantener –aunque con cambios– esa obligación.

Él asegura que es una “estrella fugaz” en la política. Lo cierto es que, según una encuesta de Cifra, en abril era el integrante del gabinete mejor valorado por la ciudadanía después de Delgado y Ernesto Talvi. Así las cosas, si Salinas se lo propone también puede tener carrera política en un partido en el que las figuras no son muchas.

CONTENIDO EXCLUSIVO Member

Esta nota es exclusiva para suscriptores.

Accedé ahora y sin límites a toda la información.

¿Ya sos suscriptor?
iniciá sesión aquí

Alcanzaste el límite de notas gratuitas.

Accedé ahora y sin límites a toda la información.

Registrate gratis y seguí navegando.