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Ser ministro de Salud: otro "factor de riesgo" en tiempos de pandemia
El médico chileno Jaime Mañalich ha sido la última víctima confirmada. Una víctima política, que hay que consignar en la lista de estragos de la pandemia del coronavirus, que impacta la vida de todos, los sistemas de salud —más propensos a debilitarse en esta América Latina que no gana para remedios— y el entramado político.
Ocupar la cartera del ministerio de Salud, en esta región y en estos tiempos, es un factor de riesgo. Aunque no lo ha sido en esta tierra en donde los números del contagio le dan tranquilidad a a Daniel Salinas.
Pero ese cargo es asunto serio. Mañalich lo acaba de saber, aunque quizás lo presentía como un final inexorable luego de que Chile pasara en cuestión de semanas de tener el control de la pandemia a perderlo.
De aquel prematuro anuncio del "retorno seguro", el gobierno chileno tuvo que pasar a una cuarentena estricta que se extendió por todo Santiago de Chile y su área metropolitana y cogió rumbo, en las últimas horas, hacia Valparaíso y Viña del Mar. A la cabeza de Mañalich venían apuntando desde varios flancos: medios, sectores de la salud y la oposición política —que inició un tímido diálogo con el gobierno de Sebastián Piñera— , puso su nombre en una lista de de peticiones.
Antes que el ministro de Salud chileno, en ese Brasil en combustión permanente salieron del cargo Luiz Henrique Mandetta —destituido por Jair Bolsonaro— y, 28 días después, su sustituto Nelson Teich, que desbordado por las exigencias de su jefe, Bolsonaro, entregó la renuncia. En Ecuador, donde la pandemia pegó primero con toda su virulencia, a fines de marzo dejó el cargo Catalina Andramuño.
En Argentina, el titular del cargo, Ginés González García, fue cuestionado, muy al principio, sobre sus pronósticos de la pandemia. "A Argentina llegará más tarde", habría dicho. Y antes supuso que el país estaba a salvo por encontrarse muy lejos de Europa y Asia.
En ejercicio del ministerio apenas desde diciembre, cuando asumió el gobierno de Alberto Fernández, este médico, político y diplomático sigue contando con el respaldo del presidente argentino, aun cuando el coronavirus está lejos de ser controlado.
La peculiaridad argentina ha evitado, sin embargo, la sobre exposición de Ginés González: la ciudad de Buenos Aires, que dirige Horacio Rodríguez Larreta, opuesto al gobierno central peronista, tiene su propio ministro de Salud —Fernán Quirós— y el gobierno de la provincia de Buenos Aires, en manos de la figura emergente en el peronismo Axel Kicillof, también cuenta con su ministro: Daniel Gollán. Cargas repartidas y todos, por ahora, en sus puestos.
La "salud política" de los ministros de Salud es testeada a diario. Pero nunca está a salvo. Puede depender del humor del mandatario, muy visible esto en Brasil. O, como en el caso de Mañalich, que salte a la vista que hay una doble contabilidad de las bajas causadas por el coronavirus: una, benévola para consumo interno; otra, realista, para la OMS. El resto lo hizo el periodismo: mostrar las dos caras, lo que hizo el Centro de Investigación Periodística, CIPER, una de las organizaciones de periodismo sin fines de lucro, que también se propagan.
A Mañalich, que ocupó el mismo cargo en el primer gobierno de Piñera, socio de una reconocida clinica privada en la capital chilena, tampoco lo benefició, su carácter fuerte y poco dado a escuchar, según un cable de AFP.
Hay otros ministros, como el uruguayo Daniel Salinas, médico neurólogo, militante de Cabildo Abierto, al que lo ayudan la prudencia y la solvencia de los números. Uruguay ha sido mostrado como un caso de éxito en el combate de la pandemia, sin aplicar severas restricciones, contando con la cooperación ciudadana y un ejercicio responsable de su dirigencia política, en los despachos o fuera de ellos.
Para hacerse entender, Salinas escoge el camino más directo. "El partido no está ganado".
