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El legado de la exdirectora de Vogue Italia en un documental

Franca: Chaos and Creation retrata la vida de Franca Sozzani con la mirada sutil y sensible de su hijo Franceso Carrozzini
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21 de octubre de 2017 a las 05:00
Primero, la frase del fotógrafo Helmut Newton: "Por suerte, aún hay jefas de redacción interesantes: Anna Wintour en Nueva York y Franca Sozzani en Milán". Después, el flash de imágenes poderosas, extremas, crudas, hermosas. Unos segundos más tarde, una niña rubia y feliz corriendo en el pasto.
Más adelante, una adolescente igual de rubia cepillándose la melena ondulada sobre una roca con el mar tan azul de fondo. Hasta que, finalmente, aparece la mujer, la directora de Vogue Italia, Franca Sozzani –igual de rubia, siempre hipnótica, sofisticada y hermosa– caminando, una y mil veces, la alfombra roja.
De inmediato, Sozzani en la intimidad de su casa, arreglándose, acomodándose el lápiz de labio con los dedos, mirándose al espejo. Del otro lado del reflejo, con una cámara, un joven detrás de un lente. El que la filma es Francesco Carrozzini, su hijo. Franca: Chaos and Creation es un documental sobre la mujer detrás de las páginas de Vogue Italia, sobre esa mente creativa y provocadora, sobre el mundo de la moda. Más allá de lo evidente es, también, una película sobre la vida privada de una mujer pública y el vínculo entre una madre y su hijo.

Franca: Chaos & Creation se estrenó en el Festival de Venecia en setiembre de 2016. Sozzani estaba muy enferma. Meses después, en diciembre, murió de un cáncer fulminante. La cinta fue, de alguna manera, el homenaje que su hijo le hizo, la forma de decirle te quiero, el camino para entenderla.

La película, que se puede ver en Netflix, es una mirada sensible sin demasiados artilugios de la vida de una mujer que le dijo al mundo que la moda también podía hablar –a partir de la belleza, el erotismo y la gracia– de ciertos temas controversiales.

La voz de la moda

A lo largo de sus 25 años al frente de Vogue, Sozzani se convirtió en la voz más desafiante dentro de la industria. Ella sabía que el italiano no tenía la potencia del inglés, entonces usó su mejor herramienta, la que se entiende de manera universal: la imagen.

El Wall Street Journal, por ejemplo, escribió un texto donde decía que sus imágenes tenían la capacidad de generar tal furor que, al final, pasaban a ser noticia. Sozzani publicó una editorial de moda donde las modelos aparecían como sirenas moribundas embadurnadas en petróleo al borde del mar. Las imágenes fueron una reacción frente al derrame de petróleo en el Golfo de México de 2010. También incluyó en sus páginas producciones que llevaban al extremo temas como la violencia doméstica, las cirugías plásticas, la rehabilitación, la guerra, la locura.

No son imágenes fáciles de digerir. Sozzani publicaba series de fotos que exhibían temas de extrema complejidad de un modo exquisito. Nadie quiere ver a una mujer vestida con un diseño de miles de dólares de Chanel, Valentino o Dior en una cama de un hospital porque se acaba de operar el rostro para lucir más bella. Pero Sozzani interpelaba, criticaba, ofendía, generaba discusión. Su trabajo no pasaba inadvertido.

En una entrevista con el diario británico The Guardian en 2016, Sozzani explicó por qué incluir en Vogue un contenido editorial sobre la violencia doméstica: "En Italia, cada tres días una mujer es asesinada por un pariente, su marido, su novio. Probablemente el hecho de haber incluido los diseñadores de las prendas en las leyendas fue un poco desmedido. Al mismo tiempo, para hacer una exposición de motivos tengo que usar las herramientas que tengo . Y mi herramienta es una revista de moda", explicó.

A lo largo del documental diseñadores como Valentino, Karl Lagerfeld, Donatella Versace y también personalidades de la industria como el realizador Baz Luhrmann, la modelo Naomi Campbell y los fotógrafos Bruce Weber y Peter Lindbergh se encargan de enaltecer el legado que dejó Sozzani.

El fracaso y el triunfo

La voz de Franca Sozzani aparece, por primera vez, en un viaje en auto. El vehículo, y esas instancias de tiempo muerto en el trayecto de un lugar a otro, funcionan como un confesionario entre el director y la protagonista.

Carrozzini, de hecho, elige capturar todos esos diálogos en blanco y negro, como si esos fragmentos no necesitaran color o como si quisiera darle más poesía al encuentro.

Ella está recostada –lánguida y frágil– en el asiento. Su hijo pregunta si alguna vez fracasó. Sozzani responde como una madre le responde a un hijo cuando está diciendo una tontería: "Todos fracasamos, es imposible responder esa pregunta. Si crees que nunca has fracasado, piensas que eres perfecto".
Sozzani era, más allá de esta mujer segura, combativa, brillantemente creativa, humana. Tal vez esos destellos de humanidad a lo largo de la película sean los más hermosos.

Los diálogos entre ella y Francesco, el vínculo madre e hijo tan bien logrado y sus reflexiones sobre el amor, el éxito y el fracaso dejan ver a la mujer más allá de la revista. Aunque Sozzani era, sí, su trabajo.
Además era la esposa que se separó a los tres meses de su marido. La que no podía decir quién era el padre de su hijo pues, cuando quedó embarazada, él estaba casado. Una mujer como salida de un cuadro de Botticelli de una de las novelas de Stendhal, como la describe el filósofo francés Bernard Henri-Lévy. La compañera de trabajo de la que siempre estuvo enamorado el fotógrafo Peter Lindbergh. La persona que es capaz de reconocer que no tuvo éxito en su vida amorosa. "No tuve la bendición de un gran amor verdadero. El amor grande, absoluto, verdadero es una bendición que les toca a muy pocos", concluye Sozzani sin resentimiento, humana.

Los personajes

Francesco Carrozzini
El hijo de Franca Sozzani dirige y portagoniza el documental. Este es su primer largometraje después de haber trabajado en videocplis de Jay-Z, Beyoncé y Lana del Rey y como fotógrafo en Vanity Fair, W y Rolling Stone.

Vogue Italia

Para Sozzani la revista fue su principal foco de atención durante los últimos 25 años de su vida.

La fotografía

Las imágenes concebidas en principio por Sozzani y después llevadas a la vida por fotógrafos como Bruce Weber, Steve Meisel y Peter LIndbergh hacen que la película tenga una potente estética visual.

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