Ricardo Peirano

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El motonauta y el ingeniero

Daniel Scioli y Mauricio Macri, disputan hoy las elecciones presidenciales más inciertas de los últimos 20 años de Argentina
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24 de octubre de 2015 a las 00:00

El motonauta, Daniel Scioli, y el ingeniero, Mauricio Macri, disputan hoy las elecciones presidenciales más inciertas de los últimos 20 años de Argentina. Aunque el ex intendente de Tigre Sergio Massa no renuncia a dar una sorpresa y situarse en un segundo lugar y forzar el balotaje, todo parece indicar que su papel será de reparto aunque no secundario en los comicios de hoy.

Por lo pronto, en estos comicios se puede poner en marcha por primera vez el curioso mecanismo del balotaje ideado por Menem y refrendado por Alfonsín en la reforma constitucional de 1994, por si alguien no llega al 45% de los votos o si no alcanza el 40% con 10 puntos de ventaja sobre el segundo. Y esto, atención, sin incluir los votos en blanco. Lo cual favorece las aspiraciones de quien va en punta. En 1995, Menem obtuvo el 49% de los votos seguido de Octavio Bordón con 29,30%; en 1999 De La Rúa llegaba al 48,37% frente al 38% de Duhalde; en 2003 no hubo balotaje porque Menem se bajó pese a haber ganado en primera vuelta con 24.45% frente al 22,24% de Néstor Kirchner; en 2007, ganó cómodamente Cristina Fernández de Kirchner con 45,29% frente a Elisa Carrió con 23%; y en 2011, repitió Cristina con un impresionante 54% frente al 16,8% de Hermes Binner, el gobernador socialista de Santa Fe.

El papel de Massa será de reparto, pero no secundario, porque según el caudal de votos que obtenga podrá impedir que Scioli llegue al 40% o que Macri quede más allá de 10 puntos de Scioli. El fenómeno de Massa, que logró mantener su caudal electoral y resistir a la polarización que sugerían los resultados de las primarias obligatorias (PASO) del pasado 9 de agosto, será merecedor de mucho análisis político. Hoy, y quizá en un eventual balotaje, su presencia será clave para el resultado. Viniendo del peronismo disidente, y luego de haber sido jefe de gabinete de Cristina Fernández, su separación del kirchnerismo le ha abierto una vía por la cual se distancia de la actual jefa de estado y su entorno sin desdecir de sus raíces peronistas.

Scioli, en cambio, corre bajo el lema del caballo del comisario y representa al kirchnerismo, aunque no pertenece a su cerno más duro. De hecho fue muchas veces vituperado por Cristina o por sus laderos y siendo gobernador de la Provincia de Buenos Aires, el gobierno central le negó los fondos necesarios para el pago de los aguinaldos. Un “no kirchnerista” tiene hoy la curiosa misión de “profundizar el modelo nacional y popular” impulsado por el matrimonio K en los últimos 12 años. El, sin embargo, parco y vago en sus planteamientos, dice que “va a normalizar el país”. Pero, ¿cómo es posible que proponga esto? ¿Acaso no recibe de su jefa un “país normal”?

Es que Scioli no comparte la visión ultrakirchnerista de que todo va fenomenal en Argentina. Alta inflación, alta inseguridad, pérdida de valores, aislamiento internacional excepto con Venezuela, Rusia, Irán y China, desperdicio de una década dorada, incumplimiento de acuerdos y tratados internacionales (algo que sufrimos en Uruguay con las violaciones al Mercosur), falseamiento de las estadísticas oficiales de inflación y pobreza, imposibilidad de acceso a los mercados internacionales de crédito, alta crispación social por las constantes críticas de Cristina Fernández a la oposición, a la prensa y a la justicia. Claro que es preciso “normalizar” el país, aunque ello le implique pelearse rápidamente con su antecesora.

Macri, el ingeniero, proveniente de la elite empresarial argentina, propone un “Cambiemos”. Algo que parece lógico y más necesario aún que “normalizar” el país. Pero un “cambiemos” que, en las propuestas y en el discurso de Macri, es tan vago y aguado como “normalicemos” de Scioli. Tan preocupado está por atraer cualquier voto a cualquier precio, que hace pocos días fue a inaugurar un monumento a Juan Domingo Perón, cumpliendo acaso aquella ingeniosa frase que dice que “en Argentina, todos son peronistas, aunque algunos no se han dado cuenta”.

Pero con Scioli o Macri, algo cambiará a partir del 11 de diciembre. No habrán más cadenas de televisión semanales donde Cristina Fernández arremete contra todos. Es probable que baje el nivel de crispación social. Lo que no es seguro, es que se tomen las medidas para que las inversiones y el crédito se reactiven, y que Argentina pueda dar el salto económico y social para el que está más que capacitado. Y, sobre todo, para que las instituciones republicanas, tengan plena vigencia en la práctica, luego de años de descaecimiento kirchnerista.

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