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El muerto del shopping de Paysandú y la vaca carneada viva

Más allá de las dificultades que padecemos, hay un enorme problema cultural
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17 de enero de 2020 a las 22:44

Hombres que matan a su pareja. Guardias de seguridad que detienen a un ladrón de motos y lo aprietan contra el piso hasta matarlo de asfixia, mientras la gente durante seis minutos pasa, mira y filma al desgraciado que grita que se ahoga. Gente que recorre el campo carneando animales ajenos, cortándoles pedazos del cuerpo y dejándolos vivos, en dolorosa agonía.

Son las noticias de cada jornada, el pan nuestro de cada día, puntas de iceberg en un océano de problemas que Uruguay tiene pendientes.

Sobre cuáles son las posibles soluciones, hay casi tantas opiniones como habitantes tiene el país. Entre ellas está la idea de Carlos Manta, director técnico de fútbol de reconocida trayectoria y experiencia, hoy gerente deportivo del club Plaza Colonia.

Manta habló la semana pasada, en una entrevista en el programa La Oral Deportiva, de radio Universal.

El gobierno –propuso– tiene que dar más dinero a los clubes de fútbol, para que puedan potenciar sus actividades con las divisiones “formativas”, las que trabajan con adolescentes y jóvenes.

Nadie duda de los valores que transmite el deporte, ni del trabajo social que realizan muchos clubes. Hasta ahí, el planteo de Manta no tenía nada de sorprendente.

***

El asunto vino cuando el periodista le preguntó de dónde deberían salir los recursos monetarios para que el gobierno apoye con más dinero al fútbol juvenil. Fue una buena pregunta porque todos sabemos que hoy el Estado tiene un déficit monstruoso, que también compromete nuestro futuro.
 

Manta respondió con seguridad absoluta, sin titubear: el gobierno debe destinar al fútbol juvenil todo el dinero que hoy se vuelca en el Sodre.

Ante la revolucionaria idea, se notó el desconcierto del periodista. Manta insistió: “Eso es cultura para unos pocos”, dijo, ratificando su voluntad de matar por inanición al Sodre para potenciar el trabajo social del fútbol juvenil.

Las declaraciones del director técnico me resultaron un emergente, uno más, del poco valor que Uruguay hoy le da a la cultura.

En la campaña electoral se habló mucho de educación, pero casi nada de cultura. No se habló del Sodre, ni del escandaloso rumbo dado en los últimos años a los Centros MEC, ni de los medios de comunicación del Estado, ni de cómo acercar la cultura a la gente en ninguna de sus formas. En los debates presidenciales, la palabra cultura no se mencionó. No existió. No fue pronunciada ni siquiera una vez.

Para peor, y en el colmo del patetismo, a último momento de la campaña varios referentes culturales aparecieron en televisión y/o firmaron cartas en apoyo de esos mismos partidos que ignoraron el tema durante meses.

Manta no es un excéntrico. Es apenas una señal de una realidad que está instalada: Uruguay ha olvidado para qué sirve la cultura.

Una imagen que vale por mil palabras: hace unos días estuve en la olvidada Biblioteca Nacional; el semanario de los años 70 que quise consultar no pudieron alcanzármelo porque el montacargas con el que suben y bajan los periódicos daba descargas eléctricas.

Nadie parece percatarse que, más allá de las dificultades económicas, financieras, políticas, sociales y ambientales que padecemos, hay un enorme problema cultural que lo sobrevuela todo.

Los libros, la música, el cine, el teatro, las artes plásticas, la historia, el saber general, todo ello nos permite entender mejor el mundo y la sociedad en la que vivimos. Nos amplía nuestra pequeña perspectiva de las cosas.

La cultura nos acompaña, nos dice que no estamos solos en el mundo, que nuestros problemas no son solo nuestros, que no somos los primeros, que lo que padecemos ya lo padeció otro antes. Si otros salieron de abismos más profundos, ¿por qué no nosotros?

La cultura nos une como sociedad, aleja “la grieta” y nos hace menos manipulables por los demagogos. Conocer otras historias y otros mundos mejora nuestra capacidad de razonar, de pensar más lejos de nuestras narices, nos ayuda a encontrar soluciones más allá del saber concreto que empleamos para nuestro trabajo diario.

***

Pero, sobre todo, la cultura en todas sus formas nos hace más sensibles. Y la sensibilidad nos mejora. Un juez es mejor juez si además de saber de leyes es una persona sensible. Un médico trata mejor a sus pacientes si además de anatomía y patología, es más sensible ante sus pacientes. También se aplica a los jugadores de fútbol: no es divisiones formativas versus el Sodre. Es divisiones formativas más el Sodre, más bibliotecas que no electrocuten y tantas otras cosas. Para recortar gastos inútiles del Estado hay miles de lugares antes.

El abandono de la cultura es uno de los ingredientes del cóctel que nos trae esas noticias terribles todos los días. Uno de los principales.

Quizá con un poco más de sensibilidad, el ladrón de vacas no le cortaría un pedazo al pobre animal para dejarlo vivo, postrado, lacerado y agonizante. Quizá con un poco más de sensibilidad, alguien en el shopping de Paysandú hubiera dicho que ya estaba bien, que ya era suficiente, que le dieran por favor un poco de aire al chorro para que respirara y pudieran mandarlo a la cárcel. 

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