El nuevo boom industrial ecuatoriano: chalecos y vehículos antibalas

Ante tanta demanda, los dueños llegan a pagar fortunas para blindarlos ante cualquier caso de necesidad. De ese modo, los vehículos, mayoritariamente camionetas de alta gama, aguardan que los operarios las desarmen y refuercen con materiales óptimos para resistir los balazos.

La demanda de seguridad creció en este país de 18,3 millones de habitantes ante las amenazas y atentados contra las clases política (sin importar banderías o ideologías), empresarial o comunicacional espantadas.

Nicolás Reyes, dueño de una fábrica de blindaje de autos, dice a la agencia de noticias AFP que “dado el nivel de inseguridad que vivimos ahora, la gente está buscando esta alternativa”.

Haciéndole caso al experto en comercio exterior Cristian Bravo, que señala que “no estamos seguros en ninguna parte, esa es una constante ahora en el país, y de nosotros depende cuidarnos”, Reyes inauguró hace poco más de un año su planta de producción en Quito, el nuevo epicentro del terror impuesto por el narcotráfico tras años en los que la violencia golpeaba sobre todo al puerto de Guayaquil, en el Pacífico.

Otro empresario del rubro, Fernando Sánchez, dice que “al menos en nuestra ciudad, aquí en Quito, la venta de blindados este último año se duplicó o triplicó”.

Es que este boom del último año es coincidente con el estallido de violencia que está asolando a la capital en la previa de las elecciones de este domingo, y que el 9 de agosto dejó su primer magnicidio cuando un sicario colombiano mató a tiros al candidato presidencial Fernando Villavicencio cuando se acababa de subir a su 4X4 sin blindaje.

“Al día siguiente del magnicidio, las llamadas de clientes llovían pidiendo cotizaciones”, cuenta Sánchez, que tuvo que ampliar las instalaciones de su empresa por falta de espacio. Y Reyes coincide: “El atentado contra Villavicencio fue sin duda la gota que rebalsó el vaso”.

Los sociólogos ecuatorianos señalan que muy lejos quedaron los tiempos en que este país era un rincón pacífico entre los dos mayores productores mundiales de cocaína, Colombia y Perú.

“Ahora, nuestros puertos son cruciales para la exportación de la droga, mientras crece la corrupción en organismos estatales”, dice Carla Álvarez, experta y académica en temas de seguridad. Y agrega: “Sin que existan cifras oficiales, hay un boom de la industria de la seguridad. Se trata de una repuesta natural ante la percepción de desprotección de los ecuatorianos”.

Según una encuesta de Gallup de principios de este año, Ecuador fue el país con mayor sensación de inseguridad en América latina (62% de los encuestados) durante 2022.

Otra nefasta costumbre es la adoptada por los candidatos presidenciales. Casi todos se protegen con chalecos antibalas, y también lo hacen los periodistas que cubren la campaña electoral.

El partido del fallecido Villavicencio, al igual que otras corrientes políticas, responsabilizan al actual gobierno de Guillermo Lasso de la crisis. Y le reclaman que entregó la seguridad a entes privados, como las empresas que protegen determinados edificios.

Se refieren a unos números, brindados por el ministro del Interior Juan Zapata, que asustan: en Ecuador hay unos 120.000 guardias de seguridad, el doble que agentes de la Policía.

Carla Álvarez señala que “la industria de la seguridad en Ecuador sigue los pasos de países expertos en la materia que lidian con carteles o guerrillas, con el agravante de que tenemos peores índices de asesinatos”.

Tan sólo en 2022, el país marcó el récord de 26 homicidios por cada 100.000 habitantes. México registró 25, Colombia 24 y Brasil 23, según cifras oficiales. Y los analistas afirman que este año la tasa en Ecuador trepará hasta un 40.

El blindaje de los autos, al menos, parece un paliativo. Claro que para el que lo pueda pagar. Los más económicos para automóviles rondan los US$ 20.000, en un país con un salario mínimo de US$ 450.

Los pequeños negociantes sin ese poder adquisitivo recurren a otras alternativas para enfrentar la pesadilla del crimen. Christopher Eggeling, experto en seguridad, dice que cada día vende más cascos y chalecos antibalas desde unos módicos US$ 280. “Los chalecos son un producto que se masificó. Nos compra mucha gente: Médicos, profesores. Nos compraron también del sector camaronero, lo que son transportadores, inclusive transporte pesado”, dice.

En Guayaquil, sin embargo, los camaroneros se adelantaron al problema y formaron sus propios cuerpos de seguridad para mantener a salvo los crustáceos de los ladrones. Ecuador es el principal productor y exportador de camarón del mundo.

(Con información de AFP)