Roberto Cava De Feo

Roberto Cava De Feo

El comportamiento en la vida cotidiana > Cadena de errores

El VIII Congreso Internacional de la lengua española

Su diccionario me lleva a buscar términos que escuché o leí siendo niño. Por eso hoy me permitir decir que los estudiantes salvaron un examen
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05 de abril de 2019 a las 05:01

Ha finalizado el VIII Congreso Internacional de la lengua española. Fue en la ciudad de Córdoba, a 1.286 kilómetros de Montevideo. Los reyes de España, don Felipe y doña Letizia viajaron especialmente para la ceremonia inaugural.

He tomado algunos momentos previos al Congreso para que podamos asomarnos a algunos errores. Por ejemplo, la inclinación de cabeza o la reverencia es propia de los súbditos de un rey. Nosotros, en cambio, le estrechamos la mano, que es nuestra forma habitual de saludo. En el Congreso había españoles y ellos, con todo respeto, inclinaron ligeramente sus cabezas ante sus reyes. Algún extranjero despistado también lo hizo.

Por otra parte, una fotografía mostró a doña Letizia y a la esposa del presidente de Argentina, haciendo un brindis y chocando las copas. Sabemos que brindar significa desear un bien a otro. El Diccionario de la Real Academia lo explica con amplitud. Es “manifestar, al ir a beber vino u otra bebida alcohólica, el bien que se desea a alguien o la satisfacción por algo”. Y ¿qué es chocar las copas? Es “juntas las copas”.

El Protocolo jamás explicará cómo es un brindis. Son usos, costumbres que no desdicen  del comportamiento. En todo caso, en el texto de un menú es posible dejar por escrito al finalizar la enumeración de los platos, la palabra  “brindis”. Pero las formas varían.

No es posible ir contra corriente cuando hay costumbres vigentes y muy respetables. En una boda, por ejemplo, es posible que el padrino puesto de pie, haga un brindis y hasta agregue algunas palabras de afecto. En cambio, en la realeza el brindis tiene su encanto. Aunque no seamos especialistas, con toda seguridad hemos observado a la reina Isabel de Inglaterra. De pie, ella lee un discurso. Al terminar, toma con la mano derecha una copa de la mesa, y la aproxima a la del huésped mientras todos se ponen de pie. De inmediato toma asiento. Entonces el homenajeado que sigue de pie, dice unas palabras. La reina y todos se incorporan. Ella acerca su copa sin chocarla con la del huésped.  Aunque nos suene fuerte, “chocar” es muy correcto. Es juntar las copas.

Pero la visita de los reyes de España no pasó inadvertida. Desde los primeros momentos de su llegada comenzaron a observarse errores. Sé que el protocolo está en los detalles. Por eso, es incomprensible que se permitiera el descenso de la aeronave del Reino de España en el conocido Aeroparque porteño. Una vez en tierra, no había escalerilla apta. Después de una espera de casi una hora, los reyes pudieron descender porque en un hangar presidencial había una para la aeronave española. Horas de vuelo suficientes tuvo la tripulación real para comunicar sus requerimientos a sus colegas argentinos. Por otra parte, después de la espera, la reina descendió con un vestido sin mangas cuando la temperatura exterior era de 10º. Era el “fresco”  ventoso. Jamás un porteño dirá que hace frío. Se limita a decir “está fresco”.

Entre nosotros, lo de "chocar” las copas es algo que está muy arraigado. Me atrevo a calificarla como una costumbre nacional. Los estudiantes que salvaron una asignatura muy difícil brindan con alegría y chocan sus copas con alcohol o refresco. Y así podríamos pasar por cumpleaños, bodas, despedidas de solteros, aniversarios de bodas, reencuentros familiares.

Los reyes llegaron a Buenos Aires y tuvieron ocasión de participar en algunos actos culturales. El avión inmenso del Reino de España descendió en el Aeroparque porteño, que bien conocemos por nuestros viajes que lo unen con Carrasco. Todo estaba preparado para ofrecer a los reyes una recepción muy cordial. En cambio ellos tuvieron que aguardar casi una hora a bordo de la aeronave porque no se había previsto una escalerilla necesaria para el descenso.

En tanto y en tierra, se ha había dispuesto el camino de alfombra roja y la guardia lucía su uniforme de gala. Fueron pasando los minutos y, al fin, llegó una escalerilla del avión del presidente argentino. Desde el punto de vista protocolar fue un verdadero “desastre”. Hubo culpas mutuas. Por una parte, el aeropuerto no recibe frecuentemente la llegada de aviones como el del Reino de España. Por otra, la negligencia de su tripulación que, a lo largo de nueve horas de vuelo tuvo ocasión de ponerse en contacto con el Aeroparque porteño y anunciar el tamaño del avión y sus necesidades. Tampoco tuvieron el buen tino de trasmitir a los reales viajeros el estado del tiempo en la ciudad de Buenos Aires. De esa manera hubiesen evitado el descenso de la reina con un vestido de verano de mangas cortas a una temperatura exterior de 10 grados y con viento. Vale la pena que me detenga con una particularidad. Un porteño jamás dirá que “hace frío”. Para ellos “el fresco” encierra muchas significaciones. Si hay una reunión prevista a las diez de la mañana de un día de junio, digamos con toda ingenuidad: “Hace frío hoy”. “Sí, está fresco” , será la respuesta.

Nuestra Academia Nacional de letras de Uruguay participó en el VIII Congreso Internacional de la Lengua Española. Su diccionario me lleva a buscar términos que escuché o leí siendo niño. Por eso hoy me permitir decir que los estudiantes salvaron un examen.   

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