Mundo > A un año de la victoria

Emmanuel Macron, el presidente reformador

El jefe de Estado francés mantiene una imagen similar a cuando llegó al poder, y mejor que la de su antecesor, pero su plan de gobierno divide al electorado
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06 de mayo de 2018 a las 05:00
Por Alexander Freund, Deustche Welle

Un año después de su fulgurante llegada al poder, Emmanuel Macron sigue seduciendo a una parte de los franceses por su dinamismo y voluntad reformista, pero no logra quitarse de encima la etiqueta de "presidente de los ricos" que le atribuyen sus detractores.

En un país sacudido por una ola de paros y protestas en los transportes y universidades, el jefe de Estado, elegido el 7 de mayo de 2017 con un programa reformista, logra mantenerse en los sondeos.
Con alrededor de 45% de opiniones favorables, Macron goza de una popularidad superior a la de su predecesor, el socialista François Hollande (2012-2017), en la misma época de su mandato, y similar a la del conservador Nicolas Sarkozy (2007-2012).

Pero el joven cuadragenario divide a los franceses. "Si hay algo en lo que concuerdan los franceses es en que el presidente hace cosas. Pero lo que les disgusta es justamente lo que hace", resume Jean-Daniel Lévy de la encuestadora Harris Interactive.

La imagen de Macron no ha cambiado mucho desde que fue electo hace un año con el 64% de los votos frente a la candidata de extrema derecha Marine Le Pen.

Es visto como un presidente "dinámico" y "audaz", con una firme voluntad de "transformar" Francia y de cumplir sus promesas. Según un sondeo Elabe-Wavestone, 69% de los franceses lo ven como un "reformista".

Pero es percibido también como alguien "altivo" y alejado de los problemas de los franceses. No la logrado deshacerse de la etiqueta de "presidente de los ricos", cuyas medidas favorecen a los ricos y poco a los pobres.

Un ejemplo de esta semana fue su anuncio de que quiere suprimir la exit tax pagada por los contribuyentes que se van de Francia al extranjero, generando nuevas críticas de la oposición francesa de izqierda a la política fiscal del gobierno por esa idea de que es un presidente que favorece a los ricos y a los muy ricos.

Simpatías ideológicas


Muy activo en el plano internacional, Macron ha disipado todas las dudas sobre su capacidad a encarnar la función presidencial.

Encabezó la lucha contra el cambio climático frente a Donald Trump, recibió al presidente ruso Vladímir Putin en París... "Ese tipo de cosas hicieron que se consolidara muy rápido su imagen presidencial", explica Bruno Jeanbart, director del instituto OpinionWay.

Por otra parte, en un año su base electoral ha cambiado profundamente. "El peso de su electorado de izquierda ha disminuido mientras que el de derecha ha aumentado", señala Bruno Jeanbart.
Algunas de sus reformas, como la del código laboral o la de los ferrocarriles, han convencido a una parte de la derecha de la voluntad de Macron de reformar el país. Pero al mismo tiempo lo alejaron de una parte de los electores de izquierda que lo consideran demasiado liberal.

El 40% de los franceses declara que aún "espera ver" los resultados de su política. Un año después de su elección, Macron "no ha tenido aún grandes victorias" y "por el momento es juzgado en función de sus intenciones y no de sus resultados", explicó Bernard Sananès, presidente de la encuestadora Elabe, al diario Les Echos.

"La ola de optimismo que desató su elección ha caído progresivamente. Los franceses ven que la situación económica es globalmente mejor pero por el momento no notan mejoras concretas para ellos", añadió.

Según los analistas, la ventaja que tiene por el momento el jefe de Estado es la ausencia de una oposición fuerte después de unas presidenciales en las que los partidos tradicionales de izquierda y derecha volaron en pedazos y quedaron hundidos.

"Tenemos a un presidente de la República que no tiene una tasa de popularidad extremadamente alta" pero "esta pequeña popularidad es inmensa si vemos a la de sus contrincantes", resume Bruno Jeanbart.

"Hay un gobierno"

El gobierno francés defendió su gestión de los altercados en que degeneró la manifestación del 1º de Mayo en París tras la infiltración de grupos radicales, por los que siguen arrestadas más de un centenar de personas, una respuesta a las críticas de la oposición.

El ministro de Interior, Gérard Collomb, trató de dar explicaciones por la aparente reacción tardía de la policía frente a los alrededor de 1.200 miembros de grupúsculos de extrema izquierda que desataron una batalla campal y causaron severos desperfectos.

Collomb se esforzó en señalar que el número de radicales, identificados como "black blocs", fue el doble de los 500 o 600 que se habían anticipado, que "llegaron de toda Europa" y que no se pudo actuar contra ellos más que cuando ya estaban mezclados con los manifestantes y sacaron toda la parafernalia de la guerrilla urbana.

Al final hubo destrozos en una treintena de comercios (seis de los cuales incendiados), en una decena de vehículos (seis calcinados) y en el mobiliario urbano.

El año pasado, los desbordamientos en la marcha sindical del 1º de mayo en París, con una acción policial mucho más contundente contra grupúsculos violentos de extrema izquierda, causaron decenas de heridos, varios de ellos de gravedad.

Desde Australia, donde estaba en visita oficial, el presidente, Emmanuel Macron, respaldó a su gobierno y, más allá de condenar "con la mayor firmeza" la violencia, aseguró que "se hará todo lo posible para que los autores sean identificados y respondan de sus actos".

"El 1º de Mayo es el día de los trabajadores, no el día de los que destrozan", añadió Macron, que subrayó que "hay un gobierno, hay un Estado, que está dirigido y que volverá a actuar".
El secretario general de la Confederación General del Trabajo (CGT), Philippe Martínez, dijo tener la impresión de que los alborotadores les habían "robado" su tradicional marcha del 1º de Mayo, al tiempo que reprochó al prefecto y al ministro del Interior su "pasividad".

El líder de la izquierda radical, Jean-Luc Mélénchon, que en un primer momento atribuyó los altercados a la extrema derecha, reconoció su error y, dirigiéndose a los autores, les hizo notar que "esta tipo de violencia no conduce a nada" y que "nadie puede creer que romper el escaparate de un McDonald's sea una acción revolucionaria".

En la extrema derecha, la presidenta del Frente Nacional, Marine Le Pen, denunció lo que calificó de "inaceptable saqueo de París por las milicias de extrema izquierda, galvanizadas por el laxismo del poder".

Para Laurent Wauquiez, líder de Los Republicanos, el principal partido de la derecha, tras las "terribles imágenes" de los disturbios está la "quiebra del Estado".

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