Opinión > ANÁLISIS

Entre dar calma, generar esperanza y ser sincero con la gente

El desafío para los partidos políticos de advertir sobre medidas antipáticas pero necesarias
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08 de septiembre de 2018 a las 05:00

El gobierno tiene necesidad de transmitir calma. El barrio está revuelto y el viento se volvió en contra. Entonces, el presidente y su equipo económico salieron a mostrar una cara de serenidad con la intención de alejar fantasmas.

Tabaré Vázquez que no aparecía públicamente, apareció ante las cámaras para que los uruguayos vieran que estaba activo, y sin drama. Desde el gobierno no sólo dijeron que no hay motivos para alarmarse, sino que destacaron algunos números que muestran que el país no está en la misma situación que sus vecinos, ni enfrenta riesgos de crisis en el corto plazo.

En la interna del oficialismo, las consultas fueron creciendo, porque aunque hay convencimiento de que el país “está fuerte” respecto a sus vecinos, todos saben que si Argentina está en recesión y con picos críticos de nerviosismo financiero, y Brasil vive incertidumbre electoral y sobre su futuro próximo, ese “combo” no es nada bueno para el Uruguay.

Aquel país que nació como “un algodón entre dos cristales”, hoy aparece en mejor situación política y económica que sus dos hermanos grandes. Aunque las comparaciones siempre caen en distorsiones, algunos rasgos simples muestran diferencias favorables al país chico. Pero atenti: no es oro todo lo que reluce.

En lo macroeconómico, en producción (y por lo tanto ingreso nacional), Uruguay ha tenido aumento del PIB desde fines de 2003 mientras sus vecinos han sufrido recesiones y hoy siguen enredados en una “montaña rusa”. En lo financiero, mientras Uruguay tiene un “riesgo país” de 177 puntos (1,77% de plus de rendimiento de sus bonos de deuda, respecto a similares de EE.UU.), Brasil está en 332 puntos y Argentina en 729.

Pero la economía no va viento en popa. Los uruguayos están preocupados, no sólo porque ven problemas en la economía y en el empleo, sino porque temen el impacto de crisis y comparan con fenómenos recientes. Por eso es necesario que el gobierno, el sistema político y los técnicos independientes, expliquen el verdadero alcance del problema regional, del cambio de contexto internacional, y también de la situación actual.

No se trata de engañar ni de buscar optimismo sin fundamento: la gente no es tonta.Los sondeos de opinión pública muestran que en setiembre de 2015, la gente que veía que la situación económica era mala, igualó a la gente que creía que era buena; y partir de entonces la evaluación fue empeorando.

Hoy, 47% dice que está mal y 16% dice que está bien.Y sobre lo que ven para dentro de un año, 18% cree que va a mejorar, 32% que va a empeorar y 44% que seguirá igual. 

O sea que casi la mitad de los uruguayos ve a la economía mal y que seguirá mal en 2019.

Pero mal no es crisis.

El gobierno hace bien en transmitir serenidad ante un temporal regional, pero debe cuidarse de no caer en mostrar una imagen “blindada”, porque de alguna manera pegará la recesión argentina y el abaratamiento en dólares de los dos vecinos grandes. No deberá persistir en “vender” una foto del “país de las maravillas”. 


Aunque el presidente o ministro de Economía no caigan en eso, sí pueden incurrir en el error otros voceros del oficialismo o legisladores y eso cae mal a la gente que ve que las cosas no andan bien.

La venta de los shoppings está con caída interanual de 3% a 5% en términos reales según el rubro. Y los supermercados, que son lugares donde demora en notarse una recesión, tuvieron un muy buen enero-marzo, pero la baja comenzó en abril-junio y se complicó este segundo semestre.

En pesos constantes, las ventas de enero-junio habían dado una suba de 0,1% (por alza en primer trimestre y baja en el segundo), mientras que julio dio caída de 4,7% y el dato preliminar de agosto da baja de 5% aproximadamente.

El mercado laboral muestra pérdida de puestos de trabajo, lo que se ve en los promedios anuales de la tasa de empleo: 60,4% en 2014, 59,0% en 2015, 58,4% en 2016, 57,9% en 2016, 57,0% en lo que va de 2018 (enero-julio).

El ingreso familiar da en el año una pérdida de poder adquisitivo promedio de 0,5%.

La dirigencia política se enfrenta a un desafío: en la campaña electoral habrá que generar esperanza pero también habrá que ser sincero. Habrá que advertir a los votantes que el próximo gobierno deberá tomar medidas antipáticas, “impopulares”.

Las finanzas públicas precisan un nuevo ajuste; este gobierno ya hizo uno en 2017 y tomó otras medidas posteriores que evitaron que se agravara, pero no solucionaron el problema.
El país precisa corregir un desequilibrio, y además requerirá fondos para hacer una reforma educativa en serio, un combate al delito eficaz, un plan de viviendas (con oportunidad de empleo para dar oportunidades a miles de familias de exclusión social “foco de pobreza duro”), y para mejorar infraestructura.

La sinceridad tiene costos políticos al contado. Pero la falta de franqueza, la elusión de advertencias sobre problemas que no son de resolución fácil, se pagan en diferido.
Y el costo político de defraudar al votante que se ilusiona con ingenuidad es demasiado duro. 
 

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