Ricardo Peirano

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Esta noche la libertad

La semana pasada saltó una liebre que no estaba en los papeles de nadie
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07 de agosto de 2016 a las 05:00
En la noche del viernes 29 al sábado 30 de julio, mientras la bancada de diputados del Frente Amplio intentaba ponerse de acuerdo con el proyecto de Rendición de Cuentas del Poder Ejecutivo, y se buscaba reasignar gastos, saltó una liebre que no estaba en los papeles de nadie. Fue la propuesta del sector Ir de eliminar las exenciones impositivas en las donaciones de empresas privadas a universidades privadas. Como la cifra es relativamente menor en toda la discusión presupuestaria (no alcanza a los US$ 2 millones anuales) y por lo tanto no ayudaba a resolver ningún problema, sus proponentes argumentaron que se basaban no en la significación económica sino en una razón programática, o más bien dicho, ideológica. En efecto, no deja de ser rara esta propuesta dado que fue precisamente en el primer gobierno del Frente Amplio, con Tabaré Vázquez como presidente y Danilo Astori como ministro de Economía, que se estableció la mencionada exención y funcionó pacíficamente por casi 10 años, sin abusos, con abundantes controles, previos y posteriores del Estado, y para los fines previstos en la ley (becas, investigación, etcétera), ya que cada proyecto debe ser aprobado previamente por el Ministerio de Economía y Finanzas. No se destinó un solo peso para los sueldos de los rectores o para otros fines como sugirió algún diputado despistado.

Pero el solo hecho de que la propuesta de Ir se haya presentado entre "gallos y medianoche" como señaló atinadamente el diputado nacionalista Rodrigo Goñi, es muy significativo. Ese juego parlamentario suena como un ataque por la espalda a la libertad y no porque afecte a un par de millones de dólares de financiamiento que reciben las universidades privadas, que para ellas es importante en su estructura de ingresos. Afecta, en primer lugar, una regla de juego clara y estable durante tiempo. Afecta, además, el prestigio del Poder Ejecutivo que nada sabía de esta medida pues no había estado en la discusión previa ni hacía al fondo del asunto. Y afecta sobre todo a la ética y el buen obrar parlamentario al introducir de improviso un tema de alta sensibilidad e importancia sin la menor discusión previa, sin permitir un debate amplio del tema por fuera de una Rendición de Cuentas que no debería ser más que el envío anual del Ejecutivo al Legislativo sobre el uso de los recursos y erogaciones fiscales. Quienes ostentan hoy una mayoría parlamentaria deben saber que las mayorías otorgan sí derechos –los derechos de los votos–, pero también demandan responsabilidades. Y si yo sé que estoy tocando un tema importante, lo mínimo que puedo hacer es someterlo a debate, dar y escuchar argumentos y no simplemente tomar de rehén a mi partido y pisotear a la oposición. Eso es jugar contra la libertad.

Es que más allá de si es una cuestión económica o programática, de si es mucha o poca plata, de si suena más que nada como una "pequeña vendetta" contra el astorismo para resarcirse del recorte presupuestal a la universidad estatal, este tema tiene que discutirse de día y a la luz del sol. No es baladí un tema que afecta a las universidades privadas. Por algo a nuestro país le costó mucho tener su primera universidad privada que rompiera el monopolio estatal de que gozó la Udelar por casi un siglo y medio (recién se habilitó la primera universidad privada en 1984), siendo que el derecho de libertad de enseñanza establecido en la Constitución habilitaba al establecimiento de instituciones de enseñanza terciaria, así como ocurrió en secundaria y primaria en forma pacífica.

La libertad de enseñanza es parte vital de la libertad y allí donde se cercena no hay verdadera libertad. Mucho nos tememos que detrás de la propuesta de quitar exenciones impositivas se escondan otros propósitos que dificulten o traben al máximo el accionar universitario privado, que nunca fue visto con buenos ojos por las autoridades de la Udelar. Y en el desarrollo de un sistema universitario privado pujante, junto con una o varias universidades públicas de calidad y no obnubiladas por prejuicios y anteojeras ideológicas más propias de mitad del siglo pasado, como hay en otros países, se juega no solo la calidad de enseñanza e investigación que el país necesita sino el aire de libertad que también es vital para su sistema educativo.

Por eso, lo ocurrido en la noche del 29 de agosto (luego ratificado por el plenario de Diputados) fue un golpe a la libertad. Sería bueno, un día de estos, que se haga un verdadero desagravio y olvidemos esa noche nefasta, que nunca

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