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Evangelistas, sexo libre y el carnaval destronado en una película sobre el futuro de Brasil

"Divino amor" es la nueva película del realizador Gabriel Mascaro, que se mete de lleno en una distopía religiosa llena de secretos y familiaridades
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16 de septiembre de 2019 a las 05:00

Podría ser una fiesta en las canteras del Parque Rodó. O algunos de esos eventos musicales masivos que se hacen en el resto del mundo y que convocan a miles de personas ávidas de música electrónica y ácido. Pero esto es Brasil y es el futuro; el año no es 2019 sino 2027. En este futuro eventual, estas raves gigantescas marcadas por las luces de neón y los trances grupales suplantaron al carnaval como la fiesta nacional; es lo único que importa y se llama la fiesta del amor supremo. Es el punto culmine de una actualización social y política diagramada y constituida por el evangelismo, que en este nuevo Brasil es masivo y tiene más peso que el Estado y cualquier otra institución. Es, también, un futuro que se anuncia utópico e ideal, pero que esconde varias trampas.

En Divino amor, coproducción entre Brasil y Uruguay que se estrenó en salas de Cinemateca este jueves, el realizador norteño Gabriel Mascaro (35) intentó explorar cómo sería Brasil si de repente el evangelismo consiguiera situarse a la cabeza del poder social, político y económico. Que, básicamente, es algo que no dista demasiado de lo que sucede actualmente en el vecino país desde que el gobierno de Jair Bolsonaro tomó el mando. Sin embargo, Mascaro –que gracias a su anterior película Boi Neón ganó reconocimiento internacional y que compitió con esta nueva película en el festival de Sundance– asegura que la idea surgió incluso mucho antes de que el actual presidente fuera un proyecto político.

“Crecí en un barrio periférico de Recife, en el nordeste de Brasil. Mi barrio se transformó muchísimo a partir de la llegada de una iglesia evangelista. Muchos amigos de mi infancia se convirtieron en ese momento y ahí pude ver la fuerza y el peso del trabajo que hacen. Son muy eficientes y pragmáticos, y entran con mucha fuerza en los lugares de Brasil en donde el Estado está ausente. Hay datos que dicen que se registra una nueva iglesia evangélica por hora en Brasil. Son 24 registros oficiales por día desde 2010. Es algo que apunta a un cambio estructural muy fuerte y me pareció que había que hacer algo en base a eso”, contó Mascaro, que pasó por Montevideo para presentar su película.

Que su director haya pasado por acá no es casualidad; la pata uruguaya de la película es fuerte y tiene varios nombres de peso atrás, entre ellos el productor Sandino Saravia, el editor Fernando Epstein y los músicos Santiago Marrero y Juan Campodónico. Justamente, la música juega un rol fundamental en esta película que apela a una estética futurista y llena de neones, y que está filmada de manera impecable. “En un momento pensé: me encantaría tener un soundtrack uruguayo. Y ahí pensé en Juan Campodónico. Cuando mandó la primera pieza fue impresionante, tenía una fuerza enorme”, recordó el director brasileño.

Utopía/distopía

Aunque muchas de las cosas que se ven en Divino amor son fruto de la invención de Mascaro –la fiesta del amor supremo, por ejemplo–, son varios los elementos que, aunque increíbles, ya están funcionando en diversos puntos de Brasil. Por ejemplo, una especie de automac de la fe en donde los fieles llegan con sus vehículos y un pastor los aconseja de manera exprés.

“Hay toda una industria gigante y mainstream que está capitalizando la fe, que parece revolucionaria pero es conservadora. Siempre despreciamos a los conservadores por ser aburridos o poco interesantes, pero investigando para la película llegué a ceremonias religiosas muy impresionantes. Pastores con guitarras eléctricas a lo Guitar Hero, jóvenes bailando, fiestas enormes y locas. Intenté mostrar y exagerar un poco eso, mostrar que el conservadurismo es más complejo y que es capaz de actualizarse para apropiarse de la cultura, incluso de esas cosas que asociamos a la agenda liberal. Por eso en mi película los miembros de esta religión son ultraconservadores pero hacer cosas que podemos asociar a algo más liberal: usan neones, seducción sensorial, sexo libre, swinging”.

Lo que Mascaro construye es un juego de ambivalencias entre algo que se ve atractivo y cool, pero que en el fondo repele y termina construyendo una distopía aterradora donde hay controles de natalidad, prohibiciones varias y creyentes sin fe. “En Brasil hay montones de críticas contra los pastores y sus vínculos con la economía y la política, pero yo quería discutir la fe. Quería hacer una película más creyente que los creyentes”.

Aunque los vínculos con el gobierno actual de Brasil están –hay guiños evidentes–, la producción de esta película empezó mucho antes y no quiere, necesariamente, ponerse a hablar de gobiernos específicos. Su mensaje, según el director, plantea repensar una situación que es más general que particular. “Esto no es con Bolsonaro, es una reflexión sobre el rumbo que está tomando el país, esté él en el gobierno o no. Hay un cambio en la cultura brasileña, los grupos conservadores están incidiendo, y también es un cambio universal. El arte es ir un poco contra esa agenda llena de prejuicios, racismo e intereses económicos. El cine está atento, y es bueno saber que las películas se están estrenando para generar estos conflictos y debates”, concluyó Mascaro.
 

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