Experto advirtió sobre efectos adversos de bajar jornada laboral

Andrés Marinakis, especialista en Políticas de Mercado e Instituciones Laborales para el Cono Sur de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) recordó en diálogo por correo electrónico con El Observador que la reducción de la jornada laboral es una preocupación desde los orígenes de ese organismo con sede en Ginebra.

Sin embargo, el economista argentino que trabaja en la sede regional de Santiago de Chile precisó que el denominado Convenio 47 se dictó en plena crisis mundial, marcada por un altísimo desempleo y alertó que el mismo acuerdo “dice que se debe tener en cuenta que la reducción de la jornada de trabajo no afecte la producción total ni la productividad, no ponga en peligro el crecimiento ni el desarrollo de nuevas industrias, ni provoque una presión inflacionaria”, como ocurriría en Uruguay. Además, sostuvo que “en la actualidad, los países de América Latina presentan jornadas de trabajo de entre 40 y 48 horas, por lo que Uruguay se encuentra en el rango inferior”.

“Una reducción adicional de la jornada en Uruguay debería discutir en profundidad sus implicaciones en el contexto actual del país y los instrumentos necesarios para hacerla viable”, sostuvo el especialista.
Con respecto al primer punto, “hay que tener en cuenta que una medida de este tipo podría aumentar la demanda de trabajo, en un contexto donde la tasa de desempleo está a niveles históricamente bajos y cuando ya se registra alguna dificultad para cubrir puestos de trabajos de ciertas calificaciones”, sostuvo.

Igualmente, “Uruguay se destaca por tener una alta inserción de las mujeres en el mercado de trabajo en relación a otros países de la región, por lo que este segmento no podría ofrecer un aumento importante en su tasa de participación”, sostuvo.

Por el lado de los jóvenes, que aún presentan tasas de desempleo alto, el problema parece radicar principalmente en las competencias con las que llegan al mercado de trabajo. Por lo tanto, habría que analizar cómo se podría aumentar la oferta de trabajo, expuso el experto.

Por último, “no hay que descartar que una mayor demanda de trabajo (originada en una medida de reducción de la jornada laboral) resulte en un aumento de la inmigración, o bien lleve a la sustitución de trabajo por capital”, agregó Marinakis. Esto último, reconoció, traería como correlato “un aumento de la productividad”.

La instrumentación

Especulando sobre la eventual instrumentación de una medida de esas características, el experto de la OIT explicó que “el proceso de implementación de una reducción de la jornada seguramente incluiría distintos elementos para facilitar su implementación”.

“Es posible que se pueda considerar un proceso en etapas, a través de las cuales se pudiera absorber el aumento de costo por hora trabajado con mejoras en la productividad”, dijo Marinakis.

Asimismo, “podría implementarse algún mecanismo de apoyo público para que las empresas pudieran asumir los desafíos de mejorar la productividad, que requieren mayores inversiones”, agregó.

Por último, indicó que “dado que en Uruguay existen fuertes actores sociales, no habría que excluir la posibilidad de que este proceso sea un tema de la negociación colectiva entre trabajadores y empleadores”.