Gabriel Calderón.

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Gabriel Calderón: "Si me dicen hoy 'vas a estar toda la vida haciendo teatro', abandono mañana"

El director de la Comedia Nacional fue entrevistado por Oscar González Oro en el ciclo Posdata
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14 de mayo de 2023 a las 05:00

El dramaturgo, actor, director teatral y actual director de la Comedia Nacional, Gabriel Calderón, conversó con el periodista argentino Oscar González Oro para la entrega más reciente del ciclo de entrevistas Posdata, de El Observador. 

Calderón habló sobre su rol como responsable de la compañía teatral estable que pertenece a la Intendencia de Montevideo y las razones por las que optó poner en pausa sus proyectos en Europa para asumir el cargo (que anticipó que dejará una vez concluido su primer período), repasó la historia de sus inicios en el teatro, y habló sobre una de sus obras más exitosas, Ana contra la muerte, que nació de uno de los momentos más duros de su vida, el fallecimiento de su hermana. 

Este es un resumen de la charla, que podés ver completa en este video:


Dejaste Europa por la Comedia Nacional.

¿Quién no? Tampoco es que dejé definitivamente. Trabajaba de forma estable en Italia, España y Suiza, eran básicamente los tres lugares en donde todos los años daba clase o hacía un montaje profesional, y por la Comedia Nacional evidentemente tuve que decirles “espérenme un poquito”. No abandoné, pero no estoy trabajando ahora.

Tu formación es en Uruguay primero, España después y el Reino Unido.

En Uruguay me formé como actor, que es mi base. En la EMAD, pero abandoné la EMAD. Tuve a Levón Burunsuzian, varios maestros. Mis comienzos fueron en el Teatro Circular, después pasé a la Escuela Municipal de Arte Dramático y allí tuve varios maestros. Nombrar siempre es injusto, pero una gran influencia ha sido Levón y toda su disciplina y amor al teatro, Levón pertenece a una camada de artistas, de monstruos, de bestias teatrales que están dejando de existir. Levón está vivo, y si ve esto me va a llamar para decir que no está dejando de existir, pero es un estilo de entender el teatro que a mí me admira mucho, pero que no practico. Me admira por la diferencia. Una idea donde la disciplina y el rigor son inquebrantables y que el teatro es superior a cualquier demanda o moral humana.

Había un director que decía "el teatro es fantástico hasta que llega el público".

Como decía Pirandello, “los gigantes de la montaña llegan y lo destrozan todo”. Con una inconsciencia, porque los gigantes también aplastan inconscientemente a los que están abajo, y el público, todo junto, porque por separado son encantadores, juntos se vuelven un monstruo que pueden destrozar o elevar cosas vacías. Pero bueno, es parte de la regla. Yo comparto ese amor, sin duda. También hay etapas en donde uno está con más amor a lo que hace o más peleado. A mí me siguen fascinando algunas cosas del teatro que son únicas en relación a otras disciplinas. Es un arte colectivo per se y eso te vuelve muy comunitario. Tenés que trabajar mucho con gente que tal vez no soportás del todo. Y tenés que entenderlo. Si no lo entendés y le hacés la guerra, que el otro esté mal te va a ir mal a vos. O sea, no le sirve a Hamlet que Gertrudis esté espantosa, le conviene que Gertrudis esté bien. Esto por supuesto tiene todas las realidades humanas después. Algunos se encargan más y menos,  pero a mí eso me sigue gustando, como un grupo de individuos que tal vez individualmente no son destacables, pero juntos hacen algo que parece mágico y que el público viene y dice “¿cómo lo hacen, cómo lo lograron?”. 

¿A los 19 años estrenás Mi muñequita y está cuatro años en cartel?

Fue la primera obra que hicimos profesionalmente, muy joven yo, la había escrito yo. Hay todavía, pero en ese momento existía con mucho más fuerza lo que se llamaba Teatro Joven, que todos los que éramos jóvenes nos presentábamos allí. Era en El Galpón en su momento, antes en Don Bosco, pero todos los que éramos menores de 30, en vez de presentarnos en un teatro, nuestro lugar era Teatro Joven, competíamos entre nosotros. Y en un momento eso explota, lo que durante años se presenta allí y con cierta calidad, de repente encuentra su fisura en los teatros independientes de la ciudad. Y entonces a nosotros nos programó el Teatro Circular, nos programó un viernes trasnoche, nos dijo “miren, tenemos los viernes a las 12 de la noche, que ya no se usa” y a nosotros que nos dieran una posibilidad era maravillosa. Entonces nos fuimos así los viernes por la noche y fue tanta la aceptación y lo que pasó con la obra que estuvimos cuatro años agotando esa función hasta que empezamos a hacer giras, bajamos porque teníamos invitaciones internacionales que no podíamos aceptar, porque siempre teníamos entradas vendidas.

¿Cómo superás cuatro años haciendo la misma obra?

A mí sí me dicen hoy “Gabriel, vas a estar toda la vida haciendo teatro”, abandono mañana. Presento currículum acá. Uno siempre está tal vez en el último día, de cierta manera, y de repente mira para atrás y dice “hace 20 años hago teatro y me aburre un poco”. Pero no lo viví así, no empecé con la perspectiva de estar. En las funciones, en Mi muñequita, fue eso. Nosotros renovábamos mensualmente con el teatro, durante cuatro años, porque siempre pensábamos que había un error, que alguien se iba a dar cuenta, que la gente iba a dejar de venir. Después, sin duda que cierta rutina es saludable, parafraseando a Benedetti, a ese personaje en La tregua, que gracias a la rutina, puede soñar. Porque los días que no son rutinarios y hay que trabajar él no lo puede pensar en otra cosa. Esa capacidad de Benedetti de encontrar en la cosa más gris, que es la rutina, sin embargo, cierta posibilidad de ocio, descanso, paz. Claro que todo el tiempo es un problema, ahora la falta de seguridad del arte hace que eso no es tan así. Salvo en la Comedia Nacional, que uno tiene realmente una rutina, en el resto del arte es más un juego siempre, en donde apostás a una obra que le va a ir muy bien y tal vez está un mes y tal vez en otras que están cuatro años. También, antes te programaban tres, cuatro meses, ahora los teatros te programan 10 días, dos semanas. Entonces es una vertiginosidad que atenta contra la rutina, atenta un poco contra el entrenamiento, pero también es lo que es y nosotros tenemos que encontrar los intersticios para sobrevivir en la realidad.

¿Sos actor del método?

No. Es más, me dejé de desarrollar como actor por respeto a la actuación, porque empecé a notar... Lo primero que le pasa a un director, yo soy dramaturgo, básicamente, un dramaturgo que dirige, porque yo no escribo otra cosa, no escribo notas de periodismo, no escribo novelas, escribo teatro. Entonces lo primero que se pregunta un dramaturgo es ¿por qué teatro? ¿por qué no voy al cine, por ejemplo, que va mejor? ¿a las series, que parece que están en su momento? ¿por qué no me dedico a algo que me dé un poquito más de estabilidad? Entonces la pregunta es por qué me gusta el teatro y mi primer respuesta fue “a mí no me gusta el teatro, a mí me gusta ver actores y actrices actuar”. Yo voy a ver una obra, que tal vez ya conozco, pero si está tal persona la voy a ver, porque lo quiero ver actuar. Y eso me fue alejando de mi práctica de actor, el respeto al trabajo que hacen los actores y actrices que admiro. Son de un método no de “El método”. Tienen sus propios métodos, su rutina se cuidan y cuidan el instrumento vocal, físico, yo en ese sentido no lo soy para nada. Y si de vez en cuando actúo como he actuado con Sergio Blanco, con Mariana Percovich, es para no olvidarme de toda la práctica de lo que yo admiro, para no quedarme del otro lado, pero es más personal. Bueno, pero quizás el dramaturgo también necesita abrevar algo del actor.

A mí me gusta escribir para ofrecer oportunidades de actuación y a veces me gusta hacer la práctica del actor para entender que está buscando un actor cuando lee. El actor lee de una manera muy particular, la mayoría de los actores y actrices dicen que no leen, pero sin embargo leen mucho. Y se aprenden de memoria textos, cosa que un lector natural no hace. Ahora, es un lector técnico que busca oportunidades de lucimiento, de trabajo emocional, bellas metáforas que lo desplacen de su centro. Siempre he escuchado a uno u otro actor decir. “Ay, que bello personaje”. ¿Qué quiere decir eso, "es hermoso, lo conoces?”. Y te dicen no, pero es una oportunidad única de hacer un asesino, un pedófilo, un amante muerto, un fantasma, todo lo que está desplazado de su centro, lo más lejano, su amor hacia los personajes no tiene que ver con la moral.

Son muy mentirosos los actores.

Todos sabemos actuar. Todos actuamos distintos personajes según el lugar. Aquí, con nuestra pareja, con una persona que detestamos, cuando compramos una casa. Si todos mentimos y todos somos varias personas, ¿cuál es la particularidad del actor? Que el actor miente, cuando todos saben que miente, y sin embargo, es capaz de que lo creas. Vos lo ves y sabés que no es un rey, que estás en un teatro, que su corona es falsa. Y sin embargo. Mentir la verdad decía Onetti. 

A los 19 años hacés esa obra, ¿de donde salió esa obra, de qué parte tuya?

De la necesidad. Era muy buen estudiante. Me iba bien en todo, pero lo único que me gustaba hacer era un taller de teatro que tenía, y nosotros nos presentamos en Teatro Joven y en Teatro Joven seleccionaban de 150 grupos, los mejores 30. Entonces había que concursar y a nosotros nos pasaba lo mismo que le pasa a cualquier grupo en el mundo, no teníamos obra. Entonces una amiga dijo “Bueno, no nos presentamos” y para mí fue como el Apocalipsis. ¿Cómo no  vamos a hacer lo único que me gusta en toda la semana? Entonces escribí una obra de 5 minutos para presentarnos, te pedían 5 minutos para ir a la prueba. Entonces vamos a la prueba con esos cinco minutos, pasamos, y nos dicen “al mes tienen que presentar la obra entera” y todos vienen hacia mí y me dicen “¿está la obra?”. “¿Cómo no va a estar?, no les voy a haber dado cinco minutos”. Efectivamente me fui a mi casa y escribí, calculé más o menos , dije si esto fueron cinco, multiplico las páginas y me dan los 50 minutos que necesitamos y esa fue mi primera obra. La presentamos, ganamos el primer premio de todo el concurso, que no importaba, porque trabajaba con actores y actrices que ahora son conocidos, pero que todos teníamos 17 años en ese momento, a mí lo que más me llamó la atención, es que de ese concurso ganamos, yo gané, la mención Mejor dramaturgia del encuentro y yo dije “¿cómo?”. Tuve siempre buenas notas, toda mi vida, menos en idioma español y literatura que tuve toda mi vida 5, que es baja. Cuando había que elegir biológico, científico o humanístico, yo estuve entre científico y biológico. Elegí biológico, me anoté en la Facultad de Medicina, me fui a Ciencias. Yo estaba decidido que mi vida no tenía nada que ver con la literatura, y de repente hacía teatro, que era otra cosa y cuando me dan la mención, digo “¿cómo se la dan a alguien que no sabe escribir?” y encuentro una maravilla del teatro. Claro, esta gente me premia porque no me leyó. Claro, esta gente no sabe que yo escribo sin tildes, que no sé dónde poner las comas, y así sucedieron una serie de cosas: primero al descubrir que el teatro te puede mejorar, te protege y te ayuda a que lo que haces mal pueda tener un buen fin, yo no sé si mejor persona, pero sin duda que yo escribía mejor en el teatro que fuera de él. Fuera de él era un negado a la literatura, y de repente en el teatro encontré un lugar donde podía pensar en las palabras, y las palabras tenían una utilidad y por primera vez, gracias a ellos, pensé cuál era la funcionalidad de la coma, el punto, el punto y la coma, cosa que hasta ese momento había negado. Cuando empecé a ver que producían cosas distintas en el escenario y que confundía a los actores si yo no ponía bien esas cosas, me empezó una responsabilidad. Después vinieron los maestros, María Esther Burgueño, Mariana Percovich, gente que me dijo “está bien tu ignorancia, pero si aprendés lo hacés mejor”. Y entonces empezó un proceso, muy tarde, como a los 20 años, de anotarme a cuánto curso de ortografía y sintaxis había. 

Ana contra la muerte, ¿te costó?

Tiene un sinsabor, evidentemente, es una obra que yo no hubiese escrito jamás si no hubiese fallecido mi hermana. Que no tiene nada que ver con la obra, pero sin duda me despertó un una reflexión sobre la muerte, una rebeldía a algo tan inevitable, una vez que se muere alguien que queremos no nos queda más que aceptar, aunque no aceptemos. Nuestra no aceptación no produce nada en lo importante, y para mí la muerte hasta ese momento había sido siempre más un tema narrativo que una experiencia personal. Y sin dudas que eso despertó una revolución en mi manera de ver el teatro, fue hace cinco años, ella tenía 34 y yo 35. Jimena me llevaba un año, entonces era una hermana muy cercana, una testigo digamos. Cuando su fallecimiento me di cuenta que escribía muchas cosas en el Teatro del humor, por ejemplo, que es algo que uno comparte mucho con un hermano de crianza, entonces hay muchos chistes en mis obras que perdieron sentido ahora que Jimena no está. Y sin duda que Ana contra la muerte me permitió la posibilidad de hacerme algunas reflexiones que yo no sentía propias, siempre uno tiene algunos temas que le son más cercanos, el humor es un tema muy particular para mí, siempre fue una apoyatura para mí. Cuando uno se ríe con el otro se genera una pequeña comunidad, hay algo en el mundo que entendemos igual.

Dice Andrés Barba, que es un filósofo, es una manera de devorar al otro. Si yo te hago reír ahora, te tengo, de alguna manera. Y además fisiológicamente sabemos que es una droga en el cerebro, el cerebro inmediatamente pide más. En un espectáculo es lo mismo, por ejemplo hay una frase de una poeta, Wilcox, que dice “ríe y el mundo reirá contigo. Llora y llorarás solo. Y en una obra de teatro esto siempre es así. Cuando vos terminas de ver una obra y el de al lado está llorando tal vez te das cuenta cuando se prendió la luz, ahora si se ríe siempre es molesto, “había uno que se reía todo el tiempo, se reía donde no había que reírse” La risa es colectiva, es contagiosa, pegajosa, y para mí siempre ha sido una estrategia de generar comunidad en un grupo de gente que desconozco totalmente, y que no sé si tenemos algo en común, y la risa es una manera de decir “bueno, acá hay una pequeña comunidad”. Trabajar sin risa, que por primera vez lo hice en Ana contra la muerte, es casi hacer malabarismo sin red.  Es decir, voy a trabajar con esta gente sin saber hasta el final, si aquí hay comunidad, y entonces me propuse por primera vez contar una historia que la había leído en un diario, que era una mujer que se enfrenta a la inevitable muerte de su hijo y siente que tiene que hacer todo lo que esté a su alcance, lo humano y más, para evitarlo. Y me parecía que yo tal vez allí podía poner, no de mi experiencia personal con Jimena, que no tenía que ver con esa muerte, ni era esa mujer, podía dedicarle mi deseo. Que ese deseo de no morir del hijo de esa persona podía emparentarse con el deseo de recuperar a mi hermana y sin embargo ambos fracasar.

¿Qué es la muerte para vos hoy?

A los 33 también fui padre, entonces evidentemente que con hijos hay algo de la muerte que se transporta a ellos. Yo tengo miedo por la muerte de mis hijos o por mi muerte, y su desamparo. Se trasladó así y con la muerte de mi hermana, eso se enervó un poquito, pero ese desplazamiento lo siento con el nacimiento de los hijos, lo cual a mí me ayudó porque yo trabajaba con mucha impunidad con la muerte, era casi que un recurso narrativo, tengo que sacar un personaje, lo mato. Y cuando tomó esta mesura en mi vida, yo lo trato con un poco más de respeto. Se tiene que tener igual la irreverencia de esos temas para que no se vuelvan solemnes, pero no lo pude elegir, entonces valoro la espesura que le dio la experiencia.

¿Qué significa ser director de la Comedia Nacional?

Por un lado es que mis maestros lo fueron, siento la responsabilidad. Todos los días me digo que los problemas no me hagan olvidar que tengo el privilegio de ocupar un lugar que ocupó  gente que para mí fue muy importante. Después es bajar a un lugar en donde se sabe uno es un eslabón más, digamos, el escalón de una escalera que si uno es un buen escalón, es una escalera que sube y si es un mal escalón es una escalera que desciende, pero uno lo único que tiene que hacer es tratar de no romper esta escalera que ha funcionado durante años. 

Yo soy un director que estuve el año pasado, voy a estar dos años más y voy a volver al teatro independiente. No soy un director eterno, los directores de la Comedia Nacional tienen de 3 a 6 años, tienen la posibilidad de elegir un segundo período, pero yo elegí el primero ya avisando que no voy a elegir un segundo período por mi carrera internacional, porque yo tengo que seguir y porque me parece saludable ese recambio, sin embargo, en los actores sí puedo entender eso, porque lo veo y yo veo que los actores que hace 10 años que tienen el entrenamiento o 15 de estar estrenando tres o cuatro espectáculos por año en el Teatro Solís y profesionalmente que no tengan que ir a dar clases, que no tengan que hacer otra cosa, que estén ahí para actuar eso en la musculatura del actor se ve claro, sino todo daría igual.

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