Lula resultó ganador en las elecciones de Brasil

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Hay razones para ser optimista con Brasil: ¿por qué?

Hay elementos estructurales y coyunturales para ser optimista aunque dependerá de las decisiones que se tomen a nivel de políticas públicas para galvanizar estas fuerzas y transformar el potencial en crecimiento real y desarrollo económico
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01 de diciembre de 2022 a las 05:01

Hace aproximadamente un mes tuvo lugar la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Brasil, donde el hoy presidente electo Luiz Inácio Lula da Silva, se impuso con el 50.9% de los votos frente al actual presidente, Jair Bolsonaro que obtuvo el 49.1%, en lo que fue el balotaje más disputado en la historia del país. En términos políticos, el panorama resulta muy familiar para cualquiera que analiza la realidad latinoamericana de estos tiempos. La norma es que oficialismos son derrotados (independientemente de su orientación política) y asumen gobiernos generalmente con debilidad parlamentaria que deben acordar y transar para poder gobernar. Las opciones de centro, más socialdemócratas, han perdido pie, con los votantes decantándose por los extremos, sean de izquierda o derecha.

Específicamente en el caso brasileño, es claro que Lula va a tener que lidiar con un congreso claramente sesgado hacia la centro-derecha. El poder real seguirá depositado en el “Centrão”, ese conjunto de partidos políticos que no tienen una orientación ideológica definida, pero si multitud de intereses que negocian de igual a igual con el ejecutivo y vale mencionar que hoy tienen mucho más poder y autonomía económica que durante los gobiernos anteriores de Lula. Es importante recordar este hecho ya que es una de las razones por la que no deberíamos esperar grandes cambios de rumbo en Brasil. En las últimas semanas, la transición se está dando de forma ordenada al menos en lo formal, liderada por un hombre de diálogo como es el vicepresidente electo Gerardo Alckmin  (ex gobernador de San Pablo, ex-PSDB, hoy PSB).

Sin embargo, tras una buena recepción por parte del mercado, donde el real se apreció y los activos brasileños se revalorizaron en la primera semana posterior a las elecciones, el nerviosismo se ha apoderado de los inversores, que quieren definiciones claras en materia de nombramientos ministeriales (hacienda) y lineamientos de política económica (techo de gastos). Hasta ahora los indicios son negativos, con el nombre de Fernando Haddad resonando fuerte para el Ministerio de Hacienda. Sobre este punto es clave entender que Lula ya está pensando en su sucesión y necesita construir un candidato fuerte y competitivo para las elecciones de 2026, por lo que otorgarle a Haddad un puesto muy relevante en su gobierno le daría más visibilidad y protagonismo al ex alcalde de San Pablo y ex ministro de educación que perdió contra Bolsonaro en 2018 y volvió a ser derrotado recientemente en San Pablo en las elecciones para gobernador. Sobra decir que si bien es un académico formado, economista, su perfil técnico y predisposición hacia enfoques de política económica más promercado es muy inferior al del actual ministro Paulo Guedes (liberal, Universidad de Chicago) o Henrique Meirelles (banquero, ex ministro de economía de Temer y ex presiente de banco central bajo el gobierno de Lula). En cualquier caso, nada está definido aún y podría haber sorpresas.

Otro tema fundamental en discusión es la puesta en marcha de una propuesta de enmienda constitucional (PEC) de transición, que permitiría, entre otros elementos excluir al programa social, Auxilio Brasil, del tope de gastos, con lo cual se perfora la regla fiscal, que es el ancla de estabilidad macroeconómica del país norteño. El monto de dinero en juego son en principio unos R$ 175.000 millones (o 1.7% del PBI).

Del lado de Bolsonaro, el no reconocimiento de la derrota y las iniciativas del Partido Liberal (su partido) de impugnar los resultados de las elecciones, que fueron desestimadas por el Tribunal Superior Electoral (TSE) generaron algo de ruido. Mucho más importante, las masivas movilizaciones populares que se vienen dando especialmente en el sur, con miles de ciudadanos pidiendo la intervención del ejército y denunciando fraude, aportan también su cuota de incertidumbre. Además, es claro que aun derrotado, el futuro expresidente conservará un enorme poder, con una gran bancada parlamentaria que le responde directamente. De hecho 65% de la cámara de senadores serán aliados o no se le opondrán, mientras que 36% de los diputados federales ya le expresaron su apoyo (aunque en Brasil esto es muy fluctuante). Sin mencionar su gran popularidad, recordemos que obtuvo 58.2 millones de votos en la segunda vuelta. Además, muchos de sus candidatos ganaron en las elecciones estaduales, destacando la figura de Tarcisio Gomes de Freitas (ex ministro de Infraestructura) hoy electo gobernador de San Pablo, estado más poblado de Brasil con 40 millones de habitantes. Más importante aún, a diferencia de lo que ocurrió en los mandatos anteriores de Lula, un grupo económico particular se ha fortalecido mucho en el Brasil actual, donde el equilibrio de poder mudó de la otrora todopoderosa FIESP (Federação das Indústrias do estado de São Paulo) al hoy próspero cinturón agrícola que ha enriquecido al agronegocio y fortalecido económica y políticamente a los estados conservadores.

La gran incógnita brasileña es si es este nuevo equilibrio servirá para contener las propuestas más radicales del gobierno de izquierda de Lula o por el contrario derivará en una democracia de colisión, con un país paralizado políticamente y estancando económicamente. En cualquier caso, hasta que inicie la nueva administración el próximo año (Lula asume el 1ero de enero de 2023) atravesaremos un período de fuerte volatilidad.

¿Cuál es el estado de la macroeconomía que recibe Lula?

En términos de producto bruto, Brasil es de los pocos países del mundo que en este 2022 ha corregido sistemáticamente al alza sus proyecciones de crecimiento. Según la última actualización, el Ministerio de Economía espera un crecimiento del PIB cercano al 3% para este año, mientras que, recientemente, el Fondo Monetario Internacional elevó su proyección al 2.8% para el 2022, un aumento de 1.1 puntos porcentuales desde su estimación de julio, si bien dejo casi incambiada la perspectiva para 2023 en 1%. Como resultado del buen desempeño, el PIB está solo un 0.6% por debajo de la tendencia previa a la pandemia y 3% por encima del nivel previo a la pandemia, con sectores como servicios muy por encima de las tendencias previas. Esto se ha notado mucho a nivel de empleo, con los últimos datos de desempleo en 8.3 %, su menor nivel en casi ocho años.

En materia de inflación, gracias a un aumento de tasas de 1.175 puntos básicos desde marzo de 2021 que llevó la tasa Selic a 13.75% y reducciones de impuestos a los combustibles, es que desde finales de junio la inflación viene en caída libre, desde un máximo interanual del 12.13% en abril al 6.47% en octubre. Se espera que caiga por debajo del 6% antes de fin de año. Este punto, es relevante, ya que Brasil es el primer país en concluir su ciclo de ajuste monetario, con lo cual es altamente probable que veamos recortes de tasas en 2023.

A nivel fiscal, el desempeño ha sido notablemente sólido este año. Brasil, que en plena pandemia llegó a tener un déficit primario del 10% del PBI, se las ha arreglado desde entonces para hacer un ajuste fiscal masivo que le va a permitir cerrar este 2022 con un superávit primario del 1.0% del PBI (el primero desde 2013) lo que deja el ratio deuda pública/PBI en aproximadamente 77% del PBI (vs 74% en 2019). Quizás el único punto negativo a mencionar en este rubro, tiene que ver con la intensión del gobierno electo de incurrir mayores gastos por un porcentaje del 1.2% del PBI (haciendo permanente el Auxilio Brasil por un monto de R$ 600, entre otros), que en caso de debilitarse las perspectivas de crecimiento, empeorarían el panorama de las cuentas públicas.

El sector externo, por su parte, está sólido, con reservas internacionales de un 20% del PIB (US$ 360 bn) y una deuda externa baja (US$ 326 bn en deuda externa bruta pública y privada). La cuenta corriente, por su parte, apunta a un déficit del entorno del 2% del PIB (2022 y 2023), en línea con la media histórica. En este punto vale resaltar el buen momento de Brasil en materia de términos de intercambio que siguen siendo ampliamente favorables, en niveles no vistos desde 2013-14. Además, el gobierno saliente promovió varias reformas pro crecimiento, entre ellas la ley de gobierno corporativo de las empresas públicas, la reforma laboral, una reforma financiera (modificación de la tasa de referencia del BNDES, en particular), la reforma previsional, así como la autonomía formal del banco central, varios nuevos marcos regulatorios sectoriales y diversos proyectos en torno a la modernización del aparato estatal.

¿Cuáles son las perspectivas de futuro?

Más allá de quien ganó las elecciones, hay razones para ser optimista con Brasil. Desde un punto de vista geopolítico, es el gran ganador del cambio en las cadenas de globales de valor iniciado en la pandemia, con la relocalización de la producción por parte de los países desarrollados, que van a favorecer a “socios confiables”, más si cuentan con una población de 213 millones de habitantes. Por otra parte, la guerra en Ucrania ha generado enormes disrupciones en los mercados de materias primas donde Brasil es un jugador de primer orden.

Ante una crisis energética y alimentaria como la actual, conviene repasar algunos datos clave. La FAO y la OCDE clasifican a Brasil como el segundo mayor proveedor mundial de alimentos y productos agrícolas. El país combina el 12% del suministro de agua del mundo con una de las áreas de tierra cultivable más grandes del planeta y produce alimentos para unos 800 millones de personas. En materia de energía, la industria de petróleo y gas de Brasil ocupa el décimo lugar entre los mayores productores a nivel mundial. Dentro del subsector de renovables, Brasil se consolida como el primero de América Latina y el tercero del mundo en cuanto a la participación de las energías renovables en la matriz energética. En este sentido, el Nordeste tiene grandes ventajas y la Agencia Internacional de Energías Renovables (Irena) la designó como la región más competitiva para hidrógeno verde. Además, como los vientos locales “son uniformes, no soplan en ráfagas” y son "unidireccionales”, el potencial eólico es gigantesco.

Como puede verse, hay bastantes elementos estructurales y coyunturales para ser optimista. Por supuesto, dependerá de las decisiones que se tomen a nivel de políticas públicas para galvanizar estas fuerzas y transformar el potencial en crecimiento real y desarrollo económico. Para esto se necesitan reformas que mejoren la simpleza y eficiencia del sistema tributario, así como del sector público en general.  También es clave aumentar la calificación de la mano de obra e impulsar la productividad. Lo mismo para temas de seguridad y el clima de negocios. Y más importante aún, si Brasil quiere aprovechar las oportunidades que el mundo le otorga debe abrirse más al comercio, ya que hoy, junto Argentina en el marco del Mercosur representan el corazón del proteccionismo a nivel global.  De lo contrario, volveremos a aquella frase famosa que decía “Brasil es el país del futuro…  siempre lo será”. De ellos depende.

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