J.R. Moehringer le da un golpe al destino

Si de algo puede hablar con propiedad el autor de esta novela es de golpes. Abandonado por su padre antes de cumplir un año, de clase baja tirando a pobre, criado por parientes disfuncionales y sin más perspectiva que el bar de la esquina de su barrio, todo parecía indicar que el destino de J.R. Moehringer estaba más que sellado.

Pudo, sin embargo, salir adelante gracias a una voluntad férrea que lo llevó a graduarse en la universidad de Yale y luego a trabajar como periodista para diversos medios como el New York Times, donde fue pasante hasta que lo hartaron. Poco tiempo después de renunciar ganó un premio Pulitzer por un reportaje hecho para otro diario.

La fama mundial le llegó cuando publicó dos libros que se convirtieron rápidamente en bestsellers: una biografía del tenista André Agassi (Open) y una excelente novela donde contaba su vida titulada El bar de las grandes esperanzas.

El secreto del éxito de Moehringer radica en la forma única que tiene de vincular lo que está contando de otros con su propia historia. Pero también en una innegable capacidad para narrar, que se apoya en una excelente prosa y en una honestidad intelectual que hace que el lector le crea todo lo que dice de principio a fin. El campeón ha vuelto, publicada originalmente como reportaje en 1997 y luego llevada al cine por Rod Lurie como El último asalto, no es una excepción.

Sorprende de entrada el extenso prólogo para esta edición en español, de casi treinta páginas, donde el autor explica la génesis del trabajo y da varias claves para entender por qué la historia de un boxeador que termina viviendo como indigente le caló tan hondo. Explica, entre otras cosas, su amor por el boxeo, al que ve como una metáfora de ese combate incesante que es la vida y más adelante, ya en la novela, reflexiona: "La mera visión de dos hombres golpeándose sobre un cuadrilátero suscita una reacción de sosiego, una reafirmación uterina de que todo es menos complicado de lo que nos han hecho creer. A partir de la brutalidad, la claridad".

La novela es la crónica de la investigación que realizó Moehringer cuando le cayó en las manos la historia del hombre que decía ser el peso pesado Bob Satterfield. A base de regalarle cinco dólares cada vez que habla con él y a una empatía nacida de las dificultades de la vida, el narrador protagonista intenta verificar si el hombre es quien dice ser o todo se trata de una invención nacida de la locura y el alcohol.

Lo interesante es el viaje del periodista por el submundo del boxeo. La anécdota de como Satterfield le rompió la nariz al imbatible Rocky Marciano, la vida familiar del púgil, aquella pelea arreglada, sus pecados, sus antecedentes penales, el papel de la familia del ídolo convertido en desastre viviente, el vértigo de la fama y la caída brutal que enfrenta cualquier boxeador.

Pero también la historia paralela que se cuela cada dos páginas, que es la propia vida de Moehringer, que en ese entonces era un mar de dudas más que de certezas. En un pasaje fantástico, cuenta que una vez busco al padre que lo había abandonado en la cuna. El relato de ese encuentro es soberbio, ya que dice que recuerda su olor, su risa, su ropa, lo que comieron, pero no de que hablaron. Y, a pesar de toda la decepción que le provocó la reunión: "Lo quería con esa desesperación con la que queremos a alguien cuando necesitamos quererlo".

Como Cortázar, Hemingway u Oates, J.R. Moehringer siente fascinación por la lucha pero la utiliza como excusa para hablar de otras cosas, en este caso, del límite sutil entre realidad y ficción, de la relatividad de toda verdad y de la ardua pelea que es la vida. Y lo hace con el corazón en la mano, como solo él sabe hacerlo.