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La actriz española Belén Rueda y su rol en una película uruguaya

Filmó No dormirás con el director local Gustavo Hernández, que se estrenó el jueves
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14 de enero de 2018 a las 05:00
Matías Castro
Especial para El Observador

Aunque su imagen se asocie, desde aquí, más al cine de terror, Belén Rueda (Madrid, 1965) maneja su carrera más allá de esas etiquetas. Tal vez sea una impresión causada por las películas suyas que han llegado a Latinoamérica y a lo asociada que quedó con las exitosas El orfanato y Los ojos de Julia. Pero ya pasó un buen tiempo desde esos dos casos, y en ese período filmó mucha televisión (el medio en el que empezó su carrera; en Uruguay canal 10 emitió Los Serrano), hizo algo de teatro y numerosas películas. La más reciente es No dormirás, un thriller psicológico dirigido por el uruguayo Gustavo Hernández en el que encarna a Alma, una directora de teatro que impulsa a sus actores, con bastante perversión, a usar el insomnio durante cuatro días para abrir las puertas de la percepción que les permitirán estrenar una obra de teatro maldita.

Esta semana vio No dormirás en el cine por primera vez, en el estreno en Buenos Aires. ¿Cómo se siente un actor al verse en pantalla grande durante una hora y media o dos? Es un largo período para estar sentado frente a una versión gigante de uno mismo.

Cuando ves tu película terminada no la ves objetivamente. Siempre recuerdo el momento en que se rodó y me pregunto por qué escogieron una escena y no otra, o me pregunto por qué hice tal o cual cosa. Y hay veces que acertaste o te equivocaste con lo que decidiste. Cuando un actor ve una película terminada tiene dos realidades paralelas en la cabeza: una es lo que está ocurriendo en el cine y la otra es lo que ocurría cuando estaba rodando. Además, es muy bonito en una película como esta ver la reacción del público.

¿Con qué reacciones se encontró en esa función?

Mi personaje tiene una grandísima insistencia para conseguir lo que quiere: reunir a varios actores y someterlos al insomnio durante cuatro días para hacer su obra de teatro. En el estreno lo que vi es que, cada vez que mi personaje entraba en acción, el público reaccionaba, porque se daban cuenta de lo que le hacía a los otros personajes para algo que solo a ella le interesaba. Menos mal que en esta época el público diferencia al actor del personaje, si no todos me matarían.

Viene de una seguidilla de cinco películas y una serie de televisión en dos años. ¿Cómo hace para entrar y salir de los personajes?

Lo que ocurre es que las técnicas van cambiando según la etapa de tu vida y según el proyecto que afrontes o el que has dejado. También afecta el tiempo que tengas para prepararte. Antes de No dormirás filmé El cuaderno de Sara en Uganda, y fue especial porque nos tuvimos que trasladar e instalarnos ahí por un mes y medio, con muchas exigencias y en condiciones a las que no estás acostumbrado. Dependiendo del personaje que hagas, se hace más o menos fácil esa transición. A mí lo que me ocurre es que me gusta filmar los making of después de rodar la película, porque te hacen racionalizar demasiado tu personaje. Prefiero que las cosas vayan ocurriendo de forma natural, que haya imprevistos. Al empezar a trabajar en un personaje, le buscas los porqués, su pasado, todo; pero cuando estás rodando, creas un vínculo con los otros actores y, si el director lo permite, uno puede dejar que pasen cosas, gestos, reacciones o pequeñas cosas. Y el espectador nota si esas cosas pasan. Dependiendo de la intensidad con la que hiciste eso te cuesta más o menos.

¿Genera estrés ese período intermedio, cuando se viene encima la hora de meterse en un nuevo personaje?

Produce estrés, pero siempre digo lo mismo: hay otros trabajos que estresan más. Porque no te gustan, pero tienes que ir igual a la oficina todos los santos días. Cuando me pasa algo de eso me digo "mira, bonita, estás trabajando en lo que te gusta". Una vez que respiras y te pones, no te agobia el tiempo, que es lo que más te presiona.

No dormirás habla de usar una técnica extrema para cruzar ciertos umbrales. Pero más allá de las fantasías, ¿en el mundo del actor hay un umbral para pasar?

Muchas veces me pasa que cuando tengo una película encuentro, tal vez, unas cuatro secuencias en las que termino entrando en lo que llamo "el sitio malo". Y no es lo que dices con la palabra sino lo que dices con tus ojos, desde el punto de vista emocional. Y si lo que dices con los ojos no lo tienes en las entrañas, te aseguro que no sale igual. Es como si hablases en otro idioma. Por eso, es verdad que en las películas hay algunos momentos en que tienes que irte a un lugar personal al que no es aconsejable ir muy a menudo, porque te produce dolor, porque te cuesta colocarlo otra vez en el buen sitio. Porque en la vida hay muchas cosas dolorosas de las que aprendemos, pero tienes que colocarlas en un lugar donde no estén continuamente presentes porque si no el dolor se apodera de tu día a día.

Ha dicho que hizo terapia y que eso le ayudó para su trabajo.

Hay un método que se llama el eneagrama, que es una especie de terapia que uno se hace a sí mismo para conocerse. Entre los actores, por lo menos en España, se utiliza bastante porque nos divide en personalidades diferentes. Y cuando estás haciendo un personaje es muy interesante porque tienes que definirlo mucho para contar una historia en una hora y media. Tal vez para tu vida personal el eneagrama no sirva, porque no hay que etiquetarse a uno mismo. Pero para pensar tus personajes esa técnica te ayuda bastante.

Entonces, lo de verse en pantalla durante una hora y media tal vez sirva para estudiar cómo uno se expresó y representó al personaje.

Muchas veces me han preguntado si ensayo los textos frente al espejo, pero jamás lo hago. Lo que tienes que conseguir para empezar es hacer tuya una situación que, en principio, nunca hubieras vivido. Tienes que imaginarte esa situación tan de verdad que, en un momento dado te sale de las entrañas, como dice mi personaje. Lo que pasa es que Alma no utiliza el método adecuado para que eso pase. No se trata de hacerlo de fuera hacia dentro, sino de adentro hacia afuera. Porque no estás pensando en cómo quedará lo tuyo o si estás bien parada, sino en lo que estás sintiendo tú en ese momento y con la otra persona. Y eso el espectador lo nota.

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