He cumplido dos veces cuarenta años como bien conocen los tan amables lectores de El Observador. He tenido ocasión de tratar a dos grandes historiadores argentinos. Uno de ellos fue Ricardo Levene, mi primer profesor universitario y más adelante a Enrique de Gandía, excelente y generoso amigo con quien pude conversar durante muchos años en su casa de La Lucila, cercana a Buenos Aires.
No soy historiador de carrera aunque me dediqué a la Historia del Derecho Argentino y a lo largo de muchos cursos académicos integré, en la universidad, la cátedra de Historia del Derecho. Reconozco la tarea ingente de los historiadores y también el empeño por entregar el fruto de sus investigaciones. Como es sabido, poseo la nacionalidad uruguaya y la argentina. De niño aprendí de labios de mi madre a amar la patria, su historia y sus hombres.
Se acerca el 18 de junio de 1811 y conmemoraremos la Batalla de Las Piedras. Admito que siento un particular cariño hacia ese sitio porque he pasado temporadas de verano en sus cercanías. La última y reciente, me permitió leer y estudiar con calma. Como es lógico, volví entre obras, a la lectura de la espléndida “Los tiempos de Artigas” de Ana Ribeiro.
En la Batalla de Las Piedras, encontramos el primer “triunfo patrio”. Me parece que en otra ocasión mencioné detalles de un antiguo reclutamiento europeo. Los hombres debían llenar una papeleta con sus datos personales. Había sin embargo, una pregunta que venía respondida. Era: “Valor: Se lo supone”.
Artigas, Venancio Benavídez y Manuel Francisco Artigas pelearon junto a sus hombres en Las Piedras. Al finalizar la jornada, once orientales habían dado su vida. En tanto fueron noventa y siete los españoles muertos en la lucha. El armamento patrio contó entre otros elementos, con boleadoras y lanzas armadas de hojas de tijera atadas a las cañas tacuara y, ante todo, con el valor y el coraje de unos hombres.
La Batalla de Las Piedras no fue un hecho aislado en momentos confusos. En Buenos Aires, capital del Virreinato del Río de la Plata, había tenido lugar la Semana de Mayo. El virrey había sido destituido por la llamada Primera Junta. Es preciso reparar en la enorme distancia transatlántica que nos separaba de España. En los últimos años de la década del novecientos, por ejemplo, una comunicación entre Montevideo y Buenos se hacía por medio de operadora. Esto no lo podemos dejar de lado ante el hecho histórico de 1811.
En Montevideo, el Gobernador Francisco Javier de Elío, reconoció el Consejo de Regencia de España y fue nombrado virrey de un virreinato llamado a desaparecer. La batalla de Las Piedras no fue un hecho aislado. Los prisioneros no fueron fusilados y el 18 de mayo de 1811 nos debe recordar a aquellos hombres de a caballo y de a pie y al “vecinaje alzado”.
Así fue “La batalla de Las Piedras”. Por eso la consideramos una fiesta patria entrañable. Artigas, en un gesto de nobleza, pidió al Presbítero Valentín Gómez para que recibiera la espada del general vencido en Las Piedras.
La fecha del 18 de mayo no me ha apartado “Del comportamiento en la vida cotidiana”. Me parece que nos ha servido para recordar cómo debemos atesorar los valores que recibimos de nuestros mayores.
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