Por Martín Viggiano
El otro día en esa jungla digital llamada Twitter, un legislador salió al cruce de un comentario que hice desde mi cuenta, sobre un vino argentino que me había gustado. Subí la foto y dije que se había ganado mi respeto. Pero este diputado me dijo, públicamente, que él prefiere vinos uruguayos. No se si fue un acto de nacionalismo o qué, pero a mi me causó gracia, porque no se cuántos espacios de difusión del vino uruguayo hay en medios nacionales como Sacacorchos. En fin…
Lo importante es que ese vino fue uno de los que probé en una reciente visita a Buenos Aires. Fui con ganas de descubrir buenas etiquetas en medio de esa ciudad avasallante de cemento y gente. Y en ese trille me encontré con que a una empresa se le ocurrió armar una guía para vineros que visiten en la capital argentina. Se llama “Buenos Aires Púrpura”. Busca recomendar lugares para comprar y tomar vino en esa ciudad. Los ubica en el mapa y selecciona entre los que solo comercializan las botellas y los que, además, venden comida. Pero en realidad lo que encabeza la guía es un ranking de 50 vinos argentinos más premiados por revistas internacionales, lo que también es información válida para los consumidores.
De esa guía elegí dos lugares. Uno es Enogarage, una vinoteca que ofrece productos de cosechas pequeñas o vinos de autor. Su eslogan es “vinos escasos”. Por eso no están allí los vinos de grandes empresas argentinas que se pueden encontrar en casi todos los supermercados. La idea es buena, porque acerca a los consumidores vinos que no tienen pantalla ni prensa.
El segundo lugar fue un restorán de San Telmo, llamado Aldo’s. Lo atractivo es que se trata de una enoteca que incluye restorán. Es decir que el local vende vino y despliega sus botellas por todo el salón, allí donde uno se sienta a degustarlos junto con platos de muy buen nivel.
Para completar el mini recorrido por Buenos Aires fui a un boliche muy bohemio, tipo taberna, llamado Cava Jufré. Es un lugar relativamente chico donde el dueño, Lito, ofrece tablas de fiambres, empanadas y pocas opciones de comida más, porque en realidad lo importante es el vino. Tiene una decoración rústica y temática, y no tiene carta. La carta es un lugar donde se exhiben los vinos y los clientes eligen para ser descorchados en la mesa. Me hizo acordar a esos lugares de Toscana donde uno se sienta a comer un panino y a tomar una copa de Chianti sin mucho lujo ni pretensión.
Que destaque todo esto y lo escriba para recomendarlo no quita que deje de apoyar al vino uruguayo. No hace falta que lo diga, porque directamente lo hago. Y lo seguiré haciendo.
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