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La cara oculta del impacto ambiental

Desde la Cumbre de París sobre el cambio climático de 2017, siete grandes bancos han financiado con 22.500 millones de dólares a compañías que destruyen las selvas del Congo, Amazonas e Indonesia
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27 de junio de 2022 a las 05:02

Las críticas sobre las consecuencias que tienen las actividades económicas en el cambio climático suelen apuntar contra la megaminería, el extractivismo y la industria química. También señalan a las multinacionales productoras de bienes de consumo masivo, como Coca Cola, Pepsico, Unilever y Nestlé, cuatro de las compañías globales más contaminantes. Sin embargo, poco se habla del rol fundamental que tiene el sistema financiero cuando se trata de apalancar los proyectos y las actividades de gran impacto ambiental.

Según el último informe publicado de la organización no gubernamental Rainforest Action Network (RAN) con sede en Londres, desde 2015, cuando se lanzó el Acuerdo Climático de París, siete grandes instituciones financieras concentraron como mínimo 22 mil 500 millones de dólares en préstamos o suscripción de deuda y capital para un puñado de firmas que están destruyeron las selvas de Indonesia, el Congo y el Amazonas.

La evaluación anual de la ONG clasifica una muestra de las multinacionales y bancos más destacados que están conectados con el negocio de las materias primas. La conclusión es contundente: ninguna de las marcas y entidades financieras examinadas evaluaron siquiera en forma interna sus respectivas contribuciones a la destrucción de los bosques, la apropiación de tierras y la violencia contra las comunidades locales radicadas en las zonas de explotación primaria.

El informe destaca que entre los bancos con peores desempeños en materia de destrucción de las selvas tropicales se encuentran el estatal IPT Bank Negara de Indonesia, el CIMB Group Holding de Malasia y el Industrial & Comercial Bank of China. También el JP Morgan Chase & Co y el Mitsubishi UFJ Financial Group, en estos casos por ser los principales financiadores globales de compañías dedicadas a la producción de papel, pulpa y aceite de palma.

Según Daniel Carrillo, director de RAN, “a no ser que los bancos instrumenten medidas serias y sólidas, la deforestación continuará, perturbando los objetivos climáticos a mediano y largo plazo”. El informe difundido en Londres recuerda que “cualquier deforestación adicional contribuirá a una catástrofe climática que durará generaciones” y enfatiza que “las mismas comunidades que intentan proteger las selvas tropicales enfrentan represalias cada vez más violentas”.

La investigación de RAN precisa que JPMorgan Chase aportó 6.900 millones de dólares y Mitsubishi de Japón otros 4.000 millones desde 2015 para financiar diversos proyectos en las regiones selváticas de Indonesia, Amazonas y Congo. Los grandes beneficiaros de esos créditos fueron, entre otros, gigantes como Procter & Gamble, Mondelēz y el fabricante de alimentos Nissin Foods.

Se trata de las tres multinacionales que obtuvieron los peores desempeños en la evaluación de RAN con respecto a sus pares en sus esfuerzos para poner fin a la deforestación y evitar violaciones de los derechos humanos en las cadenas de suministro de los productos básicos que utilizan como insumos y representan un riesgo para los bosques. Tampoco han hecho esfuerzos sustanciales para que sus proveedores mejoren sus prácticas.

El informe destaca que en el último año hubo un fracaso absolutode las compañías y los bancos en exigir a sus proveedores la prueba de libre consentimiento previo e informado, un derecho fundamental de los pueblos afectados. En otras ocasiones, prima la connivencia. Dos ejemplos: el Mitsubishi y neerlandés ABN Amro, que continúan financiando a la corporación forestal y de agronegocios Royal Golden Eagle Group, afiliada a la productora de celulosa Toba Pulp Lestari, responsable de la continua violación de los derechos de los indígenas pargamanan, una comunidad de Bintang Maria, en el norte de Sumatra.

“Se trata de puñado de marcas y bancos poderosos que tienen una gran influencia en la continua destrucción, el robo de tierras y el asesinato de los defensores de los derechos humanos y, sin embargo, están haciendo muy poco para detenerlo”, explica Carrillo. “El mundo no tiene más tiempo para que estas corporaciones sigan pasándose la pelota por los impactos que sus modelos de negocios tiene en los bosques y en las comunidades”, afirma.

RAN asegura que ninguno de los bancos y multinacionales evaluados ha requerido pruebas de que sus clientes o proveedores hayan respectado el derecho al consentimiento libre, previo e informado. Hoy en día, ni un solo banco o multinacional ha publicado los procedimientos que utilizaría para garantizarlo.

Obviamente, empresas y bancos disienten con las conclusiones del estudio. Procter & Gamble, por caso, sostiene que sus políticas “de abastecimiento forestal prohíben la deforestación”, y que la empresa exige que sus “proveedores respeten los derechos de las comunidades y pueblos indígenas y la biodiversidad”. La respuesta Bank Negara es similar. Sostiene que está aplicando las recomendaciones de la Autoridad de Servicios Financieros de su país para incrementar la financiación de proyectos verdes, incluida la reforestación. Otro tanto señala el Mitsubishi. La entidad asegura haber endurecido sus estándares sociales y medioambientales.

Carrillo dice que algunos pocos bancos están implementando algunas medidas, pero señala que lo hacen en forma lenta, no a la velocidad necesaria de cara al deterioro que provoca el extractivismo en términos sociales y ambientales. Según él, las entidades financieras y las multinacionales toman medidas parciales y solo en algunas partes del proceso de producción, noen la totalidad.

Según el estudio de la ONG londinense, aunque algunas compañías han realizado mejoras durante el año pasado -como Colgate-Palmolive, Ferrero y Kao-, se mantienen rezagadas con respecto a otras. Unilever, presiona por ser una de las más contaminantes del mundo, ha adoptado una política para abordar su impacto en los bosques. Postura parecida a la Nestlé, otra que ocupa el podio de las contaminantes. Para amortiguar las críticas se han comprometido a difundir sus huellas de carbono.

RAN, sin embargo, advierte que no se puede confiar en las afirmaciones hechas por las compañías y los bancos sobre la eliminación de las prácticas que implican la deforestación y las violaciones de los derechos humanos. ¿La razón? Es sencilla. Según Carillo, más allá de las declaraciones de los gobiernos en la sucesivas cumbres y encuentros regionales, “no existen mecanismos de verificación independientes que sean creíbles”. Para peor, en muchos casos, existe permisividad, cuando no lisa y llanamente complicidad por parte de los gobiernos a la hora de garantizar que se cumplan las mejores prácticas.

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