Las tensiones entre Canadá e India alcanzaron un nuevo punto de tensión con las expulsiones cruzadas de diplomáticos, luego que el gobierno Ottawa asegurara tener pruebas “creíbles” de la participación de los servicios de inteligencia de Nueva Delhi en el asesinato en la Columbia Británica de Hardeep Singh Nijjar, líder del movimiento independentista sij que aboga por la creación de un estado independiente en Pujab, en el norte de la India.
Nueva Delhi ha acusado repetidamente a las autoridades canadienses de apoyar al movimiento, que está prohibido en India, pero que cuenta con una importante cantidad de seguidores entre la diáspora favorable a la creación del estado conocido como Jalistán, y cuyos integrantes son señalados por el gobierno del primer ministro nacionalista Narendra Modi por presuntos actos de terrorismo y conspiración para cometer asesinatos.
La crisis diplomática escaló luego que el primer ministro canadiense Justin Trudeau informara al Parlamento de su país de la expulsión del jefe del Ala de Investigación y Análisis, la agencia de inteligencia exterior de India en Canadá; medida a la que el gobierno de Modi respondió ordenando a un diplomático canadiense salir del país en un plazo de cinco días.
Por lo pronto, el asesinato de Nijjar y las expulsiones cruzadas vuelven a poner en el centro de la escena al movimiento independentista, que comenzó como una insurgencia armada a finales de los años 1980 en India, y tiene su centro en el estado de Punjab, en el límite con Pakistán, donde los sijs son mayoría, aunque representan alrededor del 1,7% de la población total del país.
La insurgencia duró más de una década y fue reprimida por una ofensiva del gobierno indio en la que murieron miles de personas, incluidos destacados líderes sijs, además de cientos de jóvenes, muchos de ellos mientras estaban detenidos o durante tiroteos escenificados, según denunciaron en numerosas oportunidades grupos defensores de los derechos humanos.
La ofensiva tuvo su punto más sangriento el 3 de junio de 1984. Fue cuando las fuerzas indias, bajo el entonces gobierno de la primera ministra Indira Gandhi, tomaron por asalto el Templo Dorado, el santuario más sagrado del sijismo, ubicado en la ciudad de Amritsar, para expulsar a los separatistas que se habían refugiado en el edificio, considerado el epicentro cultural y espiritual de la religión sij.
La operación mató a unas 400 personas, según cifras oficiales, pero los grupos sij dicen que murieron miles. Entre los muertos se encontraba el líder sij Jarnail Singh Bhindranwale, a quien el gobierno indio acusaba por entonces de liderar la insurgencia armada. Pocos días después, más exactamente el 31 de octubre de 1984, Gandhi, que ordenó el asalto, fue asesinada en su residencia de Nueva Delhi por dos de sus guardaespaldas, ambos integrantes del movimiento separatista.
El magnicidio de Gandhi desencadenó una ola de disturbios anti-sij, en los que turbas hindúes fueron de casa en casa en todo el norte de la India, particularmente en Nueva Delhi, sacando a los sijs de sus hogares, matando a muchos a machetazos y quemando vivos a otros.
La región, además, reconocen otros antecedente de violencia interétnicas. La separación de las Indias británicas en las actuales India y Pakistán tuvo un profundo impacto en las estructuras social, cultural y económica del estado de Punjab, que fue dividido, ocasión en la que Amritsar pasó a ser una ciudad fronteriza y escenario de las guerras indio-pakistaníes.
Previo a la partición, los grupos musulmanes trataron de incorporar Amritsar al territorio de Pakistán basándose en que casi el 50% de su población es de origen musulmán. Bajo el mismo argumento, India reclamó y obtuvo la ciudad como parte de su territorio, argumentando que más de mitad de los habitantes son hindúes y sijs.
Hoy en día no hay una insurgencia activa en Punjab, aunque el movimiento Khalistan, como se conoce al independentismo sij, todavía tiene algunos partidarios en la región, además de un considerable apoyo de la diáspora, lo que ha llevado al gobierno de Modri a intensificar la persecución de los separatistas mediante el arresto a decenas de líderes de grupos vinculados al movimiento, aduciendo que los separatistas están tratando de regresar.
Uno de los conflictos más recientes entre la comunidad sij y el gobierno central de India se generó en 2020, cuando los sindicatos que agrupan a los agricultores del país convocaron desde Punjab una marcha sobre Nueva Delhi para protestar contra una serie de leyes que relajaban las regulaciones que regían la venta, el precio y el almacenamiento de los alimentos agrícolas, mermando así los subsidios al sector.
Cuando los agricultores acamparon en las afueras de Nueva Delhi para protestar contra las controvertidas normas, el gobierno de Modi, que inicialmente ordenó a las fuerzas policiales de Punjab detener la marcha, intentó desacreditar a los participantes sij llamándolos “khalistanis”. Sin embargo, poco después que la protesta derivara en histórico paro agrícola a nivel nacional, Modi retiró las leyes.
A principios de este año, la policía india arrestó a otro líder sij, Amriertpal Singh, un predicador de 30 años que con sus encendidos discursos inspirados en Bhindranwale captó la atención nacional, lo que Nueva Delhi consideró un llamado a la violencia para instalar un estado independiente.
India ha estado reclamando a países como Canadá, Australia y Reino Unido, donde reside la mayor parte de la comunidad sij en el exilio, que emprendan acciones legales contra los activistas. Modi, incluso, ha planteado en forma personal la cuestión a los primeros ministros de esas naciones, en especial al gobierno de Ottawa, donde los sijs representan casi el 2% de la población total del país.
A principios de este año, manifestantes sijs derribaron una bandera india en una representación diplomática de Nueva Delhi en Londres, ocasión en la que rompieron las ventanas del edificio en una muestra de ira contra el arresto de Singh, casi el mismo tiempo que otros manifestantes provocaron destrozos en el consulado indio en la ciudad de San Francisco y se enfrentaron con trabajadores de la representación.
El Ministerio de Asuntos Exteriores de India denunció los incidentes y, en el caso del registrado en Reino Unido, convocó al alto comisionado adjunto británico en Nueva Delhi para protestar por lo que calificó como una “violación de la seguridad” de la sede diplomática. Más recientemente, Modi acusó a los partidarios del Khalistan en Canadá de destrozar templos hindúes con graffitis “anti-India” y de atacar las oficinas de la Alta Comisión de la India en Ottawa durante una protesta en marzo.
En lo inmediato, el asesinato en junio de Nijjar en la Columbia Británica, como así también el de Paramjit Singh Panjwar, jefe de la Fuerza de Comando Khalistan ultimado también a tiros en Pakistán a fines del año pasado, reavivan el conflicto entra la comunidad sij, nacida como una secta religiosa en el XVI a partir de la prédica del gurú Nanak como respuesta al rígido sistema de castas del hinduismo y devenida en movimiento político.
(Con información de agencias)
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