Javier Conde

Javier Conde

Es periodista de la sección Mundo de El Observador

Mundo > Pandemia y conflicto

La crisis sin fin del Brasil de Bolsonaro, en la que políticos y exfuncionarios se encomiendan a Dios

La imprevista renuncia del breve ministro de Salud Nelson Teich añade una pieza más a un rompecabezas político en plena y aguda situación sanitaria
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16 de mayo de 2020 a las 05:00

Nelson Teich, oncólogo, 62 años, que renunció al ministerio de Salud de Brasil 28 días después de su nombramiento, dijo en su despedida que la vida estaba hecha de elecciones y él escogió salir. En el gobierno del excapitán Jair Bolsonaro la opción de salida siempre está de primera. Al menos, desde mediados del mes pasado.

Primero fue Luiz Henrique Mandetta, médico también, al frente del despacho sanitario del país, con la misión de hacer frente a la crisis de la pandemia. Él apelaba a la ciencia frente al virus, al aislamiento, a la protección. Su jefe, a lo contrario. A su destitución, previsible y quizás hasta buscada tras reiterados desencuentros con el mandatario, siguió el conflicto con Sergio Moro, la segunda figura en relevancia en el gabinete brasileño.

A Moro lo precede su fama de exjuez, por haber conducido la más grande operación anticorrupción del país, Lava Jato, que llevó a la cárcel al mismísimo Lula da Silva. El portazo, en este caso, lo dio el exministro de Justicia, después de ver como era destituido Mauricio Valeixo, el hombre que él había puesto al frente de la Policía Federal; un órgano, dijo Moro, que fue crucial para las investigaciones anticorrupción.

Incluso fue más allá: reconoció que bajo la administración anterior, la del denostado Partido de los Trabajadores (PT) de Lula, la PF funcionó con autonomía.

Por sus acusaciones de presiones indebidas del presidente para tener control de la Policía Federal, de sus informes, de a quién vigila y cómo lo vigila, Bolsonaro está, según comentan medios, analistas y políticos, cerca de la apertura de un juicio político. Se dice que en el despacho del presidente de la Cámara de Diputados, Rodrigo Maia, se acumulan, con el paso de los días y los desafueros, las peticiones de impeachment. 

Lo de Teich, este viernes, fue un divorcio sin tiempo, lugar, ni condiciones para la luna de miel, en el que se alegan "imcompatibilidades", como recogieron los medios brasileños. ¿Habrá tenido en verdad opciones? Su predecesor en el cargo, Luiz Henrique Mandetta, dijo que fue "un mes perdido".

Y aunque hable por la herida aún sangrante de su despido, Mandetta apunta a la realidad que está en las calles de las ciudades brasileñas: más de 200 mil contagiados, sexto en el mundo; más de 14 mil muertos, sexto también. Sola una de 92 ciudades del estado de Río de Janeiro —en el que habitan más de 16 millones de personas— no registra casos de infección, según un chequeo del diario Extra Globo. En el aún más poblado San Pablo se estableció un nuevo récord de contagios en las 24 horas previas: casi 4.000 casos.

Mandetta pidió orar, quizás ya convencido de que los consejos científicos están acorralados en su país. Y coincidió con Lula da Silva, quien en entrevista con AFP, se confesó católico y que reza para que su país pueda escapar del "genocidio" hacia donde lo lleva Jair Bolsonaro.

"A la deriva"

El gobernador de San Pablo, Joao Doria, usó la expresión "a la deriva" para tipificar la situación de su país tras la salida de Teich. "Otro hombre de ciencia", escribió en su cuenta de twitter, "deja el gobierno de Bolsonaro". 

El gobernador, enfrentado al presidente porque defiende la aplicación de las medidas de aislamiento frente al coronavirus, aprecia una pérdida en la salida de Teich en un momento en que el virus acelera. "Dios proteja a Brasil y a los brasileños", concluyó su tuit.

Teich había llegado al Palacio de Planalto en la capital brasileña para seguir el lineamiento de Bolsonaro o, al menos, encontrar un equilibrio entre la necesidad de reabrir la economía y, al mismo tiempo, mantener medidas de control en las zonas que lo urgieran. Su conflicto  —su incompatibilidad— con Bolsonaro no derivó de ese debate, como fue el caso de Mandetta.

El presidente pretendía que su flamante ministro de Salud autorizase el uso de la cloroquina en la fase inicial del tratamiento a los pacientes contagiados por el coronavirus. Teich, en su despedida pública la tarde de este viernes, no confirmó la especie y solo agradeció al presidente la oportunidad que le dio.

La prensa brasileña, sin embargo, haciendo referencia a fuentes internas del ministerio de Salud, revela que el mandatario exigió que se alterase el protocolo para poder administrar la cloroquina. Teich se mostró contrario a la recomendación y mantuvo la orientación del ministerio en el sentido de que la droga solo se aplique en pacientes en estado crítico. El  medicamento, según algunos estudios, tiene efectos colaterales, entre ellos causar arritmias cardíacas.

El ministro, según un despacho de la AFP, ya había tenido un serio desplante la semana pasada, cuando el presidente, sin consultarlo o, al menos, informarlo, incluyó a gimnasios y peluquerías entre las "actividades esenciales" que podían permanecer abiertas en los estados donde los gobernadores continuaban con las cuarentenas y el aislamiento social

La Bolsa de Sao Paulo, que operaba sin tendencia definida, se orientó a la baja tras la renuncia de Teich, con pérdidas de más de 1% a inicios de la tarde. Las previsiones, en general, de la economía brasileña son desoladoras: una contracción del PIB de 4.7% de acuerdo al gobierno ,que el Fondo Monetario Internacional (FMI) estira hasta 5,3%.

El video y el juicio

¿Será más fácil, o más útil, para Brasil controlar a la pandemia o a su presidente? Hacia allá apunta el historiador, escritor y comentarista cultural Marco Antonio Villa, en la revista Istoe, al escribir que el mejor aliado del coronavirus era Bolsonaro, "con sus acciones y declaraciones que desmoralizan el protocolo de su propio ministerio de Salud". Semanas atrás, Maía, el presidente de los Diputados, había advertido prontamente que Brasil se enfrentaba no a uno, sino a dos virus.

Villa sin dudarlo dice que su país vive la crisis más grave de toda su historia republicana. Con el virus al acecho y los tribunales ardiendo con las pruebas que se van acumulando contra el presidente: pandemia e inestabilidad, crisis sanitaria y política, todo a la vez en una nación que marca la vida de 200 millones personas en su territorio pero también la de sus numerosos vecinos: de Buenos Aires a Montevideo, de Asunción a La Paz. 

Lo que está en juego ahora es determinar si el video de una reunión ministerial del 22 abril constituye la prueba que confirma las presiones de Bolsonaro hacia la Policía Federal para proteger, nada menos, a su familia. Y por familia hay que entender el clan extendido. 

El País de Madrid, a través de sus servicios de corresponsalía en Brasil, dice que "nada menos que 19 parientes del presidente, directos o de su segunda esposa, son sospechosos en casos que abarcan desde corruptelas a vínculos con el crimen organizado".

El video es una pieza que entra en juego luego de que Sergio Moro hiciera alusión a él sus declaraciones ante la Policía Federal, para ratificar las acusaciones de injerencia política de Bolsonaro que formuló al día siguiente de su renuncia el pasado 25 de abril.

Del material, que está en posesión del Tribunal Supremo Federal, se ha hecho una transcripción a petición del juez, Celso de Mello,  que ya fue difundida. 

En la reunión del 22 de abril, dos días antes de la renuncia de Moro, Bolsonaro dice: “Intenté cambiar oficialmente a la gente de nuestra seguridad en Río de Janeiro y no pude. Se acabó. No voy a esperar a que j. (jodan) a toda mi familia, o a mi amigo, porque no puedo cambiar a alguien (…). Lo voy a cambiar. Si no puedo, cambio a su jefe; si no puedo cambiar al jefe, cambio al ministro. Y punto final. Aquí no estamos para jueguecitos”, como publica El País.

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