Ricardo Peirano

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La cultura del trabajo

Con educación de calidad para todos, distintas serían las posibilidades de cada uno y del país en su conjunto. Eso exige esfuerzo, trabajo y paciencia
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30 de abril de 2017 a las 05:00
El próximo lunes 1o de mayo se celebrará en casi todo el mundo el Día Internacional del Trabajador en homenaje a los Mártires de Chicago. Y digo "casi todo" porque en Estados Unidos se celebra el primer lunes de setiembre (Labor Day). Y vaya a saber dónde se celebra o cómo en Asia y África, donde los derechos básicos de los trabajadores se desconocen casi por completo.

Pero en América y Europa sí se celebra y en general siempre con un carácter sindical y político. Seguramente en países como Cuba o Venezuela, donde los derechos humanos no se respetan y los laborales tampoco, habrá actos políticos por parte de los gobernantes de ambos países. Y probablemente esos gobernantes, que de demócratas no tienen un pelo, hagan gárgaras de apoyo a los trabajadores aunque sus políticas económicas solo hayan generado mayor pobreza.

En nuestro país suele ocurrir algo similar. El acto del Día de los Trabajadores es un acto de naturaleza sindical y política. Antes de 2005 era fácil criticar al gobierno. Luego de 12 años de administración frenteamplista cuesta criticar la "herencia maldita", máxime cuando el país tuvo su mayor bonanza internacional en más de medio siglo. Quizá en un siglo, pues desde la segunda década del siglo XX no se veían precios tan buenos de las materias primas, condenadas según la "teoría de la dependencia" a perder valor permanentemente. Lamentablemente para la teoría, a la que se apegó la izquierda durante décadas, los hechos no le han dado la razón y nuestra prosperidad sigue dependiendo de los buenos precios internacionales.

Pero lo que nunca falta en estos actos, con mayor o menor énfasis, es la referencia a una ya perimida "lucha de clases". Siempre se hace referencia a la "explotación". Siempre se culpa de todo al "neoliberalismo". Siempre se ataca al "imperialismo", porque es necesario un chivo expiatorio que explique nuestras desdichas y nuestra falta de progreso.

Versión muy parcial y reduccionista del trabajo es la que se plantea en estos actos de índole más bien política. El trabajo, con todos sus derechos y con todas sus responsabilidades, es algo muy noble. El trabajo dignifica a la persona y permite que desarrolle sus capacidades y cualidades. No es simplemente un medio de manutención material para cada uno y su familia. Es algo que no puede obviarse ni aunque la inteligencia artificial robótica realizara casi todo el trabajo. El hombre necesita trabajar. Sentado a la sombra de un árbol, aunque de este árbol le cayeran todo tipo de alimentos, sería menos hombre porque no terminaría de potenciar sus capacidades materiales e intelectuales.

El trabajo, además, es un factor de integración e inclusión social, que tanto precisa este país. Por eso, no basta el asistencialismo material con el cual muchos gobiernos tapan sus responsabilidades. "Hemos reducido la pobreza", dicen. "Hemos satisfecho las necesidades básicas", se ufanan. Perfecto, pero no basta. Cada persona es más persona en cuanto es capaz de cubrir ella misma sus necesidades, y no solo las "básicas" sino las que estime convenientes. Cada persona es más libre si no depende del gobierno de turno para sostenerse materialmente. La ayuda material puede ser necesaria en algunas épocas. Lo importante es que cada uno pueda valerse por sí mismo siempre. Eso sí es dignidad humana. Como dignidad humana es tomarse en serio el trabajo y ser conocidos en el mundo por la calidad de nuestro trabajo.

En definitiva, siempre volvemos al viejo proverbio chino: lo importante no es dar un pescado para saciar una necesidad momentánea sino enseñar a pescar para saciarla de por vida. Y por eso es tan importante la educación de calidad y no la asistencia. Por eso sería bueno que en algún acto sindical, más que pedir más presupuesto para la educación, se mostrara una real disposición a mejorar la educación, como ha hecho Richard Read para el sindicato de la bebida. Que, por cierto, fue uno de los pocos que se animó el 1o de mayo de 2013 a pedir trabajar mejor, reducir el ausentismo de los lunes y las certificaciones médicas que crecen sin parar.

Con educación de calidad para todos, muy distintas serían las posibilidades de cada uno y del país en su conjunto. Pero eso exige esfuerzo, trabajo y paciencia. Es más fácil dar un pescado que enseñar a pescar. No se consigue con reclamos vocingleros y eslóganes viejos sino con acciones de colaboración y cooperación. Educación de calidad para trabajo de calidad. Cultura de trabajo para ser país de primera. No nos engañemos. Ahí esta la clave del progreso de los pueblos y no en echar las culpas de nuestros problemas a terceros.

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