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La fábrica de latifundios

Columna de análisis en El Observador Agropecuario a cargo de Pablo Carrasco
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04 de mayo de 2018 a las 05:00
Por Pablo Carrasco, especial para El Observador

Tal vez porque el proceso que culmina en un movimiento llamado #unsolouruguay ha sido tan largo; quizás por el gradualismo del deterioro y lo complejo de sus causas o por la negación de parte del gobierno y de muchos citadinos; tal vez por todo eso, resulta tan difícil describir y hasta entender el problema que los aqueja.

Nadie duda que atrás ha quedado una década de prosperidad bendecida por la duplicación de los precios de los productos agropecuarios, fruto a su vez de la incursión de China al capitalismo. La coincidencia entre la prosperidad venida de tan lejos y un gobierno progresista criollo hizo creer a los propios gobernantes sobre su talento a la hora de gobernar. Se parece bastante a la convicción de la tribu sobre el advenimiento de la primavera luego que el brujo se viste de verde y sin embargo las cosas pueden ocurrir simultáneamente sin que una sea causa de la otra.

Todo ese dinero ingresó a nuestro país a través de las cuentas bancarias de los productores agropecuarios y si nuestro análisis no va mas allá de esa constatación será fácil concluir que "la hicieron a paladas" y preguntar "¿qué hicieron con la guita?". Investigar la ruta de ese dinero, sin embargo, nos lleva a conclusiones diferentes.

Para la última pregunta la respuesta es simple. Por nombrar algún indicador fácil, los productores pasaron de plantar 50 mil hectáreas en 2005 a un millón y medio de hectáreas en 2015. Para ello multiplicaron por 10 las inversiones en maquinaria, fertilizantes e insumos en general. Allí está lo que hicieron con la plata.

Saber si "la hicieron a paladas" es mas complicado, por lo que debemos detenernos un momento. El país creció en ese período a una tasa anual del 4,6% con sectores como el transporte y almacenaje creciendo al 12% y los impuestos y las tarifas al 8%, pero paradójicamente los productores agropecuarios resultaron ser la cenicienta, en el mismo período, con un crecimiento del 0,9%. ¿Cómo es posible que el dinero se les haya escurrido entre los dedos?

El mecanismo ha sido una caudalosa transferencia de recursos desde sus arcas a las ajenas, principalmente a aquellos sectores no transables en una sangría que lleva más de 10 años.

Por la vía de los impuestos, y específicamente por el impuesto al patrimonio, las empresas agropecuarias de extensiones superiores a las 4.000 hectáreas han quedado fuera del juego y no extraña entonces que prácticamente la totalidad de este segmento esté en régimen de arrendamiento por parte de terceros. Por la vía de los costos públicos, los pequeños productores también abandonan la mesa, y así más de 10 mil pequeños productores se fueron en los últimos años.

Finalmente, los productores en su totalidad han sido despojados de sus cosechas a partir de un atraso cambiario colosal que congeló sus ingresos en dólares y duplicó sus costos en pesos durante una docena de años.

El campo no tiene problemas de rentabilidad en dólares, lo que las políticas económicas han regulado es quién puede ser productor agropecuario y quién no.

No podrán estar en la actividad quienes ocupen menos de 500 hectáreas, porque con un dólar minusválido se necesitan volúmenes de venta mucho mayores para atender los costos en pesos. No podrán ser productores que vivan de esta actividad ya que ello implica tener que ir a una casa de cambio cada vez que se cobre una venta en dólares y se necesite comprar una canasta en pesos.

En su lugar deberá haber inversores y especuladores que no necesiten salir de la moneda americana porque, viviendo de otra cosa, ahorran en dólares.

Tampoco sobreviven aquellos que desarrollan actividades intensivas en mano de obra o en costos públicos como la electricidad y el combustible, ya que nuevamente lo generado en dólares no alcanzará para cubrir estos costos en pesos.

En resumen: campos grandes, desolados, sin inversiones y en manos de especuladores. ¿No suena conocido? Sí, correcto. Son los tan denostados latifundios que la izquierda ha combatido en el pasado y fabrica hoy.

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