Otello Roberto se retiró a los 50 años

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La historia de Otello Roberto: del cabezazo de Luis Cubilla al intento de soborno en Medellín

El árbitro internacional, quien dirigió hasta sus 50 años, cuenta sus historias
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20 de marzo de 2022 a las 05:02

Se llama Otello porque su papá se llamaba igual, pero no sabe si es por la famosa ópera de Verdi o la obra de Shakespeare. Fue el último árbitro uruguayo que se retiró a los 50 años. Luis Cubilla, técnico de Nacional en 1985 –que era su amigo desde la juventud– le fracturó un hueso de la cara de un cabezazo. Hizo la denuncia policial y la tuvo que retirar por amenazas. En 1990 intentaron sobornarlo con US$ 50.000 previo a un partido de Copa Libertadores entre Atlético Nacional y Vasco da Gama, en Medellín. El relato de ese episodio da para un capítulo de Narcos.

Otello Roberto fue de los mejores árbitros uruguayos en la década de 1980. Luego, ya retirado, integró el Colegio de Árbitros, fue presidente de Huracán Buceo e instructor de reglas de juego en Nacional entre 2010 y 2011, entre tantas otras actividades. En esta nota repasa su trayectoria y habla con propiedad del arbitraje actual y del VAR.

Dirigiendo un clásico Nacional-Peñarol

Roberto nació en el Buceo hace 80 años y el fútbol le gustó desde siempre. “Jugué en las formativas de Liverpool y en un club que se llamaba Misterio, que tenía la cancha en Propios y la rambla. Pero me gustaba salir de noche. Estuve por ir a la Tercera de Defensor, pero justo había entrado en el Banco Hipotecario, que a mis 19 años era como sacar la lotería. Guitarra Píriz, el padre de Willy Píriz, quien fue un famoso jugador de fútbol, me insistió para que fuera a la reserva. Pero las prácticas eran de tarde y yo recién había entrado en el banco”, contó a Referí.

Primo del famoso árbitro José María Codesal, la tarea le gustó desde siempre. En los partidos del barrio, “cuando jugaba en el primer equipo, hacía de juez en la reserva. Me encantaba administrar justicia. Hasta que un día, más o menos a los 20 años, empecé el curso de árbitro. Lo abandoné porque tenía varios trabajos, pero lo retomé y logré terminarlo”.

La pasión para hablar sobre el arbitraje

El director de la escuela de árbitros era Ricardo de los Santos, “un fenómeno como persona y un libro abierto sobre el referato, aunque nunca había sido árbitro ni jugado al fútbol”. Los profesores, Juan Carlos Armental y Yañez. El primer partido que arbitró Roberto se jugó en la cancha de River en 1975 y era de Quinta división.

Tres años después fue nombrado árbitro de Primera y debutó en Paso de los Toros, en un encuentro entre Wanderers de Montevideo y Peñarol de aquella localidad, en un torneo en el que participaban los equipos profesionales y los del Interior del país. Desde 1985 hasta su retiro fue árbitro internacional.

La reacción de Cubilla

Un capítulo aparte en la vida de Roberto fue el cabezazo de Cubilla, tras un partido entre Wanderers y Nacional en el Parque Viera, el 12 de  octubre de 1985. El exárbitro recordó: “Fui amigo de Cubilla, tuve un noviazgo con la prima. Es más, él vivía en la casa de mi novia, jugamos al fútbol juntos, fui a su casamiento y una semana que viajamos a Buenos Aires y a Mar del Plata, cuando todavía no era árbitro, nos quedamos en su apartamento cuando jugaba en River”.

Por ese motivo fue más increíble la reacción del entonces técnico tricolor. “Fue algo tan difícil de prever, porque yo estaba saludando a los jugadores y de repente lo veo venir, y cuando está al lado mío se me tira y me pega un cabezazo en la cara”.

De camiseta roja en un Nacional vs Danubio

“Cubilla tenía un problema en Nacional, no andaba bien, sabía que en cualquier momento lo pelaban. Es más, él había estado con el hermano de mi novia, que aún es un íntimo amigo mío, y le dijo ‘pedile al Cacho a ver si nos da una mano’. Y mi amigo le dijo, ‘pero estás loco, si le pido eso me mata a mi’”, expresó Roberto y añadió que como consecuencia de la agresión, “a Cubilla lo llevaron preso porque actuaron de oficio. Yo había hecho la denuncia y después la tuve que retirar porque un altísimo dirigente amenazó a Miguel Rodríguez, que fue el línea que le pegó un par de trompadas a Cubilla y a otros. Lo amenazó con que lo iba a echar del trabajo que tenía en AGA. En el formulario del partido escribí todo, pero la denuncia policial la retiré para no perjudicar a mi compañero”.

Todo se originó porque Roberto sancionó un penal a favor de Wanderers en los minutos finales, que significó el empate 1-1. “Cobré un penal por mano de Aguirregaray y lo expulsé porque me insultó. Yo estaba atrás de Aguirregaray y la jugada fue tan clara para mi, que no había otra opción. Tiran una pelota cruzada y Aguirregaray en el esfuerzo por retener la pelota hizo un gesto, le pegó con el brazo y se desvió al córner”.

Señaló que fue una de las etapas más duras que tuvo que enfrentar en el arbitraje. “Me cayeron con todo, pero sabemos que el fútbol es así”.

Otello Roberto en su casa

A raíz de la fisura en la cara permaneció más de un mes sin arbitrar, pero Cubilla nunca fue suspendido. “A Cubilla no le guardé rencor, era mi amigo y se terminó. Después lo enfrenté varias veces y me reía cuando decían, ‘cómo va arbitrar Otello Roberto con Cubilla de técnico’. Y qué tiene que ver. Como si fuera a cobrar mal o en contra de su cuadro. Siempre digo, ¿cuál es el triunfo de un árbitro?, ¿cuándo gana un árbitro? Cuando arbitra bien. Entonces yo salía a ganar mi partido y para ganar, tenía que arbitrar lo mejor posible”.

El maletín en Medellín

Otro incidente terrible que le pasó a Roberto ocurrió el 29 de agosto de 1990 en Medellín, cuando los carteles de la droga dominaban todo, inclusive el fútbol. Otello, junto a Juan Daniel Cardellino y Martínez Bazán fueron designados por Conmebol para arbitrar la segunda semifinal entre Atlético Nacional (campeón en 1989) y Vasco da Gama. 

“Nos quisieron sobornar y me acuerdo como si fuera hoy: estábamos desayunando en el restaurante del hotel que quedaba en el undécimo piso. Se acercó un señor elegantemente vestido, con un maletín y nos dijo: ‘hoy juega nuestro Nacional, el colombiano necesita una victoria y nosotros estamos dispuestos a colaborar con ustedes’. Nos ofreció US$ 50.000”.

La respuesta, de parte de los árbitros fue negativa, según contó Roberto. 

Otello Roberto junto a Hugo De León

“Le dijimos que no, que nosotros habíamos ido a arbitrar y que iban a ganar si hacían más goles. La conversación fue en buenos términos, pero de repente había un urso en la puerta del restaurante que se fue acercando y en un momento se abrió el chaleco y tenía una metralleta”. 

Desde ahí se fueron al hotel donde se hospedaba el veedor del partido, el venezolano Esquivel, y denunciaron lo sucedido. “En ese momento se enteró Vasco da Gama y nosotros no sabíamos qué hacer, si arbitrar o no. Pero decidimos arbitrar porque no íbamos a salir vivos. Medellín es una ciudad que está entre las montañas y tiene solo dos salidas terrestres”. 

Así que volvieron a su hotel, metieron todo en las maletas como para no regresar y se tomaron un taxi al estadio. “El cuarto árbitro era un colombiano y yo había estado en un campeonato con él y le conté. Me dijo, ‘Cacho, no te preocupes, a mí me tuvieron tres días secuestrado’. Nos dio una tranquilidad bárbara”, recordó Roberto sonriendo.

Atlético Nacional ganó el partido y apenas terminó, “salimos entre 30 motos enormes, armados a guerra y nos quedamos en un hotel; en los pasillos cada cinco metros había un soldado armado. A las 7 de la mañana nos llevaron de la misma forma al aeropuerto que está afuera de las montañas y volamos a Bogotá. El avión a Montevideo salía a las 12 de la noche, así que tuvimos todo un día en el hotel esperando la salida y ahí hicimos la denuncia por escrito. El partido se anuló y se repitió en Chile (el 13 de setiembre) y volvió a ganar Nacional, pero a Colombia lo suspendieron por un año a nivel FIFA”.

Otello Roberto con mascota: el hijo de Carlos Iguini

Colombia vivía un momento complicado. “Me acuerdo que un día en Bogotá salimos a caminar, 20 o 30 cuadras y cuando volvíamos, sentimos una explosión. Había sido una bomba en un lugar por donde habíamos pasado hacía cinco minutos. Era una inseguridad tremenda”.

Como integrante de la gremial de árbitros en ese momento, apenas llegó a Montevideo, Roberto llamó a la AUF. “Les conté todo y les pedí que ningún árbitro uruguayo concurriera a Colombia a arbitrar. Tuve una discusión grande y al final intervino el ingeniero (Héctor) Del Campo, que estaba en la Conmebol, y a nosotros no nos mandaron por un tiempo”.

El perfil del árbitro FIFA

Roberto señala que si él y sus compañeros enfrentaron ese peligro en Colombia, cómo no iban a arbitrar un partido en la cancha de Villa Española, por poner un ejemplo: “Ese es el perfil de árbitro que para mi gusto sería el ideal, no el perfil de árbitro que quiere FIFA”.

Agregó que la Federación Internacional apuesta hoy “más al atleta, al que corre mucho, al que técnicamente esté muy bien, pero no le ponen tanto énfasis en la parte de personalidad. Entonces hoy vemos, sobre todo en Sudamérica, las protestas reiteradas de los jugadores, la simulación permanente. Yo nunca tutee a los jugadores, hoy veo que hasta los insultan. Las protestas son desmedidas y sacan tarjeta y tarjeta. Estornudás y te piden tarjeta. Se confunde tanto... Nosotros tuvimos un gran instructor que fue José María Codesal y él nos decía que una tarjeta amarilla se saca cuando vos tenés la duda si es roja; si no es roja es amarilla. Hoy vemos que se sacan amarillas por gusto. Hoy nos damos cuenta que los jugadores se tiran y engañan al juez. ¿A quién tenemos que atacar, al juez o al que simula y engaña al árbitro para que sancione? Si yo sanciono a los tramposos, el fútbol se arregla en dos días”.

“Presiones siempre hubo, desde que me conozco y desde que entré en el arbitraje. Entonces, ¿qué árbitro quiero? Soy técnico de un cuadro y digo qué jugadores quiero. En el arbitraje es lo mismo, qué arbitraje queremos, hacia donde apuntamos, cuáles son las enseñanzas que se dan para que un árbitro triunfe”.

En un clásico Rentistas-Cerrito

Esas son cuestiones que deben decidirlo los dirigentes, pero lo ideal, según Roberto, es tener árbitros con personalidad: “La parte fundamental de un árbitro es tener la personalidad suficiente como para aplicar las reglas de juego sea donde sea. El 75% de la figura de un árbitro tiene que ser personalidad, el 25% es la parte técnica. Las reglas las conocemos todos, el problema es aplicarlas, tener la valentía de aplicarlas en el lugar que sea y contra quien sea, sin mirar banderas, sin mirar colores ni poderío. Cobrar todo lo que ve, equivocado o no. Eso te lleva a la credibilidad. Si vos creés en una persona, lo que hace esa persona va a estar casi todo bien”.

Una de sus características, para que el partido no se le fuera de las manos, era mantener a raya a los jugadores más importantes: “Había jugadores con mucha personalidad y arraigo. A mi me gustaba atacar al cacique y no al indio. Siempre teniendo mucho respeto, controlaba más a un Morena, a un Olivera, a un Trasante, a un Peña que es gran amigo. Había jugadores que arrimaban, a esos los controlaba y los tenía en raya”.

Uno de los aspectos que colaboró en su carrera fue que no dependía del fútbol para vivir. “En aquel momento cobraba U$S 450 por partido internacional y U$S 150 por día de los cuales nos teníamos que pagar el alojamiento y la comida. Cuando volvía a Uruguay esa guita me la gastaba en los regalos para los gurises”.

Junto a Seré, Revelez y Cabrera

Contó que llegó a tener cuatro empleos a la vez. En el Banco Hipotecario, en una agencia de quinielas y loterías en la Ciudad Vieja, en una inmobiliaria y era juez de fútbol.

En ese sentido, hoy cambió mucho. “No lo sé con certeza, pero entiendo que los árbitros ganan muy buen dinero, por eso también dependen mucho más del fútbol y sin hablar de deshonestidad, me pregunto: Si vivo del arbitraje, ¿en una jugada dudosa, entre un equipo poderoso y uno débil, por quién me inclino? Hacia el poderoso, es la debilidad del ser humano, no es que lo haga exprofeso, es que se cuidan y eso está pasando en el arbitraje”, indicó.

La ropa de antes
En la época en que Otello Roberto arbitraba, los jueces utilizaban generalmente indumentaria de color negro, que ellos mismos debían confeccionarse, aunque él en alguna ocasión tuvo que cambiar de color: “Una vez salí de blanco y otra vez de rojo, en un partido Danubio-Nacional. Usé remeras mías, que le ponía el escudo con alfileres”, contó.
Las modificaciones de las reglas
Respecto a las últimas modificaciones en las reglas, expresó: “Por ejemplo, la posición adelantada se cobra cuando parte el pase, ¿y quién me asegura que las líneas que se marcan en el momento me están marcando el momento exacto que partió el pase? Para mi gusto, las modificaciones de las reglas no son buenas. En mi época cuando un jugador estaba en la misma línea, aconsejaban que no levantaramos la bandera. Hoy por una uña o por un tapón de un zapato, te cobran una posición adelantada. Es horrible, para mi la posición adelantada es cuando el cuerpo de todo el jugador está mas adelantado y ahí si lo sanciono. Si no le estás quitando un montón de cosas al fútbol, le quitás la esencia si cada cinco minutos tenés que pararte a ver qué pasó. Creo que hay una gran confusión”.
Su opinión sobre el VAR
“Muchas veces nosotros mismos le erramos. En un deporte que es imperfecto, no puede haber un arbitraje perfecto. El mejor árbitro no es el que no comete errores, es el que comete menos errores. El fútbol está lleno de errores, del delantero, del golero y pretenden que el árbitro no se equivoque”, señaló Roberto, y agregó respecto al VAR: “Si yo soy el árbitro principal, por más que el VAR me diga tal cosa, la quiero ver, porque en definitiva voy a ser yo el que tome la decisión. El VAR de la manera que se aplica, para mi, no sirve para nada. A veces te salva, pero también te puede hundir. Si a mí el de la cabina me está diciendo una cosa y yo sin observar, sin verificar lo que me está diciendo lo cobro, ¿quién arbitra?, ¿yo o el de la cabina?
El retiro a los 50
“Yo fui el último en irme a los 50. La decisión de bajar la edad a 45 la tomaron después del Mundial de 1990.  Yo me fui el 27 de octubre de 1991, arbitrando un clásico, Peñarol 1-Nacional 0, gol del Manteca Martínez. Expulsé a Morán y a Alvez. El famoso partido que el Tito Goncálvez terminó de arquero”, contó.

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