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La intrincada negociación comercial entre EEUU y China

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15 de noviembre de 2019 a las 05:03

Desde mediados del año pasado, Estados Unidos está aplicando aranceles a las importaciones provenientes de China por un monto superior a los U$S 360.000 millones. Ello provocó una represalia del mismo orden por parte de China.

En adición, el gobierno de Trump anunció un aumento de los aranceles desde el 25 % al 30 % sobre un total de importaciones de U$S 250.000 millones que iba a entrar en vigencia a mediados del pasado mes de octubre. También anunció la imposición de un arancel del 15 % a partir del 15 de diciembre sobre los U$S 150.000 de importaciones provenientes de China que aún estaban libres de gravámenes.

En este marco, a principios del pasado mes de octubre Estados Unidos y China acordaron lo que pareció ser un primer paso para la solución de su guerra comercial, con términos que aún no se conocen en detalle.  

Por lo pronto, Estados Unidos postergó el aumento de aranceles que iba entrar en vigencia el mes pasado. Por su parte, parece que China se comprometió a aumentar sus importaciones provenientes de EEUU, en especial de soja y carne de cerdo, en unos U$S 20.000 millones en el primer año, para volver así al nivel del 2017, antes del inicio de la guerra comercial, y de ahí seguir hasta unos U$S 50.000 millones anuales.

En adición, la negociación parece haber avanzado en ciertos temas relacionados con la propiedad intelectual y los servicios financieros. También incursionó en un compromiso de China de no manipular su moneda. En simultáneo, Pekín ya anunció la eliminación a partir del año próximo de los límites existentes para la propiedad extranjera.

A diferencia de la beligerancia que hasta ahora había mostrado en su relación con China, en esta ocasión Trump se adelantó a calificar a este acuerdo en ciernes como un “primer paso” hacia una solución más completa, quizá al cabo de otras dos etapas adicionales de negociación. 

En esta línea, la semana pasada ambas partes anunciaron la eliminación progresiva de algunos de los aumentos de aranceles que se habían impuesto mutuamente desde mediados del año pasado. La derogación se iría instrumentando a medida que progresen las negociaciones, pero ambos países parecieron estar de acuerdo en rebajarlos en la misma proporción y en forma simultánea.  

Pero tal como ha ocurrido en otras negociaciones del actual gobierno americano, después de esta sucesión de anuncios y trascendidos, Trump irrumpió en forma sorpresiva y aportó una visión distinta sobre el acuerdo en ciernes.  Entonces aclaró que no hay aún nada cerrado sobre la eventual derogación de aranceles, porque se opone a eliminarlos por completo.

Más aún, en esta semana Trump declaró que si bien un primer acuerdo con China está próximo, en caso que ello no ocurra habrá de decidir un “aumento sustancial” de las tarifas sobre las importaciones de ese origen.  

Entre tantas idas y vueltas, lo cierto es que hasta mediados de esta semana, un mes después de los primeros anuncios, lo único concreto ha sido la postergación de los aranceles que Estados Unidos iba a aplicar desde mediados del mes pasado.

Pero con relación a los temas de fondo, China parece seguir resistiendo las demandas de Washington que cambiarían partes esenciales de su modelo de desarrollo, tales como los subsidios a las exportaciones, el apoyo a las empresas públicas, las acusaciones de espionaje tecnológico y otros del estilo.  

En adición, dos temas se han agregado en los últimos tiempos para complicar aún más la relación entre ambos países.

Recientemente, el gobierno de Trump anunció su intención de limitar la exportación de tecnología americana a ocho empresas tecnológicas chinas. Además, aún está pendiente de solución el litigio relacionado con el veto a la exportación a la empresa china de telefonía Huawei, que se está negociando por separado.

En adición, a principios de mes, la Organización Mundial de Comercio autorizó a China a imponer tarifas punitivas sobre U$S 3.600 millones de importaciones provenientes de Estados Unidos, como consecuencia de que los aranceles anti dumping sobre la importación de acero y otros bienes importados de China estaban calculados sobre bases ilegales y eran por tanto excesivos. El caso fue planteado por primera vez en el 2013.

Si bien el monto de las importaciones que podrán ser objeto de este gravamen compensatorio es relativamente menor, no deja de ser otro factor de perturbación en la relación entre ambas partes.

Así las cosas, puede que antes de fin de año alguna forma de acuerdo sea posible, más que nada por conveniencia política.

Trump está en campaña para lograr su reelección dentro de un año, en el medio de un proceso de juicio político en el Congreso. Un acuerdo, aunque parcial, le permitiría mostrar un avance pero sin renunciar al enfrentamiento con el gigante asiático. Por su parte, China podría descomprimir en parte una de las dificultades que enfrenta su industria de exportación, teniendo en cuenta la desaceleración por la que viene transitando su economía en los últimos meses.

Pero por lo demás, todo indica que un acuerdo de fondo entre ambas partes no será posible. Porque lo que está en juego es una disputa hegemónica mundial entre la inestabilidad de Trump y la paciencia milenaria de China.

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