Gabriel Pereyra

Gabriel Pereyra

Zikitipiú

La puntillosidad y el mamarracho

Puros en la oposición y puros en el gobierno, una sucesión de errores tendió un manto de sospecha sobre los gobernantes izquierdistas, y se pusieron muy nerviosos.
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15 de octubre de 2012 a las 00:00

Ya se sabe que los conversos son los peores. Y pocas cosas peores hay que convertirse en lo que un día se odió. Durante muchos años los principales dirigentes del Frente Amplio no solo recorrieron los juzgados denunciando todos los actos de gobierno en los que veían algo sospechoso, sino que hicieron uso político de las formas que blancos y colorados utilizaron en su momento para manejar la cosa pública.

Clamaban que se actuara como la mujer del César, que no solo debía ser honesta, sino también parecerlo.

Nada ha aparecido aún que haga sospechar un acto de ilegalidad en torno a los negocios para vender los aviones de la exPluna. Pero casi todo, por no decir todo, estuvo teñido de un tinte turbio.

A los siempre seguros miembros del astorismo –la flor y nata académica y económica de este gobierno- se los vio dubitativos, enojados y cometiendo actos de tremenda torpeza política. Fue como si descubrieran de un momento para otro que uno puede ser honesto pero aún así dañino para los intereses públicos. Que el error está en el menú de posibilidades. Que los blancos y los colorados quizás no fueron corruptos y maniobreros, sino simplemente ineptos cuando hicieron negocios como los que este gobierno está haciendo con Pluna.

“A veces me llama la atención la preocupación que tiene El Observador con tanta puntillez en este tema”, llegó a declarar Javier Liberman, un economista que trabajó para el Scotiabank y que ahora está al frente del fideicomiso de Pluna que gestiona los aviones por los cuales el Estado, o quien los compre, le tiene que pagar a esa misma entidad bancaria.

El hecho de que Liberman señale como una objeción algo que debería ser el orgullo de cualquier periodista, la puntillosidad, revela la disímil visión que tienen de las cosas los gobernantes y los periodistas.

Así, como a Liberman parece que no le gusta, debería actuar la prensa con cada uno de los hechos que involucran cuestiones públicas. Ese es el trabajo de la prensa y no, como lo reclamó el vicepresidente Danilo Astori, llevar tranquilidad para que el negocio –“que es interés nacional”- llegue a buen puerto.

Un gobernante cuida el interés nacional gobernando bien. La prensa lo cuida siendo puntillosa con cómo el gobernante gobierna. Mientras la izquierda no entienda esta ecuación, seguirá actuando como la tribu de los cátaros eternos: puros en la oposición y puros en el gobierno. Quizás este golpazo ayude a entender: están bajo la lupa y si les falta temple para soportarlo, mientras haya periodismo independiente, ah, van a sufrir ([email protected]).

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