Opinión > OPINIÓN

La sangre de los otros

Es tarea de la Justicia ubicar los hechos y a los protagonista de los delitos sin resolver a lo largo de la historia
Tiempo de lectura: -'
16 de mayo de 2019 a las 05:01

En la versión cinematográfica de la novela “El Espía que vino del frío”, escrita por John Le Carré, su protagonista, Alec Leamas, miembro del servicio de inteligencia británico, mantiene un diálogo con su jefe, denominado “Control” en la jerga usada en dicho ámbito. Allí  “Control” describe la esencia de los devastadores mecanismos de la Guerra Fría. El Occidente, nunca será el agresor, y si debe hacer cosas “desagradables”, lo hace en su defensa. Las políticas, señala “Control”, son pacíficas, pero los métodos “no pueden ser menos despiadados que los de la oposición”, cuando estos y las técnicas empleadas por Occidente y por los comunistas, “se han hecho muy similares”. Bajo la lógica que sustentaba los aparatos de seguridad y sus respectivas dinámicas, ocurrían actos en los que la perversidad era el rasgo que las definía por excelencia pero, dice este personaje, “no se puede ser menos perverso que el enemigo, simplemente porque la política de tu gobierno es benevolente”.

Para ciertos fenómenos, la ficción puede ser mejor maestra de la realidad que el trabajo histórico. En el caso de Le Carré, se trata de alguien que conoce muy bien al vientre de la bestia. Él mismo fue un espía británico, y así, las palabras de “Control”, poseen el peso de la declaración de “principios” que animó a los dos bandos antagonistas. 

La Guerra Fría fue un proceso prolongado, complejo y retorcido en sus engranajes, sucio y ambiguo en materia del comportamiento humano y sus diversas manifestaciones. En muchos casos, el maniqueísmo existió tan solo en engañosas apariencias. Se trató además de un conflicto que transcurrió por diversos planos. Desde el espionaje, la delación y la traición, a expresiones de la naturaleza humana más inferiores, si se sigue el curso de un descenso al infierno: detenciones arbitrarias, secuestros, torturas y asesinatos individuales y en masa, atentados, hasta revoluciones, invasiones a países y derrocamientos de gobiernos. Por encima de esta degradación que sufrió el mundo tras la Segunda Guerra Mundial, colgaba sobre la humanidad, como una espada de Damocles el potencial riesgo de una conflagración nuclear.
Con la irrupción de la revolución cubana en 1959, América Latina ingresó en forma irreversible en la fase “caliente” de este conflicto. Siguiendo la teoría del “foquismo”, pergeñada por Ernesto “Che” Guevara, diversos movimientos guerrilleros, inspirados en su mayoría por el ejemplo cubano, llevaron adelante sus propias agendas desestabilizadoras, en contra de regímenes dictatoriales ya existentes o atacando sistemas democráticos. El Uruguay era entonces parte de este segundo grupo y ejemplo en la región por su estabilidad institucional, reconocida por el propio “Che” en su célebre visita a Montevideo. Tal condición, decía el líder guerrillero, no ameritaba la aplicación de la experiencia cubana.

Durante la década de 1960, muy convulsa a nivel mundial, nuestro país atravesó una grave crisis sistémica que comenzó con el estancamiento de su economía y derivó a la política y a la sociedad, parte de la cual expresó su descontento con actos de violencia pública.

En su conjunto, las turbulencias internas se transformaron en un espiral de creciente intensidad durante el gobierno de Jorge Pacheco Areco. Enroscado a ese espiral, confluyó el accionar de la guerrilla tupamara. Esta buscó capitalizar las causas y efectos de la crisis para atacar a una democracia que extremó, en errores y aciertos, sus propios recursos republicanos en su legítima defensa, frente a un cuasi estado de guerra.

Cuando se abren las puertas del infierno, mediante la violencia armada –tal como así lo fomentó el movimiento tupamaro- se suceden varios efectos inevitables. Se establece un ámbito de batalla, se define al enemigo y comienzan a sufrir las víctimas ajenas a la contienda. Pero también, de ese infierno comienzan a surgir sus demonios. Si bien la parte medular de la guerrilla tupamara fue combatida y derrotada con los recursos de un Estado democrático, las consecuencias del proceso fueron la dictadura que toda la sociedad hubo de soportar en más sufrimiento, desgarros, exilios y muerte. De ejemplo singular en el mundo, Uruguay pasó a integrar los fracasos de la época.

Desde la lógica de esa violencia en su curso de agresión y represión, los límites entre guerrilla tupamara y dictadura son inexistentes. A esa lógica en su contexto se le llama escalada. Así comienzan las guerras, sin saber cómo y cuándo terminan. Las palabras de “Control” sobre las leyes de juego impuestas por la Guerra Fría, distinguen un efecto incuestionable, probado por los hechos. Como operadores en ese mismo campo de violencia e infringiendo las leyes constitucionales, tanto un José Mujica como un José Gavazzo, en la causa y en su efecto, tienen en sus manos la misma sangre de los otros, quienes con sus vidas, pagaron el accionar de los demonios provocados. Esos otros, entre muchos, como un José Villalba o un Roberto Gomensoro, son en sus respectivas condiciones, los trágicos daños colaterales.

Pero también lo es la sociedad, que arrastra el trauma de un pasado que conspira con la imperiosa necesidad que el país tiene de reparar sus grandes averías presentes y que exigen un mayor pragmatismo y dedicación. Se lo debemos a los jóvenes, para quienes la puerta de embarque puede ser una opción muy tentadora. Es hora que el país selle definitivamente las puertas de ese infierno, de forma de encarar los desafíos que impone el siglo XXI. 

Será tarea de la Justicia y de la historia, y no de la política, el ubicar a los hechos y protagonistas en sus debidos lugares de la rigurosa mano de la verdad. Y de la sociedad, en su rol de celoso guardián de que así sea. 

Comentarios

Registrate gratis y seguí navegando.

¿Ya estás registrado? iniciá sesión aquí.

Pasá de informarte a formar tu opinión.

Suscribite desde US$ 345 / mes

Elegí tu plan

Estás por alcanzar el límite de notas.

Suscribite ahora a

Te quedan 3 notas gratuitas.

Accedé ilimitado desde US$ 345 / mes

Esta es tu última nota gratuita.

Se parte de desde US$ 345 / mes

Alcanzaste el límite de notas gratuitas.

Elegí tu plan y accedé sin límites.

Ver planes

Contenido exclusivo de

Sé parte, pasá de informarte a formar tu opinión.

Si ya sos suscriptor Member, iniciá sesión acá

Cargando...