Adam Nossiter y Tyler Hicks
New York Times News Service
Los migrantes de Afganistán, Sudán, Eritrea y otras partes siguen llegando. Casi 100 al día arriban a este polvoriento y desvencijado campamento ubicado a orillas del canal de la Mancha, a casi 50 kilómetros de Gran Bretaña, su objetivo final.
Las autoridades francesas han intentado durante meses desmantelar el enorme campamento, conocido como La Selva. En su intento más reciente, en marzo, cuando vivían allí unas 4.000 personas, derribaron casi la mitad. Pero, desde entonces, el campamento casi ha duplicado su tamaño. Es más grande que nunca, y sigue siendo uno de los símbolos más visibles de la incapacidad de
Europa para hacer frente a la afluencia de tantas personas desesperadas.
Aturdidos y harapientos, nuevos migrantes toman cada día el camino industrial desde la cercana Calais, pasan frente a la fábrica de electrodos de grafito y por debajo del bien vigilado cruce elevado que sirve como entrada al campamento.
El espacio se ha vuelto tan escaso que los recién llegados, en abrumadora mayoría varones jóvenes, pasan horas buscando un sitio libre para levantar sus tiendas.
"La situación es como
África en esta Selva", dijo Mohammed Zakaria, un sudanés de 25 años de edad que comparte una tienda con otros nueve. Aunque las condiciones en Calais sean malas, no quiere regresar a Sudán.
Pero hay pocas posibilidades de que él y los otros sigan adelante. En setiembre, el presidente de
Francia, François Hollande, reiteró su promesa de desmantelar el campamento. Las autoridades francesas han prometido destruirlo para fines de año, diciendo que las nuevas demoliciones empezarían este mes de octubre. En setiembre, en medio de choques con la policía, empezó la construcción de un alto muro para impedir que los migrantes traten de treparse a los camiones que se dirigen a Gran Bretaña.
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Migrantes de Sudán cargan alimentos hacia su tienda durante una tormenta.
Migrantes de Sudán cargan alimentos hacia su tienda durante una tormenta.
Tyler Hicks/ New York Times
Unos 3,6 metros de cercas coronadas con alambre de púas ya se extienden a lo largo de parte de la autopista que va al puerto de Calais para impedir que los migrantes tomen por asalto a los camiones de carga que entran en el túnel bajo el canal en su camino a Gran Bretaña. Hay regulares redadas de la policía con gas lacrimógeno para mantener alejados a los migrantes.
Estos y sus contrabandistas deliberadamente provocan accidentes para detener el tráfico y que puedan abordar los camiones. En setiembre, camioneros hartos bloquearon en protesta el tráfico dirigido a Calais en el lado inglés del túnel.
Sin ingresos ni medios para ganar dinero, los migrantes tienen poco que hacer con su tiempo, salvo esperar cualquier oportunidad de cruzar a Gran Bretaña.
Un grupo suministra a algunos migrantes chips de celulares para que puedan llamar a sus países de origen, y los hombres trepan a la cima de una colina para tener mejor recepción.
Mientras tanto, el campamento adoptó un aire de creciente permanencia, para frustración de los pobladores locales.
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Tyler Hicks/The New York Times
"Durante seis meses han permitido que haya construcciones, han permitido la llegada de los migrantes", dijo la alcaldesa de Calais, Natacha Bouchart, quien afirma que el puerto está perdiendo dinero y ha encabezado protestas contra el campamento. "Ha habido un muy pronunciado empeoramiento de la situación".
Grupos humanitarios hacen mucho de lo que no hacen las autoridades francesas, incluso proveer comida y necesidades básicas. Pero los refugios siguen siendo endebles y difíciles de conseguir, lo que deja a muchos migrantes expuestos a la humedad y el frío.
Los migrantes tienen libertad para desplazarse fuera del campo, pero no pueden ir lejos sin dinero ni
documentación adecuada.
Funcionarios locales y trabajadores sociales coinciden en que el intento del Estado para limpiar el campamento en marzo "fue un fracaso", como expresó Yannick Le Bihan, director de Médecins du Monde. "Las autoridades siempre están un paso detrás de la situación en el terreno".
Para la mayoría de los residentes del campamento, el objetivo sigue siendo llegar a Gran Bretaña, y la votación del país en junio a favor de abandonar la Unión Europea no interrumpió ese flujo. "No quiero ir a la escuela", dijo el sudanés Zakaria. "Quiero ir a Inglaterra".