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La tercera vía uruguaya

Diferenciarse de las tentaciones autoritarias
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04 de noviembre de 2018 a las 05:00

Los extremos políticos se parecen tanto! Ambos están convencidos de su pureza y de representar “el bien”, ambos estarían dispuestos a matar por su causa, están plenamente convencidos. Cuando el pueblo vota por ellos, es sabio. Cuando vota  por “los otros” es víctima de manipulación: unos dirán que los planes sociales o del imperialismo o de  los grandes medios de comunicación.
Las ideas del Foro de San Pablo invariablemente derrumban los niveles de inversión, expanden el déficit fiscal, frenan a la economía y generan desocupación hasta el derrumbe o un sostén draconiano con base en gobiernos autoritarios y salarios miserables. Las ideas del otro extremo también son divisorias y tienen peligros graves, entre ellos el desinterés o aún el desprecio por los temas ambientales en un momento crucial para la humanidad al respecto.

Los científicos del mundo lanzan alarmas cada vez más fuertes y algunos corren contra reloj a frenar el desastre. El último premio nobel fue entregado a William Nordhaus, por incorporar al ambiente y al cambio climático como una variable relevante del análisis económico. 
Paradójicamente muchos líderes conservadores no son conservadores cuando de la vida silvestre o de la atmósfera o el océano se trata. Cuando es negocio sacar carbón o petróleo, cuando hay que talar un monte silvestre por el  beneficio de ganancias de corto plazo cuyo costo pagarán las generaciones venideras, lejos de ser conservadores, son intrépidos. Un modus operandi que lisa y llanamente pone al homo sapiens en la ruta de la autodestrucción. Por supuesto, durante el gobierno de izquierda ocurrieron las mayores catástrofes ecológicas de la historia de Brasil. Y la URSS cayó en gran medida por Chérnobil. Pero eso no mejora las políticas de Trump y las que pueden esperarse de Bolsonaro. 

Los científicos del mundo lanzan alarmas cada vez más fuertes y algunos corren contra reloj a frenar el desastre.

El panel intergubernamental sobre Cambio Climático divulgó hace un mes un nuevo estudio en el que advierte que quedan 12 años para revertir la actual tendencia o lo que vendrá será realmente grave. Hay que cambiar de paradigma antes de 2030. Ha aumentado un grado  a la temperatura del planeta,  podemos estar en 1,5 grados pasados en 2030 y acelerar así la ocurrencia de sequías más prolongadas y frecuentes, más incendios forestales, la muerte de buena parte de los corales, la acentuación en la pérdida de biodiversidad y por supuesto un grave daño económico y trastornos sociales, acompañados del ascenso de los mares.  Un proceso que se retroalimenta, los incendios aceleran obviamente el calentamiento, lo mismo que el derretirse de los polos que al ser blancos reflejan mejor los rayos solares en lugar del color más oscuro del agua que absorbe mucho más calor.  Al calentarse el agua del océano se acidifica, mueren los corales y se gatilla un dominó de muerte impredecible en su magnitud pero con mal resultado seguro. El desprecio por los derechos humanos que uno y otro extremo demuestran parece una prolongación de su desprecio por el planeta que habitan. El límite que se ha pedido de no alterar en más de dos grados la temperatura parece cada vez más difícil de cumplir. Y talando Amazonia, mucho menos.

Mucha gente en Uruguay, harta de muchas cosas con razón, ve con esperanza la llegada de Bolsonaro. Cree que limpiará al país vecino de corrupción y generará una ola de inversiones que permitirá a Brasil dejar definitivamente atrás a la peor recesión de la historia. Ante los autoritarismos del Foro de San Pablo, capaces de defender a Maduro y Ortega, recurrir a la tentación autoritaria militarista. Y si terminamos como especie achicharrados bajo una nube de humo, poco importará el eventual éxito que se logre en el Dow Jones o el Bovespa.
Cualquier ideología no republicana que se hace con el poder cae en la tentación de usarlo a su favor, perseguir a la prensa, captar al poder judicial, castigar ejemplarmente a la disidencia. Intentarán perpetuarse en el poder y finalmente cobrar unas jugosas comisiones extra salariales por la tarea de gobernar.

Mucha gente en Uruguay, harta de muchas cosas con razón, ve con esperanza la llegada de Bolsonaro. Cree que limpiará al país vecino de corrupción y generará una ola de inversiones que permitirá a Brasil dejar definitivamente atrás a la peor recesión de la historia.

Ahora bien, Bolsonaro  ganó en las urnas y por lo tanto debe ser respetado. No corresponde decir que Brasil perdió calidad democrática o que se levante la mera hipótesis de un corte de relaciones porque gana en las urnas alguien cuya ideología no agrada. Para eso es la cultura democrática, para que convivamos y respetemos al que piensa diferente y aceptemos que si obtiene mayoría en las urnas debe gobernar y ser respetado. Es inmensa la hipocresía de los que respecto a Venezuela y sus crímenes reclaman la “no injerencia”, pero no paran de opinar sobre si el pueblo vecino acertó o erró en su votación o si la justicia actuó o no con prueba suficiente.  
Desde el respeto a las nuevas autoridades, Uruguay tiene que aprovechar para acentuar su diferenciación. El presidente brasileño parece encaminado a seguir los pasos de Trump, ignorar el grave cambio climático, surcar la Amazonia de carreteras, represas y cultivos en zonas que causarán un daño ambiental gravísimo.  Uruguay debe profundizar una estrategia de desarrollo opuesta: ambientalmente consciente. Nuestro norte debe ser Dinamarca, Holanda, Noruega, Japón o Canadá. 

Ahora bien, Bolsonaro  ganó en las urnas y por lo tanto debe ser respetado. No corresponde decir que Brasil perdió calidad democrática o que se levante la mera hipótesis de un corte de relaciones porque gana en las urnas alguien cuya ideología no agrada.

La oportunidad del país, la chance de persistir en la valorización de sus productos, en el crecimiento de la innovación y el turismo, es la mezcla de liberalismo, ecologismo, preocupación por solucionar los problemas globales, respeto por los derechos humanos y de las minorías, que Uruguay tiene como imagen y parcialmente como estrategia que trascienda a los partidos.  La agresión que presumiblemente habrá contra la Amazonia, le hará muy difícil a Brasil colocar con prestigio su carne o su soja en la Unión Europea. 
Además será una oportunidad  recibir brasileños inteligentes y liberales que se sentirán oprimidos en sus nuevos tiempos políticos. Una inmigración calificada de científicos, artistas, empresarios, trabajadores que se sentirán más cómodos al sur del Cuareim.
Seguir profundizando vínculos comerciales justos desde el muto respeto, seguir vendiendo lácteos y comprando automóviles, sin ponernos en jueces de la democracia ajena a la hora de comprar o vender. Ojala los lácteos de Uruguay puedan seguir entrando a Venezuela y Brasil, y a China y a tantos países árabes que tienen ausencia total de democracia.

Acentuar el carácter de sociedad liberal, laica, progresista en el sentido amplio de la palabra, partícipe de una estrategia de desarrollo ejemplar tendrá en el nuevo marco regional más premio que antes. Con riego, con secuestro de carbono, con protección a la fauna y flora nativas, con más agricultura orgánica y más control biológico de plagas y con respeto a todos los seres humanos sin diferencia por color de piel o elecciones de vida.

Acentuar el carácter de sociedad liberal, laica, progresista en el sentido amplio de la palabra, partícipe de una estrategia de desarrollo ejemplar tendrá en el nuevo marco regional más premio que antes.

Y mejor que criticar a presidentes de otros países desde la tribuna será demostrar en la cancha que podemos tener menos corrupción, más inversión, estabilidad,  generación de empleo y crecimiento económico sin necesidad de autoritarismos sean del signo que sean. 

 

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