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La veta uruguaya de los kelpers

La relación entre Uruguay y los habitantes de las Falklands se remonta hasta el Siglo XIX.
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09 de febrero de 2012 a las 21:57

La misión de empresarios agrícolas uruguayos que se encuentra en las islas Falkland –y que regresa mañana en el único vuelo comercial semanal que llega al archipiélago desde la ciudad chilena de Punta Arenas– puede parecer un hecho político dentro del contexto diplomático actual de la región, pero si se mira un poco la historia y el intercambio tanto ganadero como comercial entre las islas y Uruguay, la visita significa retomar un viejo lazo.

Aparte de las conexiones entre los puertos de Montevideo y Stanley desde el siglo XIX y hasta bien entrado el XX, hubo un personaje que unió de una manera muy particular ambos territorios. Se trató de Samuel Fisher Lafone, un empresario inglés nacido en Liverpool que llegó al Río de la Plata en 1825, se estableció en Buenos Aires en el comercio de cueros y luego cruzó a Montevideo. Su talento para los negocios hizo que su capital se ramificara en varios emprendimientos: un saladero en La Teja, estancias y proyectos de colonización con inmigrantes en varios departamentos, prestamista durante la Guerra Grande, desarrollador inmobiliario en el este (se compró toda la península de Punta del Este hasta el actual Rincón del Indio). Fue el “padrino” en la construcción del Templo Inglés de Montevideo. También la lana y las ballenas cayeron dentro de su portafolio de negocios.

Con sus hermanos creó una sociedad que vio en las Falkland un territorio propicio para la explotación ovina, con aguas donde abundaban los cetáceos. Según la investigación de Alba Mariani, de la Facultad de Ciencias Sociales, hacia 1844 la sociedad Lafone envió a las Falkland a un tal Marcelino Martínez, un observador comercial que “entrega informes atractivos para colonizar, criar ovinos y vacunos, así como para la instalación de un establecimiento en el sur para la caza y explotación de la ballena”, según dice Mariani. La principal plaza de La Teja se llamó Lafone, hasta que su nombre cambió por el de Raúl Sendic.

Alejandro Ross Lafone, sobrino de Samuel, se trasladó a Inglaterra donde firmó un convenio con la reina Victoria por el que compró toda la parte sur de la isla este, un territorio de casi 3.000 kilómetros cuadrados, que fue bautizado como Lafonia. Según Mariani, el precio fueron 60 mil libras.
Samuel Lafone fue además presidente de la Falkland Islands Company (FIC), una sociedad privada que hasta hoy mantiene el monopolio de muchos sectores comerciales de las islas.

Para desarrollar sus actividades pecuarias (básicamente la cría y la esquila de ovejas) Lafone trasladó decenas de gauchos orientales, que se establecieron en la zona rural de Lafonia, y que causaron mucha sorpresa en los pastores de origen escocés que vivían allí, porque los kelpers pastoreaban a pie, mientras que los troperos uruguayos montaban a caballo, usaban largos ponchos y sombreros, calzaban botas de potro y usaban rebenque. No solo introdujeron un montón de herramientas y procedimientos para la actividad económica de las islas, sino que además le aportaron inconscientemente al idioma inglés una tajada de palabras en español que se utilizan hasta hoy en el campo (la zona rural).

Por ejemplo, una pequeña corriente de agua se denomina arrowshoe, y su origen es “arroyo”. Un gatiao es un caballo “gateado”. Un coqueeneecha es un “cojinillo” para la montura. Además, es común escuchar a los kelpers saludarse con un goodbye, chey, que no tiene otra etimología que el “che” que se utiliza en el Río de la Plata.

La actual misión de los empresarios uruguayos tiene lejanos precedentes en ese disputado territorio del Atlántico Sur.

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