En una ciudad de Texas, el domingo pasado seguidores de Donald Trump organizaron una caravana en apoyo al candidato que busca la relección presidencial. Estuvo conformada solamente por musculosas camionetas pick up, pues estas en cierta forma representan la imagen socio económica del trabajador estadounidense conservador. Hubo estruendo de bocinas, banderas y rostros felices (aunque las apariencias engañen más de lo que uno cree) que dan por descontado que el hombre en la Casa Blanca conseguirá su objetivo y la revolución hacia atrás continuará su curso. Dentro de algunas de las camionetas había escopetas. Por las dudas. Los seguidores de Trump están cansados de que les pinten las estatuas de sus próceres blancos o que las turbas las quiten a la fuerza de los lugares públicos donde han estado instaladas desde hace largo tiempo. A muchos de ellos los guía la ira, y esta no se irá pronto. Se preparan para la batalla. El lingüista Noam Chomsky, que a los 91 de edad está dando señales de eternidad prematura, dijo que en Estados Unidos podría ocurrir una guerra civil. No es un escenario del todo imposible. Hay olor bélico en el porvenir.
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