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Las empresas europeas frenan inversiones en China y se enfocan en el sudeste asiático

La estrategia se enmarca en la decisión de la Unión Europea de buscar nuevas cadenas de suministros para romper su dependencia de Beijing en productos clave. Vietnam será uno de los principales países beneficiados.
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09 de enero de 2023 a las 05:04

Pese a que Bejing dio por finalizada su política de “cero-Covid” y flexibilizó las medidas de control presionado por cuestiones internas y los insistentes reclamos de las principales economías occidentales, la nueva ola de contagios que se registra en el país y el persistente conflicto comercial que mantiene con los Estados Unidos determinaron que muchas empresas europeas frenaran sus inversiones en China y pusieran el foco en los países del sudeste asiático.

“La suerte está echada”, afirma Chris Humphrey, director ejecutivo del Consejo Empresarial UE (Unión Europea)-ASEAN (Asociación de Naciones del Sudeste Asiático) en referencia al progresivo alejamiento de las empresas europeas de China y la búsqueda que emprendieron de nuevas cadenas de suministros. "El sudeste asiático se benefició con la situación, y registra ya una creciente afluencia de inversiones extranjeras directas", añade Humphrey.

Según los datos de la cámara empresaria, los estados miembros de la UE invirtieron en conjunto unos US$ 26.500 millones en los 10 países que conforman la organización intergubernamental de estados del sudeste asiático creada en 1967 por Tailandia, Indonesia, Malasia, Singapur y Filipinas, los países fundadores. El monto es superior a los US$ 18.500 millones en 2021, y se constituyó en el más alto en la historia del comercio entre ambos bloques.

Durante la cumbre entre los líderes de la UE y la ASEAN, concretada en diciembre pasado en Bruselas, la presidenta de la Comisión Europea (CE), Ursula von der Leyen, anunció la inversión de US$ 10.000 millones en la región como parte de la estrategia de la UE conocida como "Global Gateway", iniciativa que procura avanzar con obras de infraestructura en los países en desarrollo para contrarrestar la Nueva Ruta de la Seda, estrategia china lanzada en 2013 y​ pieza central de la política exterior del gobierno del presidente Xi Jinping.

El vuelco de las inversiones europeas hacia el sudeste asiático se produce, además, en el marco de las crecientes tensiones geopolíticas entre la UE y Beijing por la postura de China ante la guerra entre Ucrania y Rusia, y luego de que ambas partes suspendieran el Acuerdo Global de Inversiones UE-China firmado en 2020 a raíz de las sanciones recíprocas como consecuencia de la denuncias concretadas por Bruselas sobre supuestos abusos de funcionarios chinos contra la minoría uigur en la región noroccidental de Xinjiang.

Para las empresas europeas, además, el Covid-19 sigue siendo una fuente de preocupación. Según la lectura de Humphrey, el repunte de los contagios es uno de los principales factores que llevan a los inversores a poner el foco en el sudeste asiático. Según las proyecciones de un modelo de datos publicado por el semanario británico The Economist, la nueva ola de contagios podría elevar la cifra de muertos a 1,5 millones en marzo. Otro motivo de preocupación es la rivalidad entre los Estados Unidos y China. Según Frederick Kliem, investigador y profesor de la Rajaratnam School of International Studies de Singapur, Washington podría imponer nuevas sanciones a China, que los europeos tendrían que cumplir.

La consultora Rhodium Group, dedicada a combinar datos económicos y políticos para trazar tendencias, señala que la inversión europea en China se está concentrando cada vez más en torno a un puñado de grandes compañías, en su mayoría alemanas. Los tres grandes fabricantes de automóviles del país –Volkswagen, BMW y Daimler– y el grupo químico BASF explican un tercio de toda la inversión concretada entre 2018 y 2021, mientras que los diez principales inversores europeos representaron el 71 % de toda la inversión en 2021, y el 88 % de la de 2019.

Según los analistas, los países del Sudeste Asiático están atrayendo a varias empresas europeas. Dos de ellas son el gigante danés de juguetería LEGO Group, que comenzó en noviembre pasado con una inversión de US$ 1.000 millones en Vietnam, y la holandesa Harvest Waste, que planea construir en Cebú, Filipinas, la planta más avanzada en Asia de conversión de residuos en energía.

Hasta el momento, Vietnam fue el principal beneficiario de la nueva tendencia. Incluso la estadounidense Apple, que solía depender de China para fabricar casi todos sus productos, sugirió en varias ocasiones que sus MacBooks podrían fabricarse en Vietnam, país que, gracias a la inversión surcoreana, principalmente de la firma Samsung, se convirtió en el mayor productor mundial de teléfonos inteligentes después de China.

Bruselas dejó en claro que seguirá trabajando en normas y asociaciones para profundizar las relaciones comerciales entre la UE y la ASEAN con el objetivo de “reducir la dependencia” de China en lo que se refiere al suministro de productos clave. Un ejemplo es el pacto comercial celebrado entre la UE y Singapur en materia de protección de inversiones, similar al alcanzado en junio de 2019 entre la UE y Vietnam, acuerdo que entró en vigor en 2020, pero que sólo ratificaron 12 de los 27 países miembros de la UE.

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