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Las vivencias de Torreira en Inglaterra

No ve el sol, maneja del lado derecho, se cambia al lado del alemán Özil, pagó US$ 100 por un corte de pelo y no lo dejaron entrar a un restaurante por ir de bermuda
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10 de noviembre de 2018 a las 05:04

Las vivencias de Lucas Torreira en Inglaterra son tan increíbles como reales. En tres meses en Londres se debe habituar a ver poco el sol, manejar del lado derecho, pagar US$ 100 por un corte de pelo o entrar a un vestuario donde se habla inglés, italiano, alemán, francés y español.

Lucas paró el auto a pocos metros del restaurante. Miró desde el vehículo para corroborar si era el lugar donde iba a cenar. Y se sorprendió. La gente que entraba vestida de manera sumamente elegante. Lucas estaba de bermuda. Bajó del vehículo junto a su novia y a pocos metros de la puerta de ingreso se le arrimó un seguridad del restaurante: “Así no podés entrar”. La primera impresión fue sorpresa. Lejos de molestarse caminó unos metros para sentarse a comer en otro lado.

El futbolista que vivió un 2018 soñado en la selección , contó a Referí como son sus primeros meses en la tradicional ciudad de Londres. La primera impresión con la que chocó Lucas fue el vestuario de Arsenal. Entró y se encontró con que se hablaba en todos los idiomas.

“Una vez finalizado el Mundial viajé rápido a Londres para firmar contrato y realizar todos los estudios. Cuando llegué al club, saludé a todos los compañeros al cuerpo técnico y a toda la gente que trabaja allí. Se me acercó Emi Martínez, un arquero argentino, y charlamos un poco”, comenzó diciendo Torreira. Y acotó: “En nuestro vestuario hay jugadores de varias nacionalidades, muchos idiomas: inglés, alemán, francés, italiano, español. Se habla de todo un poquito. Con algunos me comunico en español y con otros en italiano. De a poco voy soltando alguna palabra en inglés; eso es bueno”.

Manejar por la derecha

Las primeras dos semanas Lucas estuvo junto a su novia en un hotel cerca del complejo de Arsenal, el Shenley Training Centre, en Hertfordshire, un lugar especialmente diseñado para entrenamientos, que se inauguró en 1999.

Luego salió a buscar casa y se decidió por un apartamento a unos 30 minutos del lugar de entrenamiento. “Una zona tranquila”, la definió.

Es que en la calle la gente lo reconoce, se le acercan con respeto a pedirle una foto o un autógrafo.

¿Cómo se maneja en la ciudad? “Los primeros meses no tenía auto y siempre me lleva algún compañero. Como vivo en el mismo edificio que el español Nacho Monreal, él me llevaba a todos los entrenamientos”. Torreira reveló que todos los días le mandaba un mensaje preguntando: “¿Nacho, a qué hora salimos mañana?”. Con el paso de los días se animó a alquilarle una camioneta al club. “Al inicio era difícil verme del lado derecho manejando”, dice entre risas.

¿Y el sol?

El volante de la selección dice que apenas han pasado tres meses desde su arribo a Inglaterra y le parece que lleva una vida en el país.

“Pienso que debe ser por la cantidad de partidos que  venimos jugando y por la intensidad en la cual se vive todo. Al inicio cuesta la adaptación, pero de a poco junto a mi novia y a un amigo que acaba de llegar, nos vamos acomodando. Estuve casi cinco años en Italia. Lo que más me sorprendió en Londres son los estadios, las instalaciones del club, el tráfico”.

Y luego pasó al tema de que en Inglaterra la noche cae temprano.

“El clima es un gran tema. Muchas veces no ves el sol por todo el día. Pero a medida que vayan pasando los días nos vamos acostumbrando”.

Lucas acotó: “Me ha llamado mucho la atención la cantidad de personas que hay en la ciudad, sobre todo en la zona centro, de  todas las nacionalidades. A veces no se puede ni caminar en el centro”.

El mate

Torreira es fácilmente identificable en Londres. Lleva su mate a todos lados. Suele compartirlo con los argentinos. “Al inicio, cuando llegaba al club con el mate, muchos me preguntaban qué era eso. Yo les digo que es algo muy importante para mí. Una especie de té”.

Lucas dice tener una gran relación con todos porque hay un buen ambiente en el vestuario. Se cambia al lado de Özil a su derecha y el suizo Stephan Lichtsteiner a la izquierda. “Pero a mi alrededor tengo al francés Lacazette, el galés Aaron Ramsey y el armenio Henrikh Mkhitaryan. Es algo fantástico”.

Torreira está aprendiendo el idioma. Admite que no lo habla fluidamente pero que lo considera muy importante para relacionarse con los demás.

Tiene la ventaja de que el equipo es conducido técnicamente por el español Unai Emery. “Sin dudas, porque una vez que explica para los demás en ingles después me lo explica en español y eso me facilita para entender sus indicaciones. Sino sería un poco más difícil”, asume.

En la inmensidad del Emirates

La Premier sorprende por su entorno. Un profesionalismo de alto vuelo. Estadios de primer nivel. Un espectáculo por todo lo alto.

Lucas contó a Referí lo que le pasó las primeras veces que pisó el Emirates, el escenario del Arsenal.

“Muchas veces el entrenamiento previo al partido de local lo hacemos en el Emirates. Cuando llegábamos al estadio me iba unos 10 minutos afuera y me sentaba en el banco de suplentes. Me quedaba como un niño mirando todo, sorprendido y feliz. Pienso en mi familia, en mis amigos, en la gente que me vio crecer. Todo lo que soñaba desde pequeño lo estoy viviendo ahora y trato de disfrutarlo mucho”.

Los hinchas lo adoptaron como un hijo propio de la casa. Ya le dedicaron una canción.

“Tuve la suerte de jugar en dos equipos muy importantes en Italia como Pescara y Sampdoria donde sus hinchas son muy apasionados. Aquí los hinchas son fantásticos, hasta me dedicaron una canción. Cuando estoy dentro de la cancha y siento que me cantan, me llena de orgullo”.

Torreira finaliza contando una de las cosas más insólitas que le toco vivir en Inglaterra, además de aquel restaurante que le había recomendado su compañero Héctor Bellerín y al cual no lo dejaron ni pasar la puerta.

“En mis primeras semanas en Londres, mientras vivía en el hotel, percibí que tenía el pelo muy largo, entonces por medio de un compañero de equipo llamamos a un peluquero. El hombre vino al hotel y me cortó el pelo. Me quedó muy lindo. El tema es que cuando fui a pagar no tenía libras, solo euros y dólares, entonces no sabía cómo pagarle y le pregunté: ‘¿Te puedo pagar en dólares?’. Sí claro, me dijo. Pensé en pagar unos US$ 30 más o menos. Un corte de pelo… Cuando me dijo son US$ 100, me quería matar. No lo llamé nunca más”.

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