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Lejos de las oficinas y la política, ¿qué será de la vida de la corbata?

Las corbatas dan la pelea contra un mundo cada vez más desacartonado que prescinde de sus significados y connotaciones
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10 de noviembre de 2018 a las 05:04

Funciona casi como una iniciación. Frente al espejo, a nada de comenzar el maratónico recorrido de fiestas de 15 que se abre en la adolescencia temprana, el desafío parece imposible. ¿Es para la derecha o la izquierda? ¿El extremo más fino se pasa por delante y luego por atrás o es al revés? ¿El nudo tiene que estar muy apretado o más suelto? ¿A la altura de la nuez? ¿Así, casi ahorcándome? Ante las preguntas, el cuello suda y los dedos se entreveran buscando la mejor forma de anudar ese obstáculo. Los signos de interrogación se cierran, sin embargo, una vez que se asimila la derrota propinada por el trozo de tela de color y se pide auxilio a manos más experimentadas. Y, ahí sí, parece muy fácil. Pero no lo es. Y uno se cuestiona, en ese momento y mientras se tira del cuello de la camisa para dejar escapar el aire contenido, la pertinencia de ponerse corbata ¿Por qué hay que usarla? ¿Quién la impuso como norma? 

Este es uno de los primeros escenarios donde la corbata hace su aparición en la vida de las personas. En ese contexto acarrea una estela de formalidad que resulta bastante incómoda y anacrónica. No permite, en principio, gran movilidad; tampoco aporta una utilidad extra y seguramente termine, como también sucede en los casamientos, atada en la cabeza en medio del jolgorio de la noche. Tal vez por eso las cosas están cambiando entre los adolescentes. Al menos en esos eventos, muchos varones de entre 14 y 17 años –público objetivo de estas veladas– se animan a cambiarla por el moño, una prenda asociada específicamente a las noches de gala y que los hace escapar a la posibilidad de parecerse a un oficinista.

Pero ahí está. Imperturbable. Usarla por primera vez es una primer avance a la madurez, al menos en apariencia; se abraza con ella un símbolo de las ocho horas, de la oficina y las responsabilidades. Del mundo adulto que se va metiendo en los pliegues de la adolescencia.

Pero la corbata también tiene su lugar en otros ambientes más disímiles. Está, por ejemplo, presente en el uniforme de algunos colegios privados de la capital, del interior y de varios países más; ahí no hace distinción de sexos y la usan tanto varones como mujeres. Tampoco hace distinción de sexos en pasarelas donde está presente, y en lugares donde se ha roto con su aura masculina. Atraviesa, del mismo modo, parlamentos, congresos y cámaras gubernamentales; desfila entre abogados, ministros, escribanos, recepcionistas, guardias de seguridad, y se podría seguir contando varios oficios más. Y, sin embargo, su historia es una de idas y vueltas, de trasformaciones que la convirtieron en uno de los accesorios más fluctuantes dentro del mundo de la moda masculina. 

Los rebeldes no usan corbata

Se cree que la corbata nació en el siglo XVII. A la Francia pre Revolución francesa llega un grupo militar conocido como los Mercenarios Croatas para participar en la guerra de los treinta años, un conflicto que asoló Europa Central entre 1618 y 1648. Estos croatas usaban una especie de tela blanca enroscada en el cuello, a la que llamaban hrvatska –Croacia en croata– y que los franceses luego adaptaron, con una transformación de su nombre incluida: cravate. Así como los aires revolucionarios se expandieron por el continente décadas más tarde, la primera versión de la corbata corrió como pólvora por Francia y los países bajo su influencia.

Con el paso de los años, el accesorio se fue convirtiendo en un símbolo de estatus, fue mutando, se asoció al arte y a otros movimientos universitarios que la fueron moldeando y transformando en lo que hoy conocemos como la corbata moderna. Y tanta fue su influencia en la vestimenta europea de los últimos siglos, que el propio Honoré de Balzac escribió un ensayo en 1827 junto a Emile Marco de Saint-Hilaire, que tituló El arte de ponerse la corbata. Allí se puede encontrar un punteo detallado y casi satírico de cómo usar la prenda, así como una evaluación de su importancia para el hombre de la época.

Honoré de Balzac

Mientras la historia muestra que la corbata fue afianzando su lugar en los cuellos de los hombres del mundo, el presente está marcando una desaparición paulatina. En una época –las primeras décadas del nuevo siglo– que cada vez más tiende a la informalidad, las corbatas están ancladas a un modelo de rectitud del vestuario que parece no encajar del todo en los cánones de estos días. 

Así lo explica Verónica Massonnier, psicóloga uruguaya especializada en temas vinculados a las tendencias de mercado: “La corbata es, tal vez, el equivalente al calzado de taco alto en la indumentaria femenina: un signo de formalidad en el vestir, un hábito que evoluciona con la dinámica de la sociedad y sus estilos de vida. También es un emblema del tiempo en que la ropa estaba rígidamente delimitada según el género: la vestimenta masculina urbana no estaba completa sin ella”.

Según Massonnier, hoy la sociedad uruguaya afronta una flexibilidad de códigos de vestimenta que aumentó en las últimas décadas, sobre todo en el entorno laboral. 

“La corbata es el más significativo de los signos del cambio. Para algunos, rechazarla es un signo de rebeldía frente a las costumbres más tradicionales. Recordemos que la corbata tuvo un significado especial para ciertas generaciones: en el siglo XX, las movidas rebeldes de los 60 o los 70 desafiaron las costumbres de sus mayores, y allí comienza la transformación de los hábitos en el vestir. Hoy las empresas de Silicon Valley o ciertas figuras políticas (locales e internacionales) conocen su importancia simbólica, por lo cual el abandono de la corbata expresa un mensaje a través de un código visual. Son gestos que establecen sintoní

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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a con una sociedad que desea poder comportarse con más espontaneidad, más distensión, más libertad de movimiento, menos rigidez y más irreverencia”, agrega. 

 

Con un punto de vista más radical, el periodista especializado Daniel García López también coincide en este concepto y así lo deja claro en una columna publicada en 2017 en la revista Icon de El País de Madrid: “Hoy por hoy las corbatas representan todo lo que no funciona en el mundo. Son casta, burocracia, plutocracia, paternalismo, decadencia”.

Botón desprendido

La vestimenta comunica. Es una obviedad, pero no está de más aclararla. La ausencia o la presencia de una prenda siempre habla de la persona, y eso es algo que Juan Pablo Rivero tiene muy claro, porque en ello basa su trabajo. Como vestuarista de Monte Carlo TV, Rivero debe estar atento a por qué elige determinada camisa para una informativista, o a qué tipo de jean se adecúa más un movilero o notero. Su trabajo también involucra pensar en corbatas.

“Hay que saber qué se quiere comunicar. Usar corbata lo hace y por eso es que, por ejemplo, los movileros hace rato dejaron de llevarla. La corbata te separa de la gente en la calle. Para un periodista que trabaje allí es conveniente no usarla”.  

Esto también se tiene en cuenta para los informativos, ya que en la edición nocturna generalmente la vestimenta es más formal, a diferencia el mediodía, que se viste de forma más ligera. “La corbata da un aspecto de formalidad que cada vez está más en desuso. Hay una monopolización de lo popular”, dice.

Luis Muto lleva años trabajando con corbatas en su estudio. El diseñador, que se declara ferviente entusiasta de este accesorio asociado a la elegancia masculina, asegura que desde el principio han estado vinculadas al poder y que su uso ha mermado en la búsqueda de la comodidad, pero que, sin embargo, estas no llegará a desaparecer.

“Hoy la gente busca más comodidad. Hay empresarios que están todo el día en su oficina, pero hay otros que hacen un montón de cosas durante el día y obviamente que estar con una corbata anudada al cuello todo la jornada no es lo más práctico. Sobre todo cuando llega el calor”, comenta.  También agrega que el estilo ha ido mutando con el tiempo y que esa asociación con el poder que la corbata ha tenido desde siempre ahora en nuevas tendencias para los dos sexos. “En la temporada que viene, en Italia, la corbata va a ser una tendencia en la moda femenina. Y eso tiene mucho que ver con las reivindicaciones que se vienen dando en materia de género”.

La masividad de la moda rápida. Según Juan Pablo Rivero, “la incorporación de marcas de moda muy masiva en los últimos años ha hecho que esté bueno incorporar una corbata copada o con otro diseño. La podés implementar y no te aleja de la formalidad que te pide determinada fuente de trabajo, además de que le das tu impronta” 

Señal política

Pero, a pesar de entrar dentro de tendencias futuras en los países europeos, los que saben coinciden que está siendo desplazada por la informalidad del mundo de hoy, pero no eliminada. 

Por ejemplo, la política, uno de sus hábitats por excelencia, de a poco se ha ido despojando de ella a través de situaciones puntuales que se convirtieron en mensajes poderosos contra determinados códigos del establishment contemporáneo.

Uno de estos sacudones se vivió en la Cámara de los Comunes del Parlamento inglés en junio de 2017, cuando por primera vez se permitió ingresar a sus miembros sin la característica tela anudada al cuello. La “revolución” la gestó un integrante del partido liberal demócrata, llamado Tom Brake. Tras el enojo de varios de los conservadores, el presidente de la cámara anunció algunas semanas más tarde que esa costumbre ancestral estaba oficialmente abolida.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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En el plano local, el gesto político vino de la mano de José Mujica, que en el día de su asunción se presentó con traje, con camisa, pero sin corbata. “El hecho que Mujica lo haya hecho le dio cierta informalidad a lugares donde había un protocolo, más que nada al ámbito presidencial. Desacartonó esa situación”, opina Muto, cuyo estudio fue el encargado de confeccionar la vestimenta del expresidente para el día en que asumió el mando de su período.

“Los líderes de opinión se caracterizan por interpretar tempranamente las necesidades de la sociedad y por estar en la avanzada de las transformaciones: no son ellos los que generan el cambio sino que, al captar las mutaciones de la sociedad, expresan esos cambios de manera visual”, argumenta sobre el tema Massonnier.

Pero todo este retroceso de la corbata enmarcado en ambientes que de a poco la van olvidando no significa que vaya a desaparecer. Sus virajes son parte de una moda ya acostumbrada a estos quiebres estéticos, a las resignificaciones y adaptaciones que se amoldan a cada época.

Como bien concluye Massonnier, la corbata es una prenda que seguirá estando y adquiriendo nuevos significados en las generaciones jóvenes, que encontrarán nuevos usos y una simbología propia a la que replegarse. “Son un toque de estilo a la vieja usanza, la recuperación de los clásicos con un espíritu nostálgico, actualizados con la estética de hoy. Excepto en algunas ocupaciones –que la imponen–, a nivel urbano la corbata no se vive como un ‘deber’ sino como un accesorio de moda”.

Y la moda no se elimina, no se suprime. Lo que cambian son las tendencias, que se transforman. Así como las corbatas, que parecen estar yéndose pero que, en realidad, seguirán allí para molestar a los quinceañeros que no sepan cómo hacer el nudo que los aleje definitivamente de la niñez.

 

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