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7 de febrero 2013 - 21:18hs

El gobernante Partido Popular (PP) de España mal puede sacarle el cuerpo al escándalo sobre manejo irregular de fondos partidarios, que salpica al presidente Mariano Rajoy. Las evidencias publicadas por los diarios El Mundo y El País sobre doble contabilidad y pagos de sobresueldos a jerarcas del PP solo han sido rebatidas por Rajoy y otros dirigentes con negativas orales, pero sin respaldo tangible de pruebas sobre la presunta falsedad de las acusaciones. Las irregularidades denunciadas, un grave lastre de desprestigio para el PP ahora y hacia el futuro, de confirmarse son inexcusables. Pero más que cambiar de caballo en medio de una correntada turbulenta, como reclama el opositor Partido Socialista Obrero Español (PSOE), es preciso una limpieza a fondo de la financiación de los partidos políticos.

La conveniencia de evitar el cambio de caballo fue asumida por la canciller alemana Angela Merkel. La jefa del gobierno de la potencia dominante en la Unión Europea (UE) se abstuvo de compartir la afirmación de Rajoy de que “las cosas que se me imputan son falsas”. Pero respaldó “con todas mis fuerzas” al presidente español y expresó confianza en que Rajoy encontrará la forma para salir del atolladero. Las cautelosas declaraciones de Merkel reflejan su convicción de que, pese a las denuncias, la endeble situación económica de España torna preferible que esa nación mantenga su gobierno actual.

España es actualmente el eslabón más débil en la cadena trabajosamente forjada por la UE para salir de la crisis recesiva en que se debate desde hace cuatro años. Con 5 millones de desempleados, algo más de la cuarta parte de la fuerza laboral, problemas en parte de su sistema bancario y un derrumbado mercado inmobiliario, las duras medidas de ajuste ya tomadas por el PP y las que se programan representan, junto con la ayuda financiera del Banco Central Europeo, el mejor camino para sacar a la economía del CTI. El PP desarrolla una política de austeridad fiscal que, aunque dolorosa para los españoles en el corto plazo, es el instrumento idóneo para que el país encuentre el camino para salir de la crisis.

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La alternativa es que Rajoy renuncie, como exige el líder del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, y se realicen nuevas elecciones en las que la oposición socialista tendría perspectivas de volver a gobernar, aprovechando una decaída popularidad del PP. Pero es un remedio que aparece como peor que la enfermedad. Primero, por lo que implica de incertidumbre en momentos superlativamente difíciles. Y segundo, porque los antecedentes de Rodríguez Zapatero no ayudan a esperar un mejor manejo de la cosa pública. La falta de controles y la renuencia a imponer impopulares medidas de orden fiscal cuando estalló la crisis financiera contribuyeron decisivamente a la actual fragilidad española.

Pero más allá de la conducción económica, lo importante es que los principales partidos políticos españoles realicen un cambio profundo en sus estructuras de financiamiento, que hoy favorecen escándalos como el actual. Y de esos errores no está exentos ninguno de los principales partidos españoles. Por un lado, la Justicia debe investigar el uso irregular de fondos partidarios. Pero más importante es entender cómo se pudieron generar esos fondos extracontables y establecer mecanismos para evitar que ello se repita en el futuro.

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