Ricardo Peirano

Ricardo Peirano

Llora por ti, Venezuela

Si el ataque a legisladores opositores por fuerzas paramilitares oficialistas ocurriera en cualquier otro país, más allá de comunicados habría también acciones concretas de las otras naciones de la región
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09 de julio de 2017 a las 05:00
Por más que el presidente venezolano Nicolás Maduro diga que condena "absolutamente" la intrusión en la sede de la Asamblea Nacional de paramilitares chavistas para agredir a diputados de la oposición y que nunca será "cómplice de ningún hecho de violencia", sus palabras se las lleva el viento, como el viento se llevó el pajarito que se le apareció poco después de la muerte de Chávez para darle mensajes del difunto.

Si condena "los hechos", debe encontrar y condenar a "los responsables de los mismos", que cometieron semejante atropello seguramente pensando que contaban con el apoyo tácito del gobierno. Y mientras no veamos ese juicio llevado a cabo por una justicia independiente y no por una mascarada chavista, y su sentencia ejecutoriada en su totalidad, al señor Maduro (me corrijo, a Maduro, porque de señor no tiene nada) no se le puede creer nada.

Pero olvidémonos de Venezuela por un momento. Pensemos que pasaría si en cualquier otro país de América del Sur, fuerzas paramilitares del gobierno de turno, ingresaran en la sede del Parlamento y golpearan a los legisladores de la oposición. Habría sí una reacción de la OEA, la Unasur, el Mercosur, en forma de comunicados de repudio.

Pero habría también acciones concretas contra el gobierno de dicho país para que garantizara el orden y la seguridad pública a TODOS los habitantes y, de modo especial, a los parlamentarios sesionando en su sede habitual, algo bastante fácil de garantizar. Habría llamado en consultas a sus embajadores (y los que no los tienen como es el caso de Uruguay por un capricho del gobierno en cuestión, llamarían aunque fuera al portero de la sede diplomática para pedirle que cuente lo ocurrido), habrían incluso comenzado a estudiar el retiro temporal de dichos embajadores y toda la lista de medidas que se suelen tomar en estos casos. Como hizo el gobierno de Venezuela con Uruguay durante la dictadura militar cuando se detuvo a una persona en los jardines de su sede diplomática.

Pero ante la gravedad de lo ocurrido, solo han salido comunicados de repudio. Parece que la capacidad de defensa de las instituciones está muy anestesiada entre los gobiernos de la región. Las preocupaciones económicas predominan sobre las políticas.

En cuanto a la próxima cumbre del Mercosur el 21 de julio en Mendoza, el presidente Vázquez dijo el miércoles 5 que el punto fundamental a tratar "es la posibilidad de lograr un Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea". "Es el punto central". La supervivencia de la democracia en Venezuela quedará para otra oportunidad, si es que queda. Al menos, en Uruguay, el gobierno se evitará un problema con el Plenario del Frente Amplio y probablemente con la bancada parlamentaria. Bancada que, por otra parte, si este episodio hubiera ocurrido en otro país que no fuera Venezuela, habría incendiado la pradera y convocado –con razón- a marchas y huelgas en protesta de lo ocurrido.

Pero Venezuela es Venezuela y Maduro es Maduro. Y como se oponen al "imperio" tienen licencia para hacer lo que quieran con la Constitución y con la Asamblea Nacional y con los derechos y libertades individuales. En cualquier momento, nos dicen que el atentando al parlamento venezolano se planificó hace años en Atlanta por agentes de la CIA, disfrazados de militantes bolivarianos, para desprestigiar a Maduro.

Solo se escuchan las voces preocupadas de la senadora Constanza Moreira por la creciente militarización de Venezuela y de su gobierno. No está mal orientada la dirigente de Casa Grande.
Pero, por lo demás, poco preocupación parece haber generado este incalificable atropello, al que aún uno de los máximos dirigentes chavistas como Diosdado Cabello quitó importancia. Como si fuera tan difícil custodiar el Parlamento.

Pero estos son los tiempos que corren. Los tiempos de la policía del pensamiento y del lenguaje políticamente correcto que ahogan la libertad de expresión aún en naciones donde rige el Estado de Derecho y los tiempos en que las instituciones republicanas se van desflecando por acción de los autócratas de turno y, sobre todo, por omisión de los republicanos de turno que vemos venir y dejamos pasar cosas como estas.

Después, será tarde para quejarse, cuando la institucionalidad, garantía de la libertad, vaya quedando por el camino casi sin que no demos cuenta. Por suerte todavía quedan personas con el coraje cívico de la Fiscal General de Venezuela Luisa Ortega que, acosada como nadie por el chavismo, nos está dando una estupenda lección de lo que implica cumplir con el deber hasta el final.

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