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Lontananza, un libro hecho de sueños rotos

Se reedita Lontananza, del mexicano David Toscana, un libro de relatos que destaca por su contundencia y su visión agridulce de una realidad hecha de sueños agrietados
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18 de agosto de 2019 a las 05:00

Hay un manual no escrito de reglas y consejos para escritores, que se transmite de generación en generación, que incluye entre sus puntos principales no revelar en lo posible las preferencias literarias del autor y, sobre todo, no decir nunca el nombre de ese colega fundamental al que se imita, se sigue o se venera. El caso de Juan Carlos Onetti declarando su amor por William Faulkner fue uno de esos errores garrafales del que muchos tomaron nota. La comparación y la acusación nunca cesarán. 

Esto, sin embargo, nunca le importó al escritor mexicano David Toscana, que desde sus inicios declaró su afecto por el autor de La vida breve y que en Lontananza, el libro que ahora se reedita, deja plasmada esa admiración con un puñado de relatos de gran calidad que recuerdan al uruguayo en su tono y preferencia por describir la vida de los peores perdedores: aquellos que fracasaron o renunciaron a sus sueños ante el peso de una realidad grotesca y brutal, que se alimenta siempre de la amargura.

La comparación llega hasta allí, porque si bien los temas son parecidos, la escritura difiere radicalmente. Nada de párrafos largos de hermosa cadencia, nada de ir revelando poco a poco los detalles, como hacía Onetti. Toscana escribe más como Rulfo: es breve, seco, no da vueltas, como un tiro directo al pecho.

Los nueve cuentos que componen el libro son muy buenos, lo que ya es mucho decir. El autor, de una u otra manera, hace que todos sus personajes pasen por el bar Lontananza, un antro regenteado por Odilón, un viejo que por sus mañas y poder de observación recuerda a aquel otro que atendía el mostrador en Los adioses.

En Bienvenido a casa, el primer relato, Toscana ya muestra todo lo que vendrá a continuación y su gran talento para narrar una escena desde varias perspectivas. Un hombre que acaba de ser despedido después de veinte años trabajando en una empresa, le oculta lo sucedido a su mujer durante unas horas para ir al bar a reunirse con sus amigos y ser, al fin, el centro de atención, aunque sea desde la desgracia. 

En Un poeta local, el protagonista, que es experto en crear versos para conmemorar fechas patrias, decide dar el salto y estudiar para mejorar su arte, pero descubre que el verso rimado ya desapareció a favor de la prosa libre. Como carece de imaginación, se instala en el bar con un cartel donde solicita ideas para escribir cuentos.

La Brocha Gorda es una maravilla que en pocas páginas muestra la rutina desesperada del propietario de una tienda en decadencia. Toscana logra que el lector sienta el peso de los años invertidos en sostener un proyecto inviable y que se parta el corazón cuando el propietario se sienta frente a su tienda a mirarla con unos ojos que más que una fachada desvencijada ven un sueño que se descascara día a día.

Igual de bueno es Millonarios, donde un amigo le recomienda a otro que compre un determinado número de lotería. Aquí, como en varios de los relatos, destaca una técnica de Toscana que es arrancar por un personaje, hacerle creer al lector que es el protagonista principal de la historia, para a medio camino cambiar de actor y llevar el peso de la trama al otro personaje, hasta ese momento secundario. Que la clave del cuento sea que el número no salga premiado, es una hazaña narrativa.

El heredero, de lo mejor del libro, muestra como un empleado espera pacientemente pero de forma maquiavélica quedarse con el bar de su patrón. Años de sacrificio, desprecio y aguantar lo que venga, en pos de apropiarse de un sueño ajeno. 

En Derrumbes dos exestudiantes de abogacía lamentan entre cerveza y cerveza, haber perdido su juventud y su futuro, al mismo tiempo. En El nuevo, un hombre enloquece ante la perspectiva de que un nuevo empleado pueda sacarle el puesto rutinario y aburrido que tiene, pero que es suyo y de nadie más. En Verónica, un amigo que se fue a vivir a Estados Unidos regresa a su pueblo natal para pasear en su Camaro con los compinches de toda la vida. La oscura noche que les espera es también un reflejo del costo que puede tener alcanzar un sueño.

Lontananza es un gran libro y un ejemplo más de que parecido no es lo mismo. 

 

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