Gabriel Pereyra

Gabriel Pereyra

Columnista

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Los babysitters de los liceos

El discurso gremial tiende a minimizar el papel de contención social que aún hoy es el lugar de estudio
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02 de septiembre de 2015 a las 09:57

Hace un tiempo, en una charla sobre comunicación en San Pablo, un médico propuso que la medicina saliera del área científica y pasara a la humanística. Decía que los pacientes no saben cuándo un médico actúa bien o mal, y que si confían en él es más por razones que tienen que ver con lo humano que con lo técnico. Se confía mirándole la cara al médico, no escuchando su diagnóstico.

Con esto del conflicto en la educación parece que se ha convertido en algo desdoroso aludir a que los docentes cumplen también un papel de cuidadores, de babysitter como les gusta decir a algunos. ¿Acaso la maestra no es nuestra segunda madre? De hecho, atendiendo a que los peores estudiantes son los que más se dedican a la docencia, estaba convencido de que ese papel de cuidadores, de contenedores de situaciones a veces límite, era lo mejor que hacían. Pero decir esto parece que es agredir, sobre todo a aquellos docentes que pueden hacer gala de su formación y conocimientos.

Yo diría que en algunas zonas es más importante que el docente esté en su lugar de trabajo para no generarle un problema a una familia pobre, que las ecuaciones que intentará enseñarle después. Uno de cada cuatro niños vive en hogares monoparentales. Seis mil abandonan cada año los estudios. Querámoslos un poco más a ver si no se van.

He informado de las situaciones en que se encuentran los docentes en el aula y cómo actúan, ya no como educadores, sino como médicos, psicólogos, sociólogos. Como buena gente. Esto los enaltece más que otra cosa.

Cuando dejo a mi hijo en el colegio supongo que le van a enseñar ciertos rudimentos para manejarse en la vida, pero también pago por un ambiente amigable, por quedarme con la tranquilidad que lo dejé con alguien que lo va a respetar, que lo va a cuidar, que lo va a ayudar a hacer amigos. Esas cosas que, mientras las ecuaciones se pierden en la memoria, permanecen con uno y forjan una personalidad a lo largo del tiempo.

Los docentes, o los delegados de los gremios docentes, deberían incorporar en su discurso esta dimensión de su trabajo. Lo que hacen ciertas segundas madres en algunos barrios es digno de destacar, no de ser ocultado. Pero para algunos gremialistas, y también para muchos docentes, esto es como un insulto. "El obrero tiene más necesidad de respeto que de pan", decía el filósofo alemán Karl Marx. Ya que enseñando no están alcanzando niveles mínimos de aceptación, los docentes deberían ensalzar un poco más su papel en el terreno humano. Será además otro elemento a poner sobre la mesa para poder salir de esta situación salarial a la que llegaron con la anuencia o desidia de los gobiernos y sus votantes.

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