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Los desafíos del 2019

El año nuevo estará colmado de retos y desafíos para el gobierno, que deberá tratar problemas económicos, de seguridad, de educación y fiscales además de tener que afrontar el año electoral
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06 de enero de 2019 a las 05:00

El 2019 trae para Uruguay muchos desafíos. Los mismos que ya traía el 2018, alguno más porque es muy poco lo que se ha avanzando en este año. Incluso en algunos temas se ha retrocedido. Y, además, es año electoral que concentra toda la atención del gobierno y de la oposición.

El 2018 marcó un año de enlentecimiento económico, inflación por fuera del rango, deuda creciente, desempleo creciente, déficit fiscal estancado en torno al 4% del PIB (aunque contablemente el efecto de los “cincuentones” lo haga “descender” en un punto del producto), pérdida de 10 mil puestos de trabajo. En materia de seguridad las cifras son para llorar: los homicidios han continuado aumentando y ahora se ubican en 11,2 cada 100 mil habitantes y estamos por encima de Argentina, Chile, Paraguay, Bolivia. Las rapiñas han crecido más de 50% en el primer semestre del año y no porque ahora haya más denuncias como sugiere el Ministerio del Interior.

El tercer problema sobre el que poco y nada se ha avanzado es el de la educación. Después de la buena intención inicial del gobierno para cambiar el ADN de la educación pública, cuando se topó con la oposición del Codicen arrió banderas y decidió dejar el problema para el próximo gobierno. Claro: los problemas de la educación no se perciben cotidianamente como la basura en la ciudad, y se puede convivir con un alarmante descenso de la calidad educativa. El problema se va notando de a poco y cuando queramos reaccionar ya será muy tarde porque cuesta 20 o 30 años recuperar las generaciones perdidas. Eso no afectará a este gobierno pero sí va a hipotecar las posibilidades de los gobiernos futuros y de las generaciones futuras y de la inversión futura. En una palabra, la inacción en educación, donde solo se salva el proyecto de la UTEC, es expropiar el futuro de nuestro país. Claro que serán otros los que tengan que pagar la expropiación.
Lo más preocupante de todo este panorama es que mientras nos deslizamos a toda velocidad por el año electoral, los problemas de fondo, los desafíos económicos y sociales que el país tiene por delante, y cada vez más acuciantes, van a quedar por el camino.
La situación fiscal, por ejemplo, no admite la menor demora.

Lo advirtieron las calificadoras, lo advirtió el FMI, lo advierte cualquiera que mire los números de crecimiento de la deuda pública con objetividad. Lo ha dicho el propio ministro Astori: la principal preocupación es el déficit fiscal. No se puede esperar al gobierno que asuma en 2020, que recién podrá implementar medidas a mediados de ese año. 
Después está el tema de la seguridad social que requerirá un consenso que este gobierno ya no puede conseguir. Y está la reforma de las relaciones laborales para volver a equilibrar la balanza y para quitarle miedo, como dice el economista Juan Manuel Rodríguez de la UCU, a la expresión “flexibilidad laboral” y empezar a pensar ya los empleos del futuro: en los que se perderán y en los que se crearán.
Y la seguridad es otro tema que no admite la menor demora.

El gobierno ha ampliado el número de policías, les ha mejorado la remuneración, tienen mejor armamento y supuestamente están mejor entrenados. Sin embargo, el delito sigue en aumento. A esta altura del gobierno, hablar del cambio del ministro del Interior no sé si tiene sentido aunque indudablemente el desgaste es muy grande y la percepción de la población no es buena. Lo que sí tendría sentido es cambiar políticas y dar señales de esos cambios. Hay que mostrar sensibilidad ante la población cuando hay hechos que conmueven a la opinión pública y no escudarse en una enorme distancia, frialdad y hasta desdén por las víctimas del delito como si fueran culpables por estar descuidados o por reaccionar. Hay que reconocer errores. Hay que mostrar empatía.

Lo que experimentó esta semana un jugador de fútbol –hurto en su casa mientras él se encontraba fuera con su esposa e hija– es algo muy habitual. Lo que molesta e indigna es la falta de respuesta del 911, la escasa respuesta de la seccional 14 que se amparaba en la falta de móviles para acompañar al joven desvalijado que no sabía si era seguro entrar en su casa. Una cosa es que a uno le roben. Otra más grave, es no encontrar apoyo en la autoridad. Y si la falta de apoyo es porque la seccional estaba desbordaba por denuncia de robos, es una muy mala señal. Una señal que desde el gobierno debe combatirse con mayor presencia de efectivos pero sobre todo con la presencia pública de las máximas autoridades. Una puede estar mal, pero si siente una mano tendida y unas palabras de comprensión, lleva mejor el trago. Y eso está al alcance de cualquier gobierno. En tiempo electoral y en tiempo no electoral.
El 2019 no será fácil. Pero si el gobierno empatiza de veras con la lo que a la gente le preocupa que es la seguridad, si no deja pasar el año sin adoptar medidas que ataquen el problema fiscal, si procura mejorar el clima de inversión, si está atento a los movimientos en Brasil, puede hacerlo un año más llevadero. Y dejar menos problemas al gobierno que venga en 2020, sea del palo que sea. 

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