<div>El puerto de Montevideo a fines del siglo XIX</div><div><br></div>
Miguel Arregui

Miguel Arregui

Milongas y Obsesiones > MILONGAS Y OBSESIONES/ M. ARREGUI

Los dudosos beneficios de la guerra y la depresión de los '20

Una historia del dinero en Uruguay (XIV)
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10 de enero de 2018 a las 05:00

Existe la creencia de que las dos grandes guerras mundiales de la primera mitad del siglo XX favorecieron a la economía uruguaya, pero ello no es totalmente preciso. Por el contrario, durante buena parte de esos conflictos la escasez de barcos para transportar las materias primas producidas en el país, y la imposibilidad de importar recursos básicos para la precaria industria nacional, generaron profundas dificultades económicas y abruptos cambios en los modos de vida.

Fueron tiempos de construcción con vigas de madera y muros portantes, por la escasez de hierro, y de vehículos a gasógeno, un sistema aparatoso en base a leña debido a la falta de combustibles.

Durante la Gran Guerra, o Primera Guerra Mundial, que se extendió entre 1914 y 1918, los precios de las materias primas exportadas por Uruguay más que se duplicaron, pero el volumen colocado cayó hasta bien entrado el conflicto.

"Entre 1911 y 1930, las exportaciones tienen dos ciclos bien marcados", señaló el economista y político Héctor Tajam en su ensayo "El sector externo en el Uruguay 1911-1930" (Instituto de Economía, Facultad de Ciencias Económicas, Udelar, 2000). "En el primero, 1913-1918, las exportaciones descendieron en volumen a una tasa anual del 1% mientras los precios aumentaron a un ritmo del 17% anual; en el segundo, 1918-1930, los términos se invierten, el volumen exportado aumenta al 2% anual mientras que los precios bajan un 7,5% anual. En el segundo período son los volúmenes los que explican, a partir de 1922, el crecimiento del valor exportado, aprovechando la continuidad al alza de la demanda externa".

Las exportaciones y los clientes de Uruguay

Por esos años los principales bienes de exportación eran las lanas sucias y las carnes congeladas y enfriadas. La era de los frigoríficos, recién iniciada, redujo la importancia de las ventas de tasajo, comprado tradicionalmente por Brasil y Cuba, para satisfacer hábitos alimenticios tradicionales. Uruguay también era un gran exportador de cueros vacunos y de una amplia variedad de conservas, entre ellas el extracto de carne y el corned beef (carne vacuna picada, cocida, prensada y enlatada).

Latas de corned beef "Fray Bentos", producidas hasta 1924 por el frigorífico Liebig's y luego por el Anglo, se aprecian, como objetos muy característicos de época, en filmes como Galípoli (1981), que transcurre en la Gran Guerra, y El paciente inglés (1996), ambientado en la Segunda Guerra Mundial.

Los principales clientes de las exportaciones uruguayas durante las primeras décadas del siglo XX fueron Gran Bretaña, Francia, Alemania, Bélgica, Italia y Estados Unidos, además de Argentina y Brasil. Los principales proveedores eran Gran Bretaña, Estados Unidos, Argentina y Brasil.

Octavio Morató, un empresario de amplia cultura que fue gerente general del Banco de la República, hermano de propietario de la legendaria estancia El Buen Retiro, en el límite entre Río Negro y Paysandú, en un libro de memorias resumió la situación de inicios de la Gran Guerra de la siguiente manera: "Una importación limitadísima por falta de artículos manufacturados en Europa, dificultad de embarques, costo exagerado de fletes, etc., y una exportación, aunque en descenso en cuanto a la cantidad, cada vez más remunerativa".

La prosperidad basada en las exportaciones se retomó en los años finales de las dos guerras mundiales, después que los aliados anglo-estadounidenses lograran el control del océano Atlántico y alejaran la amenaza de los submarinos alemanes; y que la producción de barcos se incrementara en forma considerable. El restablecimiento parcial de los fletes fue de la mano con excelentes precios.

Inmigrantes Europeos
Inmigrantes europeos a su arribo a Uruguay.
Inmigrantes europeos a su arribo a Uruguay.

La depresión de postguerra

El costo de la Gran Guerra, o Primera Guerra Mundial, hundió económica, política y moralmente a varios de los países participantes, que ya no regresaron a una disciplina monetaria estricta ni a la convertibilidad de sus papeles en oro, salvo Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos y pocos más, que lo hicieron por algunos años.

En el período de posguerra se incubaron las más altas pasiones ideológicas y nacionalistas, desde la Rusia soviética a la Italia fascista, pasando por la República de Weimar, además de grandes crisis económicas.

Fue un preámbulo adecuado para un conflicto aún mayor: la Segunda Guerra Mundial.

Durante la guerra y los años inmediatamente posteriores, Uruguay tuvo una "inflación importada" —por el abundante ingreso de capitales y por los excelentes precios de sus exportaciones—, que a veces se acercó a dos dígitos, con un pico de 15,2% en 1920. Por lo tanto las tasas de interés se volvieron negativas (por debajo de la inflación) y el crédito privado aumentó en gran forma.

Pero después de 1918, cuando aún gobernaba el salteño Feliciano Viera, los precios internacionales cayeron, muchas empresas no pudieron devolver sus créditos. Uruguay se metió en una grave crisis financiera y bancaria que se extendió entre 1920 y 1923, ya durante la Presidencia de Baltasar Brum, un hombre criado en el campo, en el actual departamento de Artigas, que entonces era parte de Salto.

Las exportaciones menguaron y el peso uruguayo se desvalorizó hasta 40% ante el dólar, que llegó a costar 1,47 pesos, muy lejos de la paridad histórica de 1,034. La recuperación económica posterior dejó a ambas monedas de nuevo casi a la par, hasta fines de la década de 1920, cuando otra vez el peso comenzó a depreciarse.

También hubo deflación: los precios, en promedio, cayeron durante 1921 (-5,6%), 1922 (-8) y 1923 (-4,4).

En ese caso, como en muchos otros, la deflación es consecuencia de la falta de vitalidad económica y de la aguda depresión de la demanda (en tanto los gobiernos no caigan en la tentación de imprimir más moneda con fines "reactivadores").

Otro fenómeno de deflación ocurrió en Gran Bretaña a mediados de la década de 1920, cuando Winston Churchill era ministro de Hacienda (chancellor of the Exchequer). Él impuso una política monetaria contractiva para barrer los excesos de emisión que se habían hecho con fines militares y así regresar a la paridad de antes de la Gran Guerra: 4,86 dólares por libra, pero a cambio provocó una recesión. John Maynard Keynes, un brillante intelectual liberal que sería muy influyente en las décadas siguientes, lo atacó con una serie de artículos periodísticos. Keynes se había hecho célebre con un libro de 1919, "Las consecuencias económicas de la paz", en el que vaticinó que la paz cartaginesa impuesta en el tratado de Versalles provocaría el revanchismo alemán y una segura próxima guerra. Entonces sus críticas periodísticas a la política monetaria de Churchill fueron reunidas en 1925 en un libro titulado "Las consecuencias económicas del Sr. Churchill".

(Winston Churchill, que no era menos ingenioso, respondería después con un chiste: "Si usted pone dos economistas en una habitación, obtendrá dos opiniones diferentes; a menos que uno de ellos sea lord Keynes, en cuyo caso usted tendrá invariablemente tres opiniones bastante diferentes").

La depresión de posguerra contribuyó a hundir a los países europeos derrotados, como Alemania y Austria. Estaban en quiebra y recurrieron a enormes emisiones de billetes para cubrir los agujeros de sus presupuestos. Así, entre 1921 y 1923, ambos países sufrieron una inflación con picos anualizados de 56.000.000.000%. La inflación enloqueció a las personas, que se sacaban el dinero de encima lo más rápido posible. Finalmente la economía se desmonetizó: regresó a la era del trueque (ver el capítulo I de esta serie).

El novelista Arthur Koestler, quien entonces era un adolescente que vivía en Austria con sus padres, narró en sus magníficas memorias: "De ese sabat de las brujas, que destruyó para siempre el cuerpo y el alma de la clase media centroeuropea, surgieron los vapores de las ideologías totalitarias: era el principio del fin para la vida civilizada junto al Danubio y al este del Rin".

Frigorifico Anglo
Producción de conservas en el frigorífico Anglo de Fray Bentos.
Producción de conservas en el frigorífico Anglo de Fray Bentos.


El Uruguay feliz

Al finalizar la Gran Guerra, y como consecuencia de los grandes cambios geopolíticos producidos (reducción del territorio alemán, desmembramiento de los imperios austro-húngaro y turco, gestación de nuevas naciones en Europa central y repartos territoriales en Asia y África), Uruguay absorbió una fuerte oleada de inmigrantes europeos, especialmente alemanes, judíos del este del continente y eslavos, pero también turcos, árabes y armenios, lo que alteró de manera bastante significativa su composición social.

Como resultado directo de la guerra arribaron unos 105.000 extranjeros, que equivalían a casi 10% de la población uruguaya de entonces.

El actual flujo de inmigrantes latinoamericanos (venezolanos, dominicanos y cubanos, además de los habituales argentinos y brasileños) es insignificante comparado con aquella oleada.


En 1916 el Banco República emitió por primera vez una moneda con la efigie de José Artigas. Valía 50 centésimos de peso. La imagen se basaba en una obra del escultor Bernardo Michelena, que mostraba al héroe nacional en la ancianidad, según el dibujo a carbonilla que le hiciera en Paraguay el médico francés Alfred Demersay a fines de 1846 o inicios de 1847, el único retrato en vivo conocido. Luego la imagen de ese Artigas anciano fue sustituido por otra hecha por Juan Manuel Blanes, que lo exponía más joven, similar a la que hasta hoy se utiliza en las monedas de cinco y diez pesos. Desde entonces la representación de José Artigas se volvió habitual en las monedas y billetes uruguayos.

Si la moneda efectivamente tiene algo que ver con la nación y la soberanía, ambos conceptos serían terriblemente devaluados en las décadas siguientes, cuando los gobernantes del país, depositarios de la confianza nacional, no estuvieron a la altura.

Próxima nota: El control de cambios y las tendencias burocráticas y totalitarias

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