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Los jóvenes aceptan la equidad de género, pero siguen sin realizar tareas del hogar

Las mujeres pasan alrededor de una hora más al día haciendo quehaceres, a diferencia de los hombres, y una hora más cuidando a los hijos
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17 de febrero de 2020 a las 05:00

Claire Cain Miller

 

Actualmente, los hombres jóvenes se han vuelto mucho más abiertos en cuanto a los roles de género. Eso se nota en su actitud respecto de los pronombres, la política y los deportes. Sin embargo, en un aspecto, el cambio ha sido mínimo. Se están aferrando a perspectivas tradicionales acerca de quién hace qué en casa.

Una nueva encuesta de Gallup halló que, entre las parejas heterosexuales, no es más probable que dividan la mayoría de los quehaceres del hogar de manera equitativa las personas de entre 18 a 34 años que las parejas mayores. Además, un estudio de sociología publicado el mes pasado halló que, cuando les preguntaron a los estudiantes de último año de preparatoria cuál sería su arreglo familiar ideal con niños pequeños, casi un cuarto dijo que el hombre debía trabajar de tiempo completo y la mujer quedarse en casa, un porcentaje más grande que el de cualquier otro arreglo deseado.

El hecho de que la vida doméstica no se vea tan diferente que la de hace un siglo sorprende a los investigadores, porque en la mayoría de los demás aspectos, las actitudes sobre los roles de género han cambiado mucho. Ahora hay casi un apoyo universal para que las mujeres vayan tras carreras profesionales o puestos políticos. Las mujeres obtienen más oportunidades educativas que los hombres. Y los jóvenes son mucho más abiertos con la gente que no se identifica como hombre ni mujer.

Ambos estudios nuevos se basaron en encuestas que se han repetido con el tiempo y muestran que las mujeres ahora hacen un poco menos quehaceres y cuidan un poco menos a los niños, y los hombres hacen un poco más. No obstante, una brecha importante sigue existiendo: las mujeres pasan alrededor de una hora más al día haciendo quehaceres, a diferencia de los hombres, y una hora más cuidando a los hijos, según muestran otras investigaciones.

La disparidad afecta otros aspectos de la equidad de las mujeres: el tiempo adicional que las mujeres pasan realizando labores domésticas, sobre todo en relación con los niños, es una causa principal de las brechas de género en los sueldos y los ascensos en el trabajo.

“Si los jóvenes ni siquiera pueden imaginar un modelo de cómo se podría organizar el tiempo de los hombres en casa, eso es una prueba de que nuestras creencias sobre el género son verdaderamente duraderas y están muy arraigadas”, dijo Joanna Pepin, una socióloga de la Universidad de Texas en Austin y autora del estudio publicado hace poco, con Brittany Dernberger, doctoranda de Sociología en la Universidad de Maryland. “Esa es otra cosa más que obstaculiza el cambio social”.

Los investigadores tienen distintas ideas de por qué la división de labores en casa ha cambiado de manera tan lenta, a pesar de los beneficios que han obtenido las mujeres en otros aspectos. Una de las explicaciones más sencillas es que los hombres quizá se sientan felices de tener una pareja que aporte dinero, pero no de hacer más quehaceres ellos.

La crianza intensiva —maximizar el tiempo que pasamos conviviendo con los niños y enseñándoles cosas— también se ha vuelto la norma. Las madres que trabajan actualmente pasan la misma cantidad de tiempo realizando actividades con sus hijos que las madres que se quedaban en casa en la década de 1970. Al mismo tiempo, muchos empleos exigen más horas poco flexibles de trabajo. (Sin embargo, los padres de ambos sexos en general hacen menos quehaceres en el hogar: alrededor de ocho horas menos cada semana de lo que se hacía en la década de 1960).

Estados Unidos no tiene ninguna de las políticas nacionales que permiten un mejor equilibrio entre el trabajo y la familia en otros países, como la licencia familiar remunerada o el nivel prescolar público.

Las normas sobre lo que se supone que los hombres deben hacer también tienen un efecto, señalaron los investigadores, las cuales se inculcan desde la infancia, cuando los niños tienen menos quehaceres que las niñas. La masculinidad está fuertemente vinculada con ganar ingresos y evitar cosas que se consideren femeninas. Los estudios han mostrado que los hombres se pueden sentir amenazados si sus esposas ganan más que ellos y que, para compensarlo, los que se sienten así quizá hagan incluso menos quehaceres.

“Ser un buen hombre implica tener empleo”, dijo Sarah Thébaud, socióloga de la Universidad de California, campus Santa Barbara. “Eso no significa que no quieran participar, pues sí lo hacen. Sin embargo, el problema es que nos estamos enfrentando a creencias prescriptivas sobre el género”.

Los autores del nuevo estudio sociológico sugirieron otra explicación: la incertidumbre económica. Mucha gente joven enfrenta inestabilidad en el empleo, deudas estudiantiles y costos en aumento de vivienda y cuidado de los hijos. Quizá las familias jóvenes están abiertas a la equidad de las mujeres afuera del hogar porque necesitan un segundo ingreso, dijeron, pero sus actitudes respecto de los roles de género en realidad no han evolucionado tanto.

O quizá quieran que uno de los progenitores esté en casa con los niños pequeños porque adoptan la crianza intensiva. Las preocupaciones financieras también son un factor, como pensar que ya no es una apuesta segura que a los hijos les irá tan bien como a sus padres. Eso podría explicar por qué el tiempo que pasan los hombres cuidando a los hijos ha aumentado más que el tiempo que pasan realizando quehaceres domésticos, dijeron los investigadores.

Su estudio, que fue publicado en la revista Sociological Science, se basó en una encuesta nacional llamada Monitoring the Future (monitoreando el futuro), realizada cada año a estudiantes de último año de preparatoria. Los investigadores analizaron datos de 1976 a 2014, incluyendo a 75.573 alumnos de doceavo grado, entre 2000 y 4000 personas al año. Se enfocaron en una pregunta con la que les pedían a los encuestados que imaginaran un futuro en el que estaban casados (se suponía que con alguien del sexo opuesto), con hijos de edad prescolar, y que clasificaran varias formas de organización laboral y de cuidado de los hijos.

En todos los años de la encuesta, el porcentaje más grande de encuestados señaló que la forma de organización más deseable era que los hombres trabajaran de tiempo completo y las mujeres se quedaran en casa. En 2014, el once por ciento dijo que lo más deseable era que ambos padres trabajaran de tiempo completo, un aumento del cuatro por ciento en comparación con 1976. La mayoría dijo que era poco aceptable que el padre se quedara en casa.

Los jóvenes se han vuelto cada vez más abiertos con el tiempo ante la idea de que las mujeres trabajen: el porcentaje que prefería tener una familia con una madre que se quede en casa era del 23 por ciento en 2014, una reducción en comparación con el 44 por ciento de 1976, y aumentó el porcentaje de encuestados que dijeron que esa forma de organización era inaceptable. Además, se ha vuelto mucho más probable que digan que son aceptables las opciones alternativas, como que un padre trabaje de tiempo parcial y el otro de tiempo completo, o que ambos trabajen de tiempo completo.

El cambio más grande se ha vivido entre los hombres blancos, pues ahora alrededor de uno de cada seis dice que prefiere una forma de organización tradicional, mientras que en 1976 la mayoría dijo eso. La deseabilidad de la crianza intensiva ha aumentado para todos, sobre todo las mujeres blancas. A lo largo de los años, las mujeres negras han sido las que más han estado a favor de las formas de organización en las que ambos padres aportan dinero.

Ha sido más probable que los jóvenes cuyas madres trabajan de tiempo completo quieran una forma de organización similar. Quienes asisten a servicios religiosos semanalmente o que viven en el sur se han mostrado menos abiertos respecto de las mujeres que trabajan de tiempo completo. Esos patrones no han cambiado con los años.

En la encuesta de Gallup no se les preguntó a las personas cómo querían dividir los quehaceres; quizá estaban satisfechos con esa forma de organización. No es realista ni eficiente dividir de manera equitativa los quehaceres. Y no siempre se basa en el género: las investigaciones sobre las parejas del mismo sexo han mostrado que una sola persona suele hacer más en casa y menos en el trabajo en cuanto tienen hijos.

Sin embargo, en las parejas heterosexuales, es muy frecuente que la mujer haga la mayor parte de los deberes domésticos, sobre todo con relación con los hijos, aunque tenga una carrera. Hacer que las relaciones sean más equitativas dentro del hogar podría tener efectos de gran alcance afuera de este también.

En una foto proporcionada por la Biblioteca del Congreso, de manera sorprendente, las parejas jóvenes no son mucho más igualitarias al dividir los quehaceres del hogar de lo que eran hace tres cuartos de siglo.

 

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