Opinión > EDITORIAL

Los policías no son superhéroes

Es necesario que el tema de la seguridad sea encarado con la responsabilidad que merece
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18 de junio de 2019 a las 05:01

Nuevamente el director de la Policía Nacional, Mario Layera, sacude el avispero y entona un canto desesperado ante el avance constante de la delincuencia en Uruguay.

En declaraciones realizadas el domingo al matutino El País reafirmó una vez más la incapacidad de las fuerzas policiales de revertir la presente situación de inseguridad constatadas por datos alarmantes. Según las últimas cifras publicadas por el Ministerio del Interior, en 2018 las rapiñas subieron 53,8% y los homicidios 45,8% en comparación con el año anterior.

“Es difícil imaginarnos que podamos revertir esta situación, es difícil que podamos contener y bajar la tendencia; lo más difícil de todo es hacerlo en cinco años”, sostuvo Layera, quien intimó a los precandidatos a la presidencia de la República “a proponer políticas a largo plazo.

Tenemos que trabajar hoy para que dentro de 30 años no ocurra lo que está ocurriendo hoy”.

Lo peor de las declaraciones de Layera es la sensación de derrota que transmiten sus palabras y la señal de agotamiento y vulnerabilidad del cuerpo policial en tiempos en que la delincuencia se fortalece sin pausa, tanto en poder de fuego como en despliegue territorial e inteligencia. 

Si el principal policía de carrera en ejercicio tiene una visión tan pesimista de la situación es justo preguntarse si el problema es suyo o de las políticas aplicadas en los últimos 15 años que, a todas luces, fracasaron. 

En la última década el Ministerio del Interior percibió incrementos sustanciales de su prepuesto. Sus jerarcas, además de apoyo político, tuvieron continuidad. La Policía mejoró su equipamiento como nunca en su historia. Sin embargo, el crimen avanza y la inseguridad campea. 

En este escenario terrible Layera cuestionó la ley orgánica policial que data de 1971 que indica que se es policía las 24 horas del día en cualquier parte del territorio nacional. Explicó que para él esta ley esclaviza al policía. En los últimos meses han sido asesinados varios policías vestidos de civil o realizando trabajos fuera de horario. Estamos viviendo un drama nacional. Tiene razón cuando dice que los policías no son superhéroes. Entonces entra el tema del salario, de la función, de la vivienda, de la salud psíquica de los funcionarios. 

Un sabor amargo queda en la opinión pública cada vez que Layera abre la boca y con honestidad brutal desnuda uno de los grandes problemas que deberá enfrentar el próximo gobierno sea del partido que sea. 

Todos los precandidatos deberían hacer un esfuerzo conjunto para alcanzar –como en la educación– un gran acuerdo nacional para enfrentar con decisión el problema de la seguridad pública. 

Si nos guiamos por las proyecciones de Layera –llegó a decir que íbamos rumbo a ser un país centroamericano en materia de seguridad– ni el diagnóstico ni la solución deberían tener dobles interpretaciones. Urge que los políticos asuman el problema de la policía como una catástrofe y acuerden soluciones para el corto, mediano y largo plazo. No hay Estado que pueda sostenerse de no encarar de frente y con conciencia republicana un problema de tal envergadura. 

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