“Al tener aquel cuaderno en las manos por primera vez, sentí algo parecido a un placer físico, una súbita, incomprensible oleada de bienestar”, La noche del oráculo, de Paul Auster
Definitivamente hay una energía especial. Es una incisión en el mundo físico, algo tangible que sale de los dedos y se vuelca en otro plano. Escribir a mano puede sentirse necesariamente mundano, pero la acción está cargada de simbolismo e intención. ¿Por qué, si no, los apuntes de los grandes escritores son tan venerados y se subastan a precios exorbitantes? ¿O por qué las ediciones especiales cargan con páginas y páginas de anotaciones manuscritas? En el universo de la escritura, la digitalización ha propiciado que la acción de escribir a mano se convierta en un fetiche, que raya casi en una obsesión. Y estos doce escritores –de acá y de allá, jóvenes y viejos– demuestran que aunque esa obsesión muta de acuerdo a los intereses y características propias, es universal, transgeneracional y, al parecer, inmortal.
Poeta uruguaya. Ganadora del Premio Cervantes en 2019.
Tengo algunas libretas. Algunas están inutilizadas y guardadas en un cajón. Quedan por ahí. Ideas nunca anoto, podré anotar un verso o algo que no tenga nada que ver con el tema. No tengo una categoría para anotar. Pero en general uso la computadora. De todas formas no soy sistemática para nada, así que puedo anotar cosas por ahí o por allá. Hace un rato anoté algo en un libro espantoso que tenía mucho papel en blanco, y como era lo único que tenía a mano lo utilicé. Para el caso, la prueba al canto. No he eliminado la escritura manuscrita; al contrario, el uso de la mano me cae muy bien.
Escritora uruguaya. Obras: Carne viva; Seres queridos
No salgo de casa sin uno de mis cuadernos. Hago notas todo el tiempo, de cosas que observo, de ideas que estoy rondando, de lo que escucho o leo por ahí. Y todas esas notas en algún momento me sirven, aunque no tengo ningún sistema. Más que preferencia, lo mío con la elección de los cuadernos está al borde de la manía. Mis elegidos son unos cuadernos de espiral, rayados (con renglones muy finitos y sin márgenes) de una marca argentina que ya tiene muchos años (Meridiano). Como ya no se consiguen tan fácil, cuando los veo en alguna librería compro de a dos o tres, para asegurarme un buen stock. Tengo todos los cuadernos guardados. En algunos están las primeras versiones de mis cuentos, en otros, notas sueltas o apuntes para mis clases. Y en cada uno, la promesa de lo que escribiré a continuación, aunque el apunte tenga años esperando que le preste atención.
Escritora uruguaya. Obras: Cordón Soho; Escrito en Super 8
Me gusta mucho escribir a mano, y las libretas son objetos que están presentes siempre. Al lado de la computadora siempre hay un par. Por alguna razón las ideas fluyen mejor así, del cerebro a la mano, de la mano al papel. Ahí dejo ideas sueltas, frases, descripción de personajes, cosas que no me quiero olvidar. Soy bastante quisquillosa. Me gustan las sin renglones, con tapa dura. Que el papel absorba bien la tinta, que tenga buen gramaje y cierta textura. El tamaño puede variar, pero las mejores son las que no son ni muy chiquitas ni muy grandes. Que tengan diseños lindos es un plus, pero las suelo elegir también por eso.
Tengo un estante solo de libretas viejas y de otras sin estrenar. Ahí también guardo diarios de viaje y de vacaciones. Algunas veces las reviso, siempre me acuerdo dónde escribí qué, y voy a rescatar material viejo. Me cuesta desprenderme de las libretas usadas porque es como borrar de un pedacito de memoria.
Escritora argentina. Obras: Las viudas de los jueves; Betibú
Soy fanática de las libretas. Cuando salgo de viaje a los festivales o las ferias lo único que me traigo comprado son libretas y lápices negros. Tengo de todo tipo y no tengo preferencias. Las Moleskine que son finitas y fáciles de meter en la campera me gustan, pero hay otras marcas y muchas veces tiene más que ver con que me guste el dibujo de la tapa. Me gustan sin renglones en general, aunque también tengo de las otras. No las uso ni para hacer esquemas ni para hacer escaletas de la novela, lo que anoto son cosas que se me ocurren y no puedo escribir en el momento, algún dato que no me tengo que olvidar. A veces cuando la novela es policial necesitas indicios que después vas a necesitar, cosas que tenés que retomar. También las uso para cuestiones de investigación, cuando estoy indagando sobre algún tema para una novela. Pero no escribo texto, ni escenas, siempre anoto sobre lo que estoy trabajando en el momento. A todas las guardo y las tengo por ahí, pero como tengo muy mala letra a veces no me entiendo cuando vuelvo a ellas. Tengo una letra pésima.
Dramatuga uruguaya. Obras: Terrorismo emocional
Amo escribir a mano y amo el objeto libreta, tengo muchas y de varios tipos, y es un regalo que me hacen a menudo porque saben les doy mucho uso. Me gusta la forma de la escritura a mano, leer eso con fea letra, eso caótico. El soporte se transforma en un signo más del momento de creación, me gusta ver cómo eso después va a pasar depurado a la computadora, es una mezcla de manía y metodología. Con el tiempo el block de notas del celular se ha transformado en una muy buena herramienta también. A veces en la vorágine del día y por miedo a perder la idea, el celular es lo primero que tenés a mano. Como me regalan muchas pero son elegidas por gente querida, dependiendo de quién viene, es el uso: libreta de ensayos, borradores de obras, poemas que nunca nadie va a leer y hasta un diario. Y las guardo todas. Tengo clarísimo que no paso todo a digital luego, no en su totalidad. Las notas del block del celular más que ninguna. Por lo tanto, lo que queda en la libreta se transforma en una prolongación del pensamiento, una forma de acompañar el proceso de gestación de la obra.
Escritora uruguaya. Obras: Mujer equivocada; El miserere de los cocodrilos
Cuando empiezo a escribir un texto uso todos los soportes, lo que tenga a mano: en la computadora, en el bloc de notas del teléfono, en hojas sueltas, en muchas libretas y cuadernos a los que arranco las hojas que luego entrevero, pierdo, tiro, ensucio. Anoto las ideas, armo los personajes, hago especies de escaletas de las escenas. Al final, no sé bien cómo, sobreviene un orden, aparece la trama completa, y ahí es que empiezo a definir un gran esquema a mano: la estructura final de la novela. Si yo fuera la escritora que me gustaría ser escribiría todo a mano en libretas hermosas y elegantes de tamaño mediano y de tapas duras (tengo la creencia o superstición de que se pierden menos que las de tapas blandas), y con lapiceras con tinta de color azul Francia.
Cuando pongo el punto final o cuando la entrego a la editorial van a la basura. Lo lamento por mis herederos, que nunca podrán venderle nada a esa universidad norteamericana.
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