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Los secretos detrás de los apuntes de Ida Vitale, Sacheri, Claudia Piñeiro y otros autores

El mundo digital ha convertido a las libretas en fetiches universales y estos doce autores explican porqué
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27 de julio de 2019 a las 05:03

“Al tener aquel cuaderno en las manos por primera vez, sentí algo parecido a un placer físico, una súbita, incomprensible oleada de bienestar”, La noche del oráculo, de Paul Auster

Definitivamente hay una energía especial. Es una incisión en el mundo físico, algo tangible que sale de los dedos y se vuelca en otro plano. Escribir a mano puede sentirse necesariamente mundano, pero la acción está cargada de simbolismo e intención. ¿Por qué, si no, los apuntes de los grandes escritores son tan venerados y se subastan a precios exorbitantes? ¿O por qué las ediciones especiales cargan con páginas y páginas de anotaciones manuscritas? En el universo de la escritura, la digitalización ha propiciado que la acción de escribir a mano se convierta en un fetiche, que raya casi en una obsesión. Y estos doce escritores –de acá y de allá, jóvenes y viejos– demuestran que aunque esa obsesión muta de acuerdo a los intereses y características propias, es universal, transgeneracional y, al parecer, inmortal. 

Ida Vitale

Poeta uruguaya. Ganadora del Premio Cervantes en 2019. 

Tengo algunas libretas. Algunas están inutilizadas y guardadas en un cajón. Quedan por ahí. Ideas nunca anoto, podré anotar un verso o algo que no tenga nada que ver con el tema. No tengo una categoría para anotar. Pero en general uso la computadora. De todas formas no soy sistemática para nada, así que puedo anotar cosas por ahí o por allá. Hace un rato anoté algo en un libro espantoso que tenía mucho papel en blanco, y como era lo único que tenía a mano lo utilicé. Para el caso, la prueba al canto. No he eliminado la escritura manuscrita; al contrario, el uso de la mano me cae muy bien.

Eduardo Sacheri
Escritor argentino. Obras: La pregunta de sus ojos; La noche de la usina
Soy muy de anotar antes de escribir. Agarro una libreta y me paso meses armando planos del libro, como si fuera un arquitecto. No puedo empezar a construir sin esos planos. Hay autores que sí, que siempre saben a dónde van. Para La noche de la usina estuve meses armando en libretas el mecanismo de relojería de la estafa y el robo de la trama. En general, cuando sé cómo termina un libro, ahí lo arranco. Ahí es cuando dejo de lado los problemas estructurales y me enfrento a los literarios. Pero necesito esa etapa previa. 
En general prefiero los cuadernos de espiral, los rayados. A veces lleno más de uno por libro. Y a esos cuadernos los guardo, porque ahí quedan las primeras impresiones parciales, las correcciones, todo en cajas con nombre. Si tengo una muerte trágica, al menos mis hijos van a poder sacarles un mango.
Vera Giaconi

Escritora uruguaya. Obras: Carne viva; Seres queridos

No salgo de casa sin uno de mis cuadernos. Hago notas todo el tiempo, de cosas que observo, de ideas que estoy rondando, de lo que escucho o leo por ahí. Y todas esas notas en algún momento me sirven, aunque no tengo ningún sistema. Más que preferencia, lo mío con la elección de los cuadernos está al borde de la manía. Mis elegidos son unos cuadernos de espiral, rayados (con renglones muy finitos y sin márgenes) de una marca argentina que ya tiene muchos años (Meridiano). Como ya no se consiguen tan fácil, cuando los veo en alguna librería compro de a dos o tres, para asegurarme un buen stock. Tengo todos los cuadernos guardados. En algunos están las primeras versiones de mis cuentos, en otros, notas sueltas o apuntes para mis clases. Y en cada uno, la promesa de lo que escribiré a continuación, aunque el apunte tenga años esperando que le preste atención.

Sergio Olguín
Escritor y guionista argentino. Obras: La fragilidad de los cuerpos; 1982
Me encantan las libretas. La libreta en sí misma es un género. En general voy por las buenas, pero también me gustaban mucho unas que te regalaba Tusquets con tapas de libros. Yo tenía una muy linda de Betibú de Claudia Piñeiro, de novelas de Almudena Grandes, de Woody Allen. Me gustan esas, las Moleskine y todas. Pero sucede que casi no tomo apuntes de mis ideas. Cuando empiezo una novela agarro una libreta pero anoto la estructura del libro, los capítulos, el ordenamiento. Y después anoto día a día los caracteres que escribí. Es como un juego y me voy poniendo metas. Empiezo con algo muy fácil, 35 mil caracteres por semana por ejemplo. Después voy subiendo hasta llegar a 70 mil, aproximadamente. Y trato de cumplir. Sí tomo muchas notas sobre la estructura y los personajes, y sobre todo en las novelas policiales tomo nota en los últimos capítulos sobre qué me está faltando en la estructura final del libro, si al personaje le tiene que pasar tal o cual cosa o si falta cerrar algún nudo. Pero no soy de tomar notas para futuras novelas, lo uso como herramienta de trabajo.
Natalia Mardero

Escritora uruguaya. Obras: Cordón Soho; Escrito en Super 8

Me gusta mucho escribir a mano, y las libretas son objetos que están presentes siempre. Al lado de la computadora siempre hay un par. Por alguna razón las ideas fluyen mejor así, del cerebro a la mano, de la mano al papel. Ahí dejo ideas sueltas, frases, descripción de personajes, cosas que no me quiero olvidar. Soy bastante quisquillosa. Me gustan las sin renglones, con tapa dura. Que el papel absorba bien la tinta, que tenga buen gramaje y cierta textura. El tamaño puede variar, pero las mejores son las que no son ni muy chiquitas ni muy grandes. Que tengan diseños lindos es un plus, pero las suelo elegir también por eso.

Tengo un estante solo de libretas viejas y de otras sin estrenar. Ahí también guardo diarios de viaje y de vacaciones.  Algunas veces las reviso, siempre me acuerdo dónde escribí qué, y voy a rescatar material viejo. Me cuesta desprenderme de las libretas usadas porque es como borrar de un pedacito de memoria. 

Fernando Butazzoni
Periodista y escritor uruguayo. Obras: Una historia americana; Las cenizas del cóndor
Trato de realizar apuntes, anotaciones a veces poco claras. Nunca sé si lo voy a usar, pero lo hago. También escribo las entrevistas y notas de investigación, hago dibujos o croquis y saco fotos, muchas fotos relacionadas con el asunto. Trato de usar cuadernolas grandes, o incluso la agenda diaria. Tiene que ser algo que me permita apoyar, porque muchas veces escribo parado o en algún lugar incómodo. Y además tengo letra de médico. Pero no soy obsesivo ni nada. Me da igual. Nada de “tal libreta, tal papel, tal bolígrafo”. Tengo una relación muy utilitaria con los “apuntes”.
A los apuntes los guardo. Tengo un gran archivo, medio monstruoso. Ahora estamos digitalizando una parte (pequeñita) para unos proyectos de butazzoni.com que me resultan interesantes. Estamos escaneando  libretas (o partes de ellas) y las contextualizamos. Pienso que pueden ser útiles como referencia a un método de trabajo.
Claudia Piñeiro

Escritora argentina. Obras: Las viudas de los jueves; Betibú

Soy fanática de las libretas. Cuando salgo de viaje a los festivales o las ferias lo único que me traigo comprado son libretas y lápices negros. Tengo de todo tipo y no tengo preferencias. Las Moleskine que son finitas y fáciles de meter en la campera me gustan, pero hay otras marcas y muchas veces tiene más que ver con que me guste el dibujo de la tapa. Me gustan sin renglones en general, aunque también tengo de las otras. No las uso ni para hacer esquemas ni para hacer escaletas de la novela, lo que anoto son cosas que se me ocurren y no puedo escribir en el momento, algún dato que no me tengo que olvidar. A veces cuando la novela es policial necesitas indicios que después vas a necesitar, cosas que tenés que retomar. También las uso para cuestiones de investigación, cuando estoy indagando sobre algún tema para una novela. Pero no escribo texto, ni escenas, siempre anoto sobre lo que estoy trabajando en el momento. A todas las guardo y las tengo por ahí, pero como tengo muy mala letra a veces no me entiendo cuando vuelvo a ellas. Tengo una letra pésima.

Las libretas de Claudia Piñeiro

Felipe Restrepo
Periodista y escritor colombiano. Editor de Revista Gatopardo.
Tengo una libreta que me gusta mucho, en la que hago muchos cronogramas y cosas así. Siempre la llevo conmigo, pero me he dado cuenta que ya no la uso tanto. Muchas veces cuando hago reportería tomo notas en el teléfono, porque cuando escribo a mano no me entiendo. Me gusta mucho la escritura con pluma y en libreta, pero desafortunadamente he perdido la costumbre. Cuando hice un perfil de Mario Vargas Llosa para Gatopardo estuve con él en su casa y me enseñó sus libretas, sus notas, los diagramas que hace y fue genial ver cómo trabaja un profesional así, como crea sus libros. Él me comentó que escribe todos sus borradores de libros y columnas a mano en un cuaderno cada semana. Una locura.
Josefina Trías

Dramatuga uruguaya. Obras: Terrorismo emocional

Amo escribir a mano y amo el objeto libreta, tengo muchas y de varios tipos, y es un regalo que me hacen a menudo porque saben les doy mucho uso. Me gusta la forma de la escritura a mano, leer eso con fea letra, eso caótico. El soporte se transforma en un signo más del momento de creación, me gusta ver cómo eso después va a pasar depurado a la computadora, es una mezcla de manía y metodología. Con el tiempo el block de notas del celular se ha transformado en una muy buena herramienta también. A veces en la vorágine del día y por miedo a perder la idea, el celular es lo primero que tenés a mano. Como me regalan muchas pero son elegidas por gente querida, dependiendo de quién viene, es el uso: libreta de ensayos, borradores de obras, poemas que nunca nadie va a leer y hasta un diario. Y las guardo todas. Tengo clarísimo que no paso todo a digital luego, no en su totalidad. Las notas del block del celular más que ninguna. Por lo tanto, lo que queda en la libreta se transforma en una prolongación del pensamiento, una forma de acompañar el proceso de gestación de la obra.

Gabriel Calderón
Dramaturgo uruguayo. Obras: Mi muñequita; If- festejan la mentira
Tengo libretas y cuadernos, muchos, algunos muy grandes, y los tengo desde que escribo. Empecé a escribir en una máquina de escribir eléctrica y enseguida noté que corregir era difícil. Al principio anotás en servilletas o cosas así, pero después eso se te pierde, y la libreta siempre es útil. Muchas veces llevo un cuaderno o dos a los viajes o a mis ensayos de todos los días. Me funcionan también como agenda; no tengo una libreta creativa, sino que es multiuso.
Hace ya unos años empecé a usar las Moleskine; me vienen muy bien para anotar cosas que me dicen en las reuniones, presupuestos, comentarios, proyectos, y hasta cosas tan tontas como las listas de compras. A veces, aburrido en alguna conferencia o reunión, agarro la libreta y hago dibujos, me imagino carteles de obras. 
Gabriel Calderón
Después tengo unas libretas, también Moleskine, en las que hice esquemas narrativos. Gráficas psicológicas de los personajes para algunas obras, de las entradas y las salidas, sirven para revisar la obra en otro formato. En el último año me ha pasado que estoy en la calle caminando y antes que sentarme a anotar una idea agarro el celular y utilizo la nota de voz. No suplanta a la libreta, es diferente. Pero yo escribo material literario que está destinado a ser dicho, entonces muchas veces me sirve la oralidad de una idea. Pero quiero entrenar la escritura, y por eso escribo en ambos formatos, porque el proceso cerebral es distinto. La escritura manuscrita es fluida, conectada, veloz.  En computadora el pensamiento es entrecortado, es como en pasos, en palmas.
Una libreta de Calderón
Mercedes Rosende

Escritora uruguaya. Obras: Mujer equivocada; El miserere de los cocodrilos

Cuando empiezo a escribir un texto uso todos los soportes, lo que tenga a mano: en la computadora, en el bloc de notas del teléfono, en hojas sueltas, en muchas libretas y cuadernos a los que arranco las hojas que luego entrevero, pierdo, tiro, ensucio. Anoto las ideas, armo los personajes, hago especies de escaletas de las escenas. Al final, no sé bien cómo, sobreviene un orden, aparece la trama completa, y ahí es que empiezo a definir un gran esquema a mano: la estructura final de la novela. Si yo fuera la escritora que me gustaría ser escribiría todo a mano en libretas hermosas y elegantes de tamaño mediano y de tapas duras (tengo la creencia o superstición de que se pierden menos que las de tapas blandas), y con lapiceras con tinta de color azul Francia. 

Cuando pongo el punto final o cuando la entrego a la editorial van a la basura. Lo lamento por mis herederos, que nunca podrán venderle nada a esa universidad norteamericana.

Los apuntes de Mercedes Rosende

Agustín Acevedo
Periodista y escritor uruguayo. Obras: Antes del crepúsculo; Historia de nuestros perros
Creo que el 60% de mi proceso de escritura se basa en acumular ideas o imágenes en libretas. Desconfío de escribir en caliente, entonces suelo anotar el esqueleto de la idea y dejarla reposando ahí. Tengo dos tipos de anotaciones: las imágenes visuales o de ambiente y las imágenes que pueden disparar una trama. Estas últimas las anoto en una página apartada y cuando siento que hay una idea madura, vuelvo a revisar la libreta y voy recolectando las imágenes que había acumulado, como si fueran cuentas que uno va engarzando. Considero necesario tener una lista de imágenes anotadas de antemano, un poco por seguridad, otro para tener la libertad de guiarme más por ellas que por algo conceptual o puramente narrativo. No sé si es el mejor método para escribir (es muy lento, a veces), pero es el que me funciona. Incluso hay cuentos que cuando se escriben están hechos de ideas anotadas de libretas de hace años.
Libretas de Agustín Acevedo
Desde chico tengo una forma de agarrar el lápiz que, si bien hace que se borronee la letra (como le suele pasar a los zurdos), me mantiene casi siempre en línea, por lo que no uso renglones. De hecho, mi letra es medio microscópica, por lo que prácticamente todas mis libretas son lisas. Prefiero libretas chicas, pasibles de poner en el bolsillo y si es posible sin espirales. Más que un recurso o soporte es un auténtico fetichismo, y siempre comprar una libreta nueva es como un ritual, como traer un cachorro nuevo a la manada. Solía tener libretas de uso general, pero actualmente las tengo ordenadas por cuestiones más temáticas: ideas para cuentos, anotaciones sobre pacientes, sobre cine y libretas sobre sueños. Todo parece muy neurótico, pero el impulso está guiado por el placer de rodearme de objetos bellos. Ah, otro elemento: solo escribo con lápices mecánicos, grafo 0.5 2B, en lo posible.Todas las libretas quedan guardadas y las vuelvo a leer de vez en cuando, para ver si puedo usar una idea y tacharla de la lista. No tengo un archivo per se, pero tengo buena memoria visual, por lo que suelo recordar en cuál libreta está tal idea o imagen.
 

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