Ricardo Peirano

Ricardo Peirano

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Más libertad ante la crisis

Los problemas económicos de la Unión Europea se están reflejando en medidas e ideas que suponen un ataque a la libertad y la democracia
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13 de junio de 2012 a las 00:00

No logro entender cómo Europa se metió en el berenjenal de deudas, déficits y defaults en que está metido. Tampoco logro vislumbrar una salida que no sea caótica. El lunes los mercados reaccionaron mal ante el rescate a la banca española (100.000 millones de euros para nada). La única consecuencia del préstamo fue que los mercados ataron al gobierno español –garante de los 100.000 millones de euros- a los problemas de los bancos. Antes distinguían entre el crédito del Estado español (con una deuda pública más baja que Alemania, Francia e Italia) y el crédito de los bancos.

Ya llevamos, entre Estados Unidos y Europa, cinco años de crisis. Vamos para seis y nada sería de extrañar que se llegue a una década. Estados Unidos, con la rápida reacción de Bernanke logró zafar del precipicio y se encuentra en una anémica recuperación. Europa, en cambio, de reactivación no ve nada –salvo Alemania y los países nórdicos- y se columpia sobre el precipicio de la debacle financiera de algunas naciones grandes. La existencia misma del euro, piedra angular de la UE, se encuentra en duda. Y sus repercusiones sobre el resto del mundo abren una gran interrogante. Una crisis financiera grave en Europa tendría efectos expansivos que se sentirán en todo el mundo cada vez más globalizado e interconectado.

Si hace 15 años la devaluación de Tailandia retumbó en Occidente, hoy los efectos para bien o para mal de un país se sienten de manera más profunda. Y esto tiene enormes consecuencias no solo para la economía sino también para los para la democracia, la libertad y la tolerancia.

El mapa político de algunos países europeos, en el contexto de una crisis que hace tambalear al euro, muestra que posiciones ideológicas radicales que hasta hace poco tiempo eran marginales, empiezan a generar simpatía en un electorado golpeado que busca un refugio mágico en ideas nacionalistas, proteccionistas, autoritarias, populistas … de las que ya conocemos que terminan en tragedia.

Luego del crack del ’29, los países “capitalistas” se cerraron a cal y canto y hasta la recuperación europea después de la II Guerra Mundial, en occidente se vivió en un mundo oscuro donde creció el Nazismo, el Fascismo y los crímenes del régimen de José Stalin. Frederick Kayek llegó a escribir en ese contexto, en 1944, el clásico libro “Camino de Servidumbre”, porque allí eran por dónde transitaba la política, la economía y la cultura. Fue un grito de alarma que tuvo un eco inmediato y permitió rectificar un camino que llevaba indefectiblemente a la servidumbre.

Como escribe Hanna Arendt en “Los orígenes del Totalitarismo”, los líderes de esos regímenes no surgen por arte de magia, sino que logran un apoyo real del pueblo. Hitler ganó en elecciones democráticas. En las elecciones parlamentarias de 1930 el Partido Nazi era la segunda fuerza política de Alemania y el Partido Comunista la tercera. Más adelante, Hitler arrasó en la lucha electoral y se consolidó como primer ministro.

América Latina, aunque con variantes, también tuvo y tiene pujos autoritarios, populistas y proteccionistas ante un mundo de tensiones e incertidumbres.

En escenarios internacionales de inestabilidad, la opinión pública tiene una tendencia mayoritaria a cobijarse en frazadas ideológicas que terminan encogiéndose o llenas de agujeros. El problema es que muchos líderes políticos son los que alimentan una retórica populista que termina dañando a las libertades fundamentales.

Con todas las enseñanzas de la historia del siglo XX, deberíamos advertir que la mejor respuesta a la crisis que nos afecta, no es más restricción sino más libertad. Por seguir ese camino de libertad y no de servidumbre, tuvo lugar el milagro alemán en la post guerra y luego el milagro japonés.

Ambos países estaban destruidos pero salieron adelante, y otros después que siguieron su ruta. El camino de la prosperidad no fue un camino de sucumbir ante servidumbre estatal sino de potenciar la fuerza creadora de la libertad individual. Los resultados avalaron ese camino.

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