Cristina Camejo es una productora ganadera de San Jacinto, Canelones. Sus mañanas comienzan con la recorrida de campo diaria, trabajo que en épocas de parición lo hace dos veces al día para llevar un mejor control de sus animales. La jornada del martes 28 de abril comenzó como cualquier otra, pero terminó de la peor manera.
“En el recorrido mi esposo encontró una portera cerrada, otra abierta, otra destrozada. El tubo (por dónde pasa el ganado para que se hagan tareas sanitarias) roto. Vimos una vaca tirada y al fondo otra descuartizada”, contó Camejo en diálogo con El Observador.
No se trató de cualquier animal: las dos vacas faenadas pesaban 500 kilos cada una, estaban inseminadas –y a punto de parir– con un toro de Estado Unidos y estaban tatuadas por la Sociedad de Criadores de Aberdeen Angus. Por lo tanto, se perdieron en realidad cuatro vacunos.
La productora está comenzando un plantel de esa raza. Estos ejemplares los compró en diciembre de 2019 a un valor de US$ 1.100 cada una.
Pero las pérdidas económicas fueron aun mayores, porque a ese dinero hay que sumarle todo lo que rompieron, como el tubo y las porteras, y el valor de cada ternero que nacería en poco tiempo.
“Es una mezcla de todo. De tristeza, de dolor. Es muy triste trabajar así. Tuvimos que sacar los esqueletos con el tractor, porque el caballo de tiro no pudo solo”, narró.
El campo está ubicado sobre la ruta 7, próximo a la ciudad de San Jacinto, en Canelones.
Según lo informado por Camejo, la zona está "muy complicada", dado que con estas dos vacas ya son 25 las que han faenado en el último tiempo en las cercanías de San Jacinto.
“Aparentemente no es carne que se llevan para comer. Son personas que saben carnear. Cansa. Es la primera vez nos pasa con ganado, pero en febrero me vaciaron la casa”, contó.
La familia realizó la denuncia a la Policía y acudió al campo, junto con la científica, para tomar muestras de la carne para hacer estudios de ADN.
A la entrada del camino por donde se ingresa al predio hay una cámara de vigilancia. En la misma se ven motos ingresando sobre las 10 de la noche del lunes 27 y sobre las 2:37 de esa madrugada vino un auto y se llevó la carne.
“Espero que esto cambie porque no se puede trabajar así. Duele. Es todo sacrificio. Es lo peor. A veces uno se priva de hacer o comprar cosas, porque quiere formar un plantel y te dan estos golpes. Lo veo tan generalizado, que pienso que no va a ser fácil que esto mejore”, concluyó.
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