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México contacta a Uruguay para integrar un grupo de mediación en Venezuela

En cancillería hay diferentes visiones sobre la oportunidad de ser facilitador en este conflicto
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22 de enero de 2019 a las 05:03

La llegada de Andrés Manuel López Obrador a la Presidencia de México provocó un cambio cualitativo en la aproximación de ese país al conflicto venezolano. La postura confortativa que exhibía el gobierno de Enrique Peña Nieto, bajo el paraguas del Grupo de Lima, viró hacia una actitud más conciliadora.

No es que el gobierno mexicano esté despreocupado por la situación de los derechos humanos y la calidad democrática del país petrolero o que avalen al gobierno de Nicolás Maduro. Pero ya no están en la línea “injerencista” que han tenidos otros países de la región, según dijo a el subsecretario para América Latina de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México, Maximiliano Reyes, a El Universal. “Necesitamos hacer algo diferente para obtener resultados diferentes”, dijo.

La metamorfosis mexicana fue recibida con alivio en el gobierno uruguayo. “No estamos solos”, es la frase que repite el oficialismo para subrayar que ahora hay otro estado –y de peso en la región– que optó por el abordaje que ideó la cancillería uruguaya y que descansa sobre la premisa que presionar y hostigar al gobierno de Maduro no provocará un cambio. Ni Uruguay ni México son aliados del chavismo –como ocurre con Cuba, Bolivia y Nicaragua– y prefieren mantener una posición equidistante entre el gobierno venezolano y la oposición política.  Tanto es así que ambos se mostraron abiertos a dar una mano para facilitar el diálogo entre las partes.

México tomó la iniciativa y busca armar un grupo de contacto internacional, entre los que incluyó a Uruguay, para iniciar la mediación. Fuentes del gobierno dijeron a El Observador que ya hubo contactos a nivel diplomático entre los dos países para analizar esa posibilidad. El nuevo embajador uruguayo en México, Aníbal Cabral, tuvo oportunidad de hablar sobre este tema con el subsecretario Reyes y le sugirió al jerarca mexicano que siguiera el tema directamente con Ariel Bergamino, subsecretario de Relaciones Exteriores.

Además de Uruguay, México también piensa en incorporar a un nórdico –Noruega preferentemente– y a un estado centroamericano como El Salvador.

En más de una ocasión, las máximas autoridades del Ministerio de Relaciones Exteriores dejaron entrever que estaban decididos a ayudar o que ya lo estaban haciendo. En una entrevista con el programa Así nos va (Radio Carve) emitida en setiembre de 2018, Bergamino dijo que el gobierno estaba trabajando de forma “reservada” para “construir un clima que le permita a los venezolanos resolver sus diferencias”.

“No nos gusta lo que está pasando en Venezuela, nos preocupa. En la medida de nuestras posibilidades estamos tratando de construir un clima que le permita a los venezolanos resolver sus diferencias. La política no es exhibir, a veces las acciones discretas no lucen”, dijo.

Tres meses antes, Nin Novoa había dicho que Uruguay apostaba a jugar un “papel de mediador” en la crisis venezolana. La afirmación del canciller constituyó una respuesta a las críticas y cuestionamientos que el Grupo de Lima hacía en sus comunicados. “Lo que aporta es jugar un papel de mediador, como lo hace Uruguay, para que las posiciones se acerquen”, dijo en rueda de prensa, luego de una comparecencia ante la Comisión de Asuntos Internacionales del Senado.

¿Oportunidad o problema?

En las últimas semanas la cancillería le instruyó al encargado de negocios en Caracas, José Luis Remedi, que no hiciera ningún movimiento de facilitación ante la solicitud del funcionario diplomático de comenzar gestiones para armar un grupo de contacto, tal como México propone ahora.

Las fuentes consultadas señalaron que la respuesta que obtuvo el número uno de la representación uruguaya en Venezuela fue que no era el mejor momento para iniciar esa movida y que lo mejor para él era pasar inadvertido para no ser señalado como un agente diplomático que se está entrometiendo en asuntos internos.

A fines de noviembre el canciller convocó a Remedi para pedirle explicaciones ante acusaciones del gobierno de Venezuela y de un comité de base del Frente Amplio que decían que el diplomático había exhibido conductas injerencistas por sus dichos en una visita a la Asamblea Nacional. También lo señalaban por mantener reuniones con otras misiones diplomáticas a las que se les acusa de querer desestabilizar al gobierno venezolano. Tras el pedido del ministro de mantener un “perfil bajo”, Remedi volvió a Caracas y asistió al acto de asunción de Maduro por un periodo más.

Las fuentes consultadas relataron que en la cancillería hay quienes creen que liderar o formar parte de cualquier proceso de mediación puede ser un problema. A las ventajas altruistas y egoístas que ofrece el instrumento –tener la posibilidad de ayudar en algo que se cree importante y reconocimiento internacional en caso que la jugada salga bien, respectivamente–, se oponen desventajas como la posibilidad de que se produzca un problema bilateral con el gobierno de Maduro durante el proceso.

Mientras que hay quienes creen que el Uruguay tiene lo que aportar, hay otros que se aferran a la teoría de que para mediar hay que tener influencia sobre las partes y, sobre todo, la capacidad de poner incentivos o sanciones que popularmente se conoce como “zanahorias o palos”. Y, según dicen, Uruguay no tiene ni una ni otra.

De la forma que sea, lo cierto es que una nueva mediación –no sería el primer intento– crece como opción. México empuja. Pero los europeos –que han sido tan duros como el Grupo de Lima con Maduro– también se muestran activos.

Tanto es así que una delegación de varios embajadores europeos y la representación de la Unión Europea en Caracas se reunieron el viernes con Maduro en el Palacio Presidencial de Miraflores y un día después con las autoridades de la Asamblea Nacional. En un comunicado publicado el sábado señalaron que una propuesta en discusión busca crear un Grupo Internacional de Contacto para crear las condiciones para una solución política, democrática y pacífica. Una formulación muy similar a la que Bergamino postuló.

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