Nicolás Tabárez

Nicolás Tabárez

Periodista de cultura y espectáculos

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Mujercitas: una versión con encanto y modernidad para una historia que siempre vuelve

La versión más reciente del clásico de Louisa May Alcott tiene seis candidaturas en los Oscar de este año
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05 de febrero de 2020 a las 05:00

Pocas historias deben tener tantas adaptaciones como Mujercitas. La novela de Louisa May Alcott, publicada en 1868, pasó por el teatro, la televisión, la radio, la ópera y el cine. En total hay siete versiones cinematográficas, y solo en los dos últimos años se presentaron tres versiones audiovisuales. La más reciente, y la que más atención ha cosechado es la película dirigida por Greta Gerwig, que es una de las nueve nominadas a Mejor película en los Oscar 2020.

Más allá de esa pequeña avalancha de versiones vinculada al 150° aniversario del libro, el ver la lista de adaptaciones podría hacer pensar en un primer momento si era necesaria otra versión. Y la respuesta es que si son como esta, que vengan tranquilas. Porque Gerwig logra confeccionar un relato que es a la vez tan fiel al original como propio, que tiende puentes con algunas de las discusiones de la sociedad actual y al mismo tiempo funciona como homenaje a Alcott, una escritora que se hizo célebre por esta novela de la noche a la mañana, a pesar de que la escribió casi que obligada.

El diario de la autora tiene una entrada que dice “nunca me gustaron las niñas, ni tampoco conocí a muchas, salvo a mis hermanas”. La escribió después de una reunión con un editor, que le pidió que hiciera una “historia de jovencitas”. Hasta entonces, Alcott escribía cuentos infantiles, e historias de espionaje, romance y venganza. La escritora hizo lo que cualquier empleado hace cuando le asignan una tarea desagradable: demoró y dio vueltas. Pero su familia necesitaba ingresos, y si eso implicaba hacer concesiones,  no tenía más remedio que remangarse y dejar fluir la tinta.

Lo hizo, y se terminó convirtiendo en la autora de un bestseller. También en una celebridad. Otro extracto de su diario: “La gente empezó a venir y mirar a los Alcott. Los reporteros recorren el lugar buscando a la autora, que se esconde en los bosques”. Más allá de eso, se convirtió en una escritora reconocida y aplaudida, un reconocimiento no menor para una mujer en su época. Y lo logró contando de forma semi-biográfica su vida junto a sus tres hermanas, la inspiración para Meg, Jo, Amy y Beth March.

De las cuatro hermanas protagonistas, Alcott es la base para la segunda, Jo. La película da un paso más en esa relación entre autora y creación con un juego metatextual. El filme empieza con ella charlando con un editor literario, trazando paralelismos con la vida profesional de la responsable de Mujercitas.

Pero la versión de Gerwig va más allá del guiño, y logra crear una historia que se siente moderna a la vez que respeta las reglas de la época en la que se ambienta, en el noreste de Estados Unidos en los años de la Guerra Civil. En eso ayuda que las historias de maduración como estas tengas elementos atemporales, porque crecer  es hermoso y doloroso sin importar época y locación.

Las hermanas sean unidas

La gran distinción narrativa en la Mujercitas modelo 2019 es la forma en la que Gerwig, también guionista, estructura la historia. Aunque los sucesos son a grandes rasgos los mismos que los de la novela, el orden de los factores no altera el producto, y están contados de forma no lineal, con un “presente” que es la segunda parte de la historia, que salta continuamente al pasado para contar la infancia de las March.

La división en esos dos momentos temporales está apoyada en el apartado visual. El pasado está bañado en tonos cálidos y el presente, con las hermanas separadas y lejos de casa es más frío, más azulado. Apenas un detalle de una producción en la que todo encaja y completa un conjunto redondo.

Otro aporte de Gerwig es el de modificar al personaje de Amy, la tercera de las hermanas, aquí encarnada por Florence Pugh (la menos creíble, con su voz rasposa y sus rasgos, como niña) para convertirla menos en una insufrible y más en una mujer que dice lo que piensa. Eso está ejemplificado en una de las mejores escenas de la película.

En ella, Amy March se encuentra en su estudio, donde pinta, con el joven Laurie, amigo de la familia. Él le pregunta por su inminente matrimonio con un hombre de buena posición. Una pregunta esperable, la de si ama al tipo con el que se va a casar prácticamente por conveniencia. “Como mujer no tengo forma de hacer dinero, al menos no lo suficiente como para ganarme la vida y mantener a mi familia”, contesta Amy. “Incluso aunque tuviera mi propio dinero, que no lo tengo, le pertenecería a mi esposo en el momento que nos casemos. Si tenemos hijos son suyos, no míos. Esta sería su propiedad. Así que no te sientes ahí y me digas que el matrimonio no es una propuesta económica, porque lo es. Puede que no lo sea para ti, pero si para mí”.

Ese texto se escribió en una hoja suelta minutos antes de empezar a rodar, a sugerencia de Meryl Streep, que interpreta a la tía de las March. Para la veterana actriz hacía falta una escena que le dijera al público de 2019 el escaso poder que tenían las mujeres en los 1800, y que se comunica no solo con la historia de Louisa May Alcott, que encontró una de las pocas formas de subsistir por su cuenta como mujer en esa época, sino que también se vincula con la aún existente desigualdad de género del mundo occidental moderno.

El dolor, la tragedia, pero también la felicidad, sobre todo aquella que viene de la vida en familia y de la ayuda entre los que comparten sangre, y la conquista de los sueños están ahí. Aunque podía parecer que ya se había contado todo lo que Mujercitas podía contarse, vino esta versión que está cargada de encanto, y hasta puede conectar con alguien que no suela verse atraído por este tipo de relatos. 

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