Goy Fonseca estaba convencido que el Ministerio de Salud Pública (MSP) acabaría financiado el tratamiento que necesitaba para vivir. Él confiaba que ese día llegaría pero su esperanza era difícil de concretar porque esa prestación no estaba incluida dentro de las asistencias que financia el Fondo Nacional de Recursos (FNR) y no tenía el dinero para pagarla. También sabía que si no lo intervenían rápido moriría. Y para su desgracia, el periplo fue demasiado largo.
Fonseca murió a los 65 años el mismo día que daría inicio a un recurso de amparo contra el ministerio, con el objetivo de que un juez ordenara al gobierno a financiarle la endoprótesis. Y lo paradójico fue que, unas semanas después del entierro, el FNR comenzó a ofrecer gratuitamente esa prestación.
La enfermedad que sufría este hombre se llama aneurisma y supone un defecto en la aorta, la arteria que transporta la sangre desde el corazón hasta el abdomen, pelvis y piernas. Para que su sistema circulatorio no colapsara, necesitaba que se le implantara un dispositivo que actuara de parche sobre la aorta. El aparato cuesta entre US$ 10 mil y US$ 15 mil.
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El paciente convivió tres años con el riesgo de muerte. Consultó varios médicos de policlínicas públicas, del hospital Maciel y también del Español pero nadie le daba una respuesta efectiva. “Los médicos de salud pública se encargaron de derivarnos a otro, y otro a otro y así sucesivamente. Lo único que le decían era que cuidara su dieta. Con ellos perdimos el tiempo que no teníamos”, dijo a El Observador Virginia, su hija. "Es lo de siempre, acá si no tenés la plata para pagar lo que necesitás, marchaste", remató.
La situación iba de mal en peor hasta que a Fonseca le recomendaron visitar al abogado Juan Ceretta, director del Consultorio Jurídico de la Universidad de la República y principal representante de los pacientes que le realizan juicio al Estado por este tipo de coberturas sanitarias.
“Nosotros hacemos recursos de amparo por endoprótesis muy frecuentemente. Y la gran mayoría de las veces el juez condena al MSP a financiar la prestación”, explicó Ceretta. Según puntualizó, en esta oportunidad, antes de proponerse iniciar el juicio, se le solicitó al ministerio que valorara la eventualidad de financiar la prestación. Pero el gobierno le dio vuelta la cara.
“Nos dijeron que era ASSE quien lo financiaba. Y como Goy se atendía en salud pública, debíamos ir a solicitarlo allí y no al ministerio. Fuimos a ASSE y nunca nos respondieron. El tiempo pasaba y tuvimos que resolver iniciar un recurso de amparo a fines de julio”, recordó Ceretta. Alarico Rodriguez, gerente general de ASSE, aseguró que el organismo solo ofrece la prestación a personas que tengan un cuadro de urgencia o emergencia. “Este paciente no cumplía con esas condiciones”, agregó.
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“Preparamos la demanda de amparo y el día que Goy tenía que venir a firmarla, murió”, relató Ceretta. A las semanas, el MSP junto con el FNR resolvieron incorporar la endoprótesis al listado de prestaciones que cubre el Estado. Según fuentes del ministerio, “ese era uno de los tratamientos que estaba en la lista para ser incorporado”. Solo se necesitaba tiempo, pero Fonseca no lo tenía.
“Da mucha lástima saber todo lo que este hombre luchó y, en definitiva, unas semanas después se incluye la prestación que a él le hubiera salvado la vida. Es frustrante. Y lamentablemente es algo que sucede de forma recurrente entre los pacientes que inician recurso de amparo”, explicó el abogado.
Según contó su hija, él estaba seguro que recibiría ese dispositivo. Que llagaría a tiempo. “Le decía a mis hijas que son chicas, de tres y seis años, que tendrían abuelo para rato. Bromeaba todos los días con que viviría más de cien años”, recordó Virginia y agregó: “La remó tanto mi viejo, pero tanto, que no podés creer que no lo haya conseguido, te da mucha bronca y te parte el alma”.
De pelo blanco y tez morena, de sonrisa contagiosa y humor chistoso, Fonseca fue un hombre infinitamente generoso, como lo describió su hija. No tenía plata, porque no tenía un sueldo. Vivía de las propinas que le dejaba la gente por abrirle la puerta de los taxis. Pero sí trabajaba. Se dedicó a defender los derechos de las personas presas y de los niños del barrio Borro. Y hasta vendía lo poco que tenía para poder financiar pequeños proyectos sociales.
“No queda otra que ser positivo y creer que ya no van a existir otros Goy que sufran lo que él lamentó. Y eso es bueno. Pero realmente es inevitable pensar que esta muerte se podría haber evitado”, opinó Ceretta.
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