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No es Dios

Evo Morales vuelve a estar en el centro de la polémica
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04 de octubre de 2018 a las 05:02

Esto es, Evo Morales, ¿habrá tomado conciencia y se habrá dado cuenta que no es Dios?

La Corte Internacional de Justicia de La Haya (CIJ) trastocó sus planes: le dijo no. Por 12 votos contra tres el cuerpo estableció que Chile no está obligado a negociar una eventual "salida al mar” para Bolivia. Desestimó el reclamo boliviano.

Evo hipotecó la suerte del sueño, la aspiración y la pretensión de los bolivianos de la costa propia. Pero quizás no sea esto lo que al presidente más le inquieta, en definitiva lo del “mar” era un medio con otros fines: su permanencia en el poder. Ser reelecto por cuarta vez. La constitución se lo impide y además los bolivianos en un referendo expresamente rechazaron esa alternativa. Evo no cejó y ya tenía “interpretaciones”  de cuerpos institucionales favorables a su maniobra. Un viejo mecanismo que comenzó a aplicarlo durante su primera presidencia: usaba disponer lo que quería y después le decía a los abogados y juristas que “lo acomodaran” al régimen jurídico y a la constitución . El lo explico en su momento; bien simple.

Evo hipotecó la suerte del sueño, la aspiración y la pretensión de los bolivianos de la costa propia.

Con ese botín –mar para Bolivia- podía seguir tranquilo en la presidencia. Se fue en fija. Trató incluso de meter en la bolsa a expresidentes. Los perdonó. Lo anunció una semana atrás; obsérvese el tono todopoderoso : “he tomado la decisión de que ningún expresidente, salvo acusación de delito de lesa humanidad o genocidio, tenga juicios pendientes (...), he tomado esta decisión de manera personal, sin solicitar a los expresidentes beneficios para nada personal a cambio, sólo que defiendan a nuestro pueblo y una salida soberana al océano Pacífico".

Al que no “perdonó” fue al expresidente Gonzalo Sánchez de Lozada (1993-1997 y 2002-2003), quien está refugiado en Estados Unidos y está procesado por genocidio. Así tipificó la justicia boliviana la muerte de casi 70 manifestantes en los disturbios de octubre de 2003 que precipitaron su renuncia. Este es uno de los temas que de todas formas está pendiente y sobre el que nunca se investigó qué pasó, cómo se gestó todo, quiénes fueron los de “afuera” que se metieron a defender sus negocios y quiénes lo cómplices de adentro. Es un tema que seguramente a Evo le inquieta, sobre todo si tiene que dejar la presidencia y volver a llano.

En su desborde, soberbio y divino, Evo se lanzó y “anticipó”: “ahora que la Corte Internacional de Justicia va a emitir su sentencia abriendo la etapa decisiva de negociaciones para la realización de nuestro derecho [al mar], esta unidad ejemplar de los bolivianos debe reforzarse".

Y se fue a Europa, exuberante, a subir al podio y recoger el trofeo. Se olvidó que allí no tenía abogados y juristas para que le “acomodaran la cosa”.

Y se fue a Europa, exuberante, a subir al podio y recoger el trofeo.

Hablé con dos colegas bolivianos a los que, dicho sea al paso, cada vez se le hace más ardua la tarea de informar frente a la conducta autoritaria del gobierno y la existencia de restricciones y obligaciones crecientes. En Bolivia está dispuesto constitucionalmente que la “información debe ser veraz” ( y el que sabe cual es la verdad es Evo; casi nunca le yerra , aunque en  alguna ocasión sí  como acabamos de ver). Se anuncio además una “ ley contra la mentira” y se obliga a la prensa escrita a ceder espacio gratuitos para información del gobierno y de la campaña electoral.

Noté pena y desazón en mis colegas por como se manejó y se malbarató la cuestión del mar. También mucho inquietud: “después de este papelón Evo debería renunciar, pero no lo va a hacer y va subir la apuesta”, me dijo uno de ellos.

Quiere seguir en el poder, necesita esa impunidad. Es el “síndrome Assad”, el mismo que atacó a Nicolás Maduro y Daniel Ortega, con los tremendos costos que están pagando sirios, venezolanos y nicaragüenses.

 

 

 

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