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No jugar con fuego

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03 de diciembre de 2019 a las 05:01

Los incidentes violentos ocurridos en Kibón, Pocitos Nuevo y en el entorno del Montevideo Shopping deben ser cortados de cuajo y no pueden volver a repetirse nunca más.

La rambla de Pocitos es uno de los espacios públicos más lindos y emblemáticos de la ciudad. Tan es así que el cartel con las letras del nombre de la capital, instalado durante la intendencia de Ana Olivera, se convirtió en un punto de atracción turística ineludible para cualquier visitante. Los miles de selfis delante de las letras que diariamente recorren el mundo virtual así lo testimonian.

Caminar por la rambla durante los fines de semana es vivir en un mundo donde se entrecruzan en paz diferentes razas, idiomas, clases sociales, religiones y generaciones. Tal vez los uruguayos estemos acostumbrados a la libertad y sana convivencia de la rambla de Pocitos y no nos llame tanto la atención.

En los últimos años durante las noches de fin de semana la zona del emblemático edificio de Kibón, junto a la estación Pocitos de ómnibus, frente al Río de la Plata se convirtió en punto de reunión de jóvenes y adolescentes que se congregan a escuchar música y mostrar sus autos y motos tuneadas. Nada nuevo bajo el sol.  Los jóvenes necesitan lugares donde divertirse en las noches sin gastar mucho dinero.

Esas juntadas poco a poco derivaron en carreras de motos, las famosas picadas, donde se corre a velocidad peligrosa entre la gente. La llegada de los primeros calores que anteceden el verano y la convocatoria por las redes para el lugar determinaron que barras de todo Montevideo interesadas en los “fierros” se fuesen adueñando del entorno.

Hay líos como en cualquier congregación de jóvenes. Incluso un joven fue atropellado meses atrás. Pero en las últimas dos semanas la situación salió de su cauce. El día del balotaje las redes amanecieron con imágenes de pedreas a un ómnibus que transportaba urnas de votación y vehículos con vidrios rotos en las calles perpendiculares a la rambla. Las elecciones ubicaron el episodio llamativo en segundo plano.

Pero el pasado sábado la cuestión explotó. Una camioneta fue incendiada, otra vez se rompieron decenas de autos, fachadas de edificios, hubo pedreas, robos, porteros heridos, corridas, enfrentamientos con la Guardia Republicana y la policía. Entre todos los vecinos circuló una ola de miedo desagradable.

La fiscalía informa de varios detenidos entre los violentos. Aparentemente carecen de motivaciones políticas. Es una buena noticia que alivia en algo el espanto que se vivió la madrugada en la zona de Kibón.

La preocupación por lo sucedido estuvo arriba de la mesa en la reunión del lunes en la Torre Ejecutiva entre el presidente saliente Tabaré Vázquez y el entrante Luis Lacalle Pou. Hicieron bien. Que los episodios de violencia insana no vuelvan a ocurrir es clave para seguir construyendo una de las democracias más ejemplares del continente. Actuar con todo el peso de la ley y toda la convicción posible para evitar que el próximo fin de semana se repitan será una nueva y necesaria señal de la solidez de la democracia uruguaya.

Autoridades del Ministerio del Interior deben tener en claro que cualquier incendio comienza con una chispa y la situación en América Latina no amerita andar jugando con fuego.

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